Existen muchísimas, demasiadas coincidencias entre la España actual y la Italia de principios de los años 90 del siglo pasado, cuando el fiscal Antonio Di Pietro puso en marcha el proceso judicial denominado “manos limpias”, mediante el cual se acabó descubriendo una extensa red de corrupción que implicaba a todos los principales grupos políticos con representación parlamentaria en aquel momento y a diversos grupos empresariales e industriales.
Todo aquello produjo en la opinión pública una gran conmoción; fue tal la magnitud del escándalo que se acabó formando un gobierno de transición, que se encargaría de redactar una nueva ley electoral mayoritaria que sustituyera a la proporcional.
Foto: fabdangoDe esa manera se llegó a las elecciones generales de 1994, que supusieron la casi total desaparición de los partidos tradicionales, que ya antes habían empezado a desintegrarse o incluso ya habían desaparecido como los democristianos.
Las nuevas elecciones supusieron la aparición de nuevos partidos como Forza Italia (liderado por Silvio Berlusconi) y de la nueva política de bloques, obligada por la ley electoral mayoritaria que acabó concediéndole primacía a los candidatos sobre los partidos políticos… Y el ascenso al poder de un tal Silvio Berlusconi…
La España actual tiene demasiadas semejanzas con la Italia de la década de los años 90 del siglo XX, y, sin ánimo de confundir los deseos con la realidad, la situación es de tal podredumbre que inevitablemente se ha de acabar produciendo una revolución ejemplar, para salir de la corrupta partitocracia y entrar en una sana democracia.
Cada día que pasa es mayor el número de españoles que piensan que la Partitocracia es la culpable de la brecha existente entre los políticos y la sociedad civil española, que cada vez agrandan más su divorcio. Apenas hay políticos con sentido de la decencia, con honradez suficiente, dispuestos a renunciar a sus privilegios, y actuar por y para el bienestar de sus compatriotas.
Los españoles tienen cada día más claro que estamos hace ya mucho tiempo asistiendo al ocaso del Régimen del 78, porque la mediocridad, la ineptitud de nuestros gobernantes, de la casta parasitaria, es tan grande que, son incapaces de sacarnos de la crisis. Es por ello, que apenas a nadie se le ocurre pedir que se convoquen nuevas elecciones generales: casi toda la gente está segura de que ni el actual Gobierno del PP, ni un posible-futuro gobierno del PSOE tienen voluntad de clase alguna, de sacarnos de la crisis. Ante tan tremenda situación la mayoría de los ciudadanos ha llegado y a la conclusión de que nos encaminamos irremediablemente hacia el final del Régimen político de 1978.
La peor de las crisis, la más preocupante de las que sufrimos es de carácter moral, pues es del todo inadmisible que las diversas formas de corrupción salgan gratis para los infractores, generalmente si son miembros de la casta política parasitaria.
En la España de 2.013 es impensable que un profesional de la política sea destituido, o tenga que dimitir por haber mentido; o por malversar fondos públicos, o por prevaricación administrativa, o por cohecho, o por conducir borracho; o por ejercer violencia sobre otras personas, o por coacciones o mobbing, o por conceder una subvención pública indebida a familiares o amigotes; o por no atender correctamente, siendo cargo electo, a los electores de su circunscripción; etc.
En esta dramática situación, deberíamos ser los ciudadanos los que tomáramos la palabra y las riendas de España, para recuperar el rumbo y salvar lo que aún es susceptible de ser salvado, de esta nación arruinada.
Es absolutamente imprescindible que se lleve a cabo, de inmediato, una reforma política, una profunda regeneración que permita encaminarnos hacia una Constitución democrática, mediante la convocatoria de unas Cortes constituyentes que instauren un nuevo modelo de Estado, un nuevo régimen que resulte apropiado, provechoso para la inmensa mayoría de los españoles.
En la Italia de los años 90 fueron los algunos fiscales y jueces “buenos” los que emprendieron la labor regeneradora, o “regeneracionista”, a la manera de la “cirugía de hierro” que describía nuestro compatriota Joaquín Costa en “Oligarquía y Caciquismo como forma de Gobierno en España”.
¿Se atreverá algún buen juez o algún buen fiscal a emprender las acciones a las que están obligados por ley, y por decencia, ante la pasividad de la mayoría de los españoles anestesiados, sumisos, que permanecen como espectadores impasibles al suicidio de nuestra patria?