Internet cumple la misma función que los chalados de la Nueva Era atribuyen a los registros akáshicos (no sé si la palabreja se escribe así): todo queda inscrito en ella por los siglos de los siglos. Antes, las mentiras, las calumnias, las imposturas y los errores se desvanecían con el paso del tiempo. Ahora, ya no. El ordenador es palabra de Yavé en el Génesis: hágase la oscuridad, y la oscuridad se hizo. Cuando algo, verdad o falsedad que sea, entra en el vientre de ese artefacto y aparece en su pantalla, ahí se queda hasta que la batalla de Armagedón llegue a su término.
Voy a repasar algunas de las patrañas -divertidas, a veces- que circulan a cuento de mi persona y a poner los puntos sobre sus íes, aunque de sobra sé que no servirá de nada.
En 1990 me quedé finalista del Planeta con una novela, ‘El camino del corazón’, presentada bajo plica con el título apócrifo de ‘El cuerno de oro’. Pues bien: ese título pasó a formar parte de mi currículo literario y ya no hay quien lo saque de él. Fue una agencia de noticias quien lo dio por bueno y lo puso en circulación. Si buscan ustedes mis datos en la web del Ministerio de Cultura, se toparán con el nombre de esa novela, que no existe. Lo curioso es que casi veinte años después aún hay periodistas que me preguntan por ella y personas que aseguran haberla leído y llegan al extremo de decir que les ha gustado mucho. No me va a quedar más remedio que escribirla. La promoción está hecha.
Tampoco dije nunca, como muchos creen, que me iría de España si Zapatero ganaba las elecciones. Eso lo puso en mi boca un escritor soriano, Antonio Ruiz Vega, lo recogió Benjamín Prado en la presentación del libro ‘Libertad, fraternidad, desigualdad’, lo propaló la Agencia Efe y el bulo coló. No son los jefes de Gobierno, sino mi libre albedrío, quienes determinan mi lugar de residencia. De España, por otra parte, me voy continuamente, y lo que me iré. No paso en Vandalia más de tres o cuatro meses al año. Lo que sí dije, allá por el 93, es que me largaría con la música a otra parte si Felipe volvía a hacerse con el timón del país, y mantuve mi palabra. Me fui a un islote del Pacífico. Es curioso, porque ahora lo echo de menos. A Felipe, digo, y al islote, también. Cualquier político, por malo que sea, es mejor que Zapatero.
Tercera patraña: la de que la pianista japonesa del difunto programa Dragolandia es mi mujer. Ni lo es ni lo ha sido nunca, por grande que sea el afecto y la admiración que le profeso. Se llama Mine y está felizmente casada con un amigo mío. Mi mujer también es japonesa y toca el piano, aunque nunca en público. Ahí se acaban los paralelismos y las semejanzas.
Hace cosa de un mes, en el curso de un almuerzo celebrado en Pequín y convocado por la ministra de Cultura con motivo de la Feria Internacional del Libro de esa ciudad, la mujer de un magnífico poeta y gran amigo mío se quedó de un aire al enterarse de que, por desgracia para mí, ni soy el propietario de la empresa Soria Natural ni existe vínculo alguno entre la misma y mi persona, cosa que ella daba por sentada. ¡Ojalá hubiese estado en lo cierto! Sería yo, en tal caso, multimillonario y no tendría que ir del caño al coro durante setenta horas a la semana para sacar adelante el chiringuito y, sobre todo, atender al mantenimiento de mi biblioteca, que es el renglón más caro de mi presupuesto.
¡Y cuál no sería mi sorpresa cuando el otro día alguien, al que acababa de conocer, se interesó cortésmente por la marcha de mis negocios inmobiliarios en Lanzarote! Ahí fui yo quien se quedó de muestra. ¿Pero de dónde saldrán semejantes paparruchas?
¡Ah! Se me olvidaba. Anteayer me llamaron de un periódico digital para verificar si era cierta la información, suministrada, según me dijeron, por los sindicatos, de que yo cobraba más de ciento cincuenta mil euros por mi intervención en Dragolandia (la de la tele, no ésta). ¡Qué barbaridad! ¿Y si lo dejáramos, mis queridos enemigos, en menos del 5% de esa cifra?
Posdata – El miércoles 4 de noviembre, a eso de la 1 de la tarde, se presenta ‘Soseki – Inmortal y tigre’ en Castilfrío de la Sierra. Vendrá un autobús de periodistas fletado por Planeta. Eduardo Aute estrenará su canción ‘Gato de arigató’, compuesta en honor del guerrero numantino que salvó de la muerte a mi nieta Caterina. Entrada libre, en la medida en que el aforo de la sala lo permita. ¡Miau!