Sí, me acuerdo de ello, de cuando era un niño. Porque no se vaya a creer Pérez Mercader que con el paso de los años se me ha despistao. Ni muchísimo menos. Al contrario, sigo sus más que interesantes “andanzas” cósmicas por los distintos medios de comunicación y recuerdo a la perfección cuando, siendo un chaval, hacía ciencia en la vieja Onuba, como él mismo manifestó a la prensa hace ya tiempo.
Nos unía, en aquella fugaz amistad con el científico, el carismático Ángel Luis, nieto de María la carnicera. Que el amigo Juan se acordará de Ángel Luis –aparte de por muchas otras cosas- porque éste era el mejor lanzador de gargajos que yo haya visto nunca: atravesaba la Gran Vía, de acera a acera, formando un limbo astral que ya lo quisieran para sí mismos algunos cuerpos de los denominados celestes.
Ángel Luis, después de que Pérez Mercader nos abrumara en interminables paseos por los aledaños de nuestros respectivos barrios con un sinfín de detalles acerca de otros mundos, me soltaba (sin maldad, claro está) que Juan estaba “majarón perdío”.
Ya ves, Ángel Luis, de qué manera ha fructificado la “locura” de Juan. Que con el tiempo, y con el sudor de la dedicación diaria, ha llegado a consolidarse como uno de los más prestigiosos “trabajadores del cosmos” que tiene este país. Se le distinguió en su día como “andaluz de oro”, atendiendo a su brillante ejecutoria profesional. Y entre multitud de reconocimientos a lo largo de su carrera, se le honró también con la Medalla de Oro, honor que la provincia de Huelva le concedió haciéndole partícipe de su profunda admiración. Su vinculación con el río Tinto, reclamando que se le declarara parque natural, ha sido total. Como él decía en fechas lejanas: “el Tinto es una mina de vida en nuestra localidad”. Y es que a su innato interés por buscar actividad, vigor, energía, en el universo, se une el de encontrar un paralelismo entre el hábitat de Marte y el que se desarrolla en el Tinto. “Vamos a procurar cuidar y mimar al río entre todos”, es la máxima por la que apuesta decididamente el científico, porque “puede convertirse en ejemplo vivo de cómo pudo ser el origen de la vida en la Tierra”.
Sí, ya sé que naciste en la demarcación de Sevilla. Pero bueno, tú mismo dices en las entrevistas que te hacen –y me consta que lo llevas muy a gala- que también eres choquero. Hombre, no en vano te recriaste por estos lugares, junto a las marismas, impregnado del salitre de nuestro humilde terruño marinero. Que se te agradecerá por siempre el gesto, estimado Juan. Pues, que todos deseamos que no se te descuelgue nunca de los labios la palabra Huelva, porque personas como tú –que la pronuncian con sinceridad absoluta- son las que verdaderamente engrandecen y renuevan el aire de este rincón de Andalucía, tan traicionado a veces por algunos que para colmo vieron aquí la luz primera.
Sí, ya sé que naciste en la comarca sevillana. Pero tú me perdonarás, Pérez Mercader, que me apropie por un día de tu principio terreno y traslade tu personalidad a bordo de esta vetusta carabela de plata que de seguro te rendirá la bandera. Y que en ella perdures como marinero gigante que eres. Y que en ella, y con ella, surques por esos otros mares inexplorados dejando siempre una estela blanca y azul como huella.