Especial Decimosexta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP 16). Cancún (México), 29 de noviembre al 10 de diciembre 2010.
Cuando quemamos combustibles fósiles -petróleo, carbón y gas natural- para producir electricidad, calentar nuestros hogares y oficinas, cocinar, o mover nuestros automóviles; el dióxido de carbono (CO2), principal gas de efecto invernadero, es liberado a la atmósfera.
Una vez liberado, el CO2 puede permanecer en ella hasta 200 años, calentando nuestro planeta. Eso sucede porque el manto de gases que mantiene cálido nuestro planeta se está volviendo más espeso, porque cuando quemamos combustibles fósiles y cortamos nuestros árboles, añadimos gases de efecto invernadero a la atmósfera que atrapan el calor del sol, haciendo que la temperatura de la Tierra aumente.
Pero ¿Cómo se crea dicho efecto invernadero que acaba provocando el cambio climático?
En circunstancias normales, parte de la radiación del sol que incide en nuestro planeta es absorbida por la tierra, aunque la mayoría rebota. Una gran parte de esta energía solar regresa al espacio, pero existe un porcentaje que es retenido por los gases que rodean el planeta. Consecuentemente, en la medida que crezca este manto (por la quema de combustibles fósiles, etc.), aumentará la radiación del sol retenida por los gases (efecto invernadero) incrementándose la temperatura y alterándose los patrones climáticos y meteorológicos (cambio climático).
El protocolo de Kyoto.
Para combatir este fenómeno, en 1997 se creo el Protocolo de Kioto, que entró en vigor en 2005. El mismo establece límites sobre las emisiones de gases de efecto invernadero de países altamente industrializados, como España. Entre todos tienen el compromiso de reducir sus emisiones un 5,2% entre 2008 y 2012 respecto a las de 1990.
Lo curioso del caso es que una vez se hicieron los repartos de emisiones por países, resultó que España podía aumentar sus emisiones en un 20%. Sí, ha leído bien, no es una errata. Los niveles de emisiones de la España de 1990 eran tan bajos en comparación con otros países, que Kyoto le permitía seguir contaminando mientras otros estados debían frenar su polución.
En esta coyuntura, el ecologismo animó a las autoridades españolas a no hacer uso de ese +20% e incluso a contener y reducir las emisiones. Los años pasaron y los sueños verdes no sólo se desvanecieron, sino que España aumentó sus emisiones un 40%, saltándose a la torera su, ya de por si cómodo compromiso de Kyoto.
Durante el periodo 1997 – 2010, se han realizado diversas reuniones y conferencias como la de Cancún, en la que participan los países de la tierra para, en teoría, estudiar los avances y los retos que el orden climático impone.
No obstante, la realidad es bien diferente porque estos eventos se han convertido en cónclaves dirigidos por los países poderosos -como no podía ser de otra manera- para buscar los mecanismos que les permitan seguir contaminando trasladando, de paso, el peso del problema a los países del sur.
En ningún momento se ha plateado una revisión y cambio del sistema de producción actual que a la postre fue quién originó la crisis climática. Estas convenciones negocian y revisan los denominados “Mecanismos de Desarrollo Limpio”, que son estratagemas, algunas rocambolescas, para que los países ricos puedan seguir emitiendo, contaminando e incidiendo en el efecto invernadero.
Entre los mecanismos más conocidos está el mercado del carbono, en el cual una nación contaminante puede comprar a otra sus derechos de emisión. O también ejecutar proyectos de desarrollo en países menos favorecidos para que éstos conserven los sumideros de carbono (bosques, selvas, etc.).
Lo que está en juego.
Los impactos del cambio climático son ya obvios, aparecen en forma de olas de calor, sequías, inundaciones, hambrunas, cambios en el comportamiento de plantas y animales, alteraciones en las estaciones del año, aumento del número y probabilidad de sucesos meteorológicos extremos.
Nuestro clima ha venido sufriendo cambios durante el siglo XX y más acentuadamente desde la década de los 70. Europa se ha calentado 1ºC de media en este último siglo, y España lo ha hecho en 1,5ºC, el doble de lo que lo que aumentó a escala global. Se espera que lo siga haciendo a un ritmo de 0,4 a 0,7ºC por década
Las predicciones científicas hablan de que nuestro clima seguirá cambiando y cada vez será más cálido. Las precipitaciones, que en la Península Ibérica han ido decreciendo a lo largo del siglo XX y lo seguirán haciendo.