La presencia voluntaria en medio de situaciones de dolor o en los contextos de exclusión social precisa de una cobertura profesional y formativa que invalidan el voluntariado que quiere “ir por libre”, desde la espontaneidad o la improvisación.
Sin embargo, hay quienes continúan queriendo ensalzar al voluntariado como una realidad grandiosa, se le otorga un valor absoluto y, por ello, se amplía el marco conceptual, haciendo del voluntariado un peligroso saco en el que “todo vale”, con lo cual caemos en un grave peligro de instrumentalización.
Importa mucho situarnos en el contexto actual. Un contexto que en el marco social y económico no pinta nada bien para los empobrecidos. El Observatorio de la crisis de Cáritas lo viene anunciando desde hace más de dos años. Baste solo un dato: el aumento de las demandas de ayuda es de tal magnitud que en tres años (2007-2010) el número de solicitudes recibidas por esta institución se ha duplicado, alcanzando más de 1.800.000 solicitudes de ayuda en el año 2010.
Asistimos a un imparable proceso de cronificación y empeoramiento en las condiciones de vida de los más vulnerables. La crisis va dejando atrás y al margen a un tercio de los hogares de España, para los que resulta sumamente costoso llegar a fin de mes. Son palabras mayores.
En este mismo tiempo asistimos, en paralelo, al retroceso del Estado del bienestar, o tal vez a la rendición de un modelo de Estado que se bate en retirada. Si en el marco de un país integrado y cohesionado vivimos el bochorno de una sanidad y una educación que otrora eran modelo de cobertura pública de calidad, ¿qué es lo que queda en este proceso de saldos para los empobrecidos? Cada vez menos.
por Luis Aranguren Gonzalo
Autor de Humanización y voluntariado