Cerca de 32 billones de dólares se encuentran en paraísos fiscales, según el último informe de Oxfam Internacional. La cantidad se escapa con impunidad del fisco de los estados, pese a suponer la tercera parte de la riqueza mundial.
Delaware, un apacible estado de la Costa Este de Estados Unidos, el segundo más pequeño del país sólo por encima de Rhode Island, sirve de domicilio fiscal a más de 200.000 empresas, pese a tener sólo 850.000 habitantes.
Pero, ¿cómo puede ser tan prospero? Exenciones fiscales unidas a una legislación flexible y al secreto bancario. En Delaware apenas existen trámites para la creación de sociedades, la regulación es escasa y los beneficios impositivos para las compañías son muy atractivos. Pero en pocas ocasiones se le señala como un paraíso fiscal. Y no es un caso singular dentro de los Estados Unidos: los estados de Wyoming y Nevada legislan de manera similar.
Hay distintos criterios a la hora de elaborar una clasificación de paraísos fiscales. La lista realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) es la más conocida, pero no está consensuada por la comunidad internacional y suele ser tachada de subjetiva por atender a intereses políticos y económicos.
Nombres como los de Delaware, Wyoming y Nevada no aparecen en la lista. De hecho cada vez hay menos. En su primera edición, por el año 2000, había 31 países. Hoy sólo se nombra a Nauru y Niue, pero la estimación de dinero que proviene de la evasión fiscal no parece decaer, más bien al contrario. ¿Quién ha apretado el acelerador?
Hay cerca de sesenta países con políticas fiscales y bancarias cuestionables. Desde el final de la Guerra Fría, pequeñas naciones europeas, antiguas colonias británicas y exuberantes archipiélagos caribeños son los lugares más frecuentados por multinacionales y patrimonios personales que no quieren saber nada de imposiciones estatales.
Además, un estudio reciente de la organización Tax Justice Network afirma que la cantidad de dinero residente en estos paraísos fiscales estaría entre 20 y 30 billones de dólares, sin incluir propiedades físicas. La cifra, cercana a la aportada por Oxfam Internacional, es el equivalente al PIB de Estados Unidos y Japón juntos.
Las grandes evasiones de impuestos suponen un quebradero de cabeza para las maltrechas finanzas algunos países, ahogados por sus deudas. En España, según el Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), las 5.000 mayores empresas nacionales poseen delegaciones en paraísos fiscales o en países con una recaudación de impuestos más baja que la española, como Irlanda, Luxemburgo o Países Bajos.
En total, el Estado español perdió 59.515 millones de euros por fraude fiscal en 2009. Casi el 72% de la evasión tributaria era de las grandes empresas y patrimonios. El fraude de las medianas y pequeñas empresas no llegaba a la quinta parte y el de los autónomos, apenas rozaba un 10% del total. “El fisco debería esforzarse más en perseguir el engaño de las multinacionales y grandes compañías en vez de concentrar el 80% de los recursos a investigar microempresas, pymes, asalariados y autónomos”, denuncia José María Mollinedo, secretario general de Gestha.
Tax Justice Network estimaba que la evasión a Hacienda en España en 2011 alcanzó los 80.900 millones de euros. Justo la cantidad necesaria para cubrir todo el gasto social y el pago de la deuda.
El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, reveló que 40.000 millones de euros ocultos han aflorado por la amnistía fiscal que su gobierno aprobó para atraer capitales evadidos. De eso, se han recaudado poco más de 1.000 millones de euros, menos de la mitad de lo previsto. Esto quiere decir que los defraudadores han legalizado sus bienes pagando menos del 3%
La banca, las multinacionales y los ingentes patrimonios personales esclavizan a los ciudadanos con el pago de la deuda mediante profundos recortes sociales, mientras ellos se olvidan de las haciendas públicas cuando toca abonar impuestos.
El economista británico J. M. Keynes afirmaba en 1936 que “los especuladores pueden no hacer daño cuando sólo son burbujas en una corriente firme de espíritu de empresa; pero la situación es seria cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación”. Hoy está más vigente que nunca.
Adrián Levy Pernudo
Periodista