Como si de una mala pelÃcula se tratara o si te contaran un chiste sin terminar, Papandreu ha decidido dejarnos a todos con la boca abierta con su huÃda hacia adelante hundiendo cualquier atisbo de recuperación que se pudiera intuir en un futuro cercano, y poniendo en jaque a todo el sistema financiero europeo y a la integridad del Euro, que ahora mismo se tambalea ante tamaña deshonestidad.
Porque no me vale el argumento de intentar recuperar la democracia directa del pueblo griego, esta idea, por llamarla de alguna forma, de Papandreu no es más que una forma de justificarse ante su pueblo y lavarse las manos ante cualquier consecuencia que se pudiera dar en el futuro, en lo que viene a ser una nueva muestra de la mediocridad más absoluta de los lÃderes mundiales en estos comienzos del siglo XXI.
Si Papandreu hubiera apostado por la democracia directa, como ahora dice, habrÃa convocado el referéndum antes de recibir un sólo céntimo de la Unión Europea, y no ahora que todos los contribuyentes europeos hemos financiado los excesos y las mentiras de la economÃa griega, que nunca debió haber entrado en el Euro, y que ahora amenaza la continuidad de la moneda única. Papandreu ha demostrado ser un cobarde y carecer de toda moralidad, amén de un mal estadista. Grecia no está sola en el hundimiento, no se trata del barco griego, sino de la flota europea, a la que todos, y digo todos, pertenecemos.
Ahora bien, no podemos, tampoco, eximir de responsabilidad al resto de lÃderes europeos que se han lÃado la manta a la cabeza con debates inocuos que lo único que han conseguido es dilatar el rescate y con ello agravar la situación. Si la Unión Europea tuviera un mecanismo de toma de decisiones más eficiente nada de lo que está sucediendo en estos momentos se estarÃa produciendo, a Grecia se le hubiera rescatado de la manera correcta en el momento oportuno y ahora nos estarÃamos planteando la recuperación definitiva de la economÃa europea.
Una vez más, la falta de integración europea está detrás de las causas del problema y los lÃderes europeos, cegados por su propia arrogancia, insisten en aplicar medidas de nacionalismos retrógrados. En un mundo globalizado como el actual no tiene sentido tomar decisiones nacionales, y menos cuando se comparte moneda con otras naciones. La Unión Europea necesita un gobierno autónomo e independiente que pueda tomar decisiones vinculantes y que no necesite del acuerdo de todos los lÃderes nacionales que la conforman. Hasta que ésto no suceda el Euro, y con ello todas nuestras economÃas, estarán en la cuerda floja, sufriendo las consecuencias de cada terremoto financiero.