La crisis ha disparado el número de pobres en el mundo y en las calles son pocos los que protestan por ello. La indiferencia y silencio son peores delitos que los crÃmenes cometidos por los verdaderos culpables.
«La pobreza no es natural. La crean los seres humanos. Vencer la pobreza no es caridad; es justicia, es proteger un derecho fundamental: el derecho a la dignidad, a una vida digna». Nos lo dijo Nelson Mandela. Y el profesor Juan Torres sostiene que «la pobreza no es una desgracia. El hambre no es un desastre. La pobreza y el hambre son una infamia, un verdadero crimen organizado».
Estamos en crisis. La crisis ha aumentado en varias docenas de millones el número de pobres y hambrientos. Casi sesenta millones más. Pero además de la mitad de población mundial que apenas sobrevive con uno o dos dólares diarios, que no sabe si comerá, que no tiene agua potable…, la crisis ha incrementado en casi todos los paÃses el paro, precariedad laboral, desahucios por impago de hipotecas, inseguridad social y económica…
No parece perdonar a nadie.
Cojamos el caso de España, miembro de la OCDE, el club de los treinta paÃses más desarrollados del planeta. La crisis la ha castigado con un desempleo del 14%, casi cuatro millones de parados.
Sin embargo, lo grave de la situación española (como de otros paÃses) es que los problemas vienen de más lejos, incluso de cuando creÃan atar los perros con longanizas, porque el paÃs crecÃa año tras año.
Según la Estructura Salarial del Instituto Nacional de EstadÃstica de España, en 2006 el sueldo medio en el paÃs era de 19.680 € al año (unos 29.000 $ anuales). Pero en 2002, cuatro años antes, era algo mayor: 19.802 € (casi 30.000 $).
Con un crecimiento económico incesante en España los sueldos fueron a menos. En realidad bajaron mucho más, si tenemos en cuenta el impacto real de la inflación en la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Y si hablamos de salarios reales y no medios, la mitad de los españoles ganaba menos de 15.760 € al año (unos 18.000 $ anuales).
Antes de la crisis, los sueldos caÃan aún con prosperidad económica. ¿Cómo es posible? Porque la riqueza de esos años fue sobre todo para el capital, los capitalistas, los empresarios.
Pobreza en aumento, desigualdad insultante, más hambre, rebajas salariales, mayor inseguridad de los trabajadores… Pero casi nadie protesta. Nada parece capaz de hacer salir a la calle a la gente en masa para exigir que se respeten sus derechos.
Antes de la crisis, el precio de las viviendas se puso por las nubes. En Madrid, la inmensa mayorÃa de personas jóvenes se veÃan obligadas a compartir piso por el elevado precio de ventas y alquileres de los apartamentos, asà como por los reducidos salarios de los jóvenes, aunque fueran licenciados universitarios. Un grupo inició un movimiento reivindicando viviendas dignas a precios asequibles y convocó a los jóvenes a protestar, a exigir viviendas a su alcance. En Madrid cuando concentraron más jóvenes en una protesta apenas pasaron del millar. Pero cuando el alcalde prohibió la bebida pública de alcohol, el llamado «botellón» (comprar bebidas alcohólicas en supermercados y consumirlas en grupo en plazas y calles), hubo auténticas batallas campales con la policÃa hasta altas horas de la madrugada.
Mahatma Gandhi nos decÃa que «lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena. Y Luther King afinaba que «no me duelen los actos de la gente mala; me duele la indiferencia de la gente buena».
El atleta discapacitado Oscar Pistorius, joven corredor sin piernas, pero sà con una especie de flejes que las sustituyen, arremete contra esa necedad de que en competición solo hay un vencedor y todos los demás son perdedores: «Perdedor no es el que corre y queda segundo, sino el que ni siquiera se atreve a correr».
Y da la impresión de que ante esta crisis, ante el aumento de la pobreza y la desigualdad, ante la impunidad de los responsables de la misma, que además reciben multimillonarias ayudas, la mayorÃa de las gentes no quiere correr.
Eso nos convierte en inofensivos. Y el pronóstico cierto es que asà no saldremos de la crisis ni resolveremos los problemas que nos aquejan. No si cedemos.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor