“Se necesita colaborador voluntario, con idiomas, creativo, con capacidad de decisión y con ganas de trabajar para proyecto de máximo compromiso social y excelencia en la comunicación”. Es uno de los anuncios de empleo para periodistas que se ha podido ver en España en las últimas semanas y que ha hecho que la Asociación de la Prensa de Madrid (APM) haya lanzado la campaña #gratisnotrabajo.
Todo comenzó con la denuncia de Azahara Cano a la que la ofrecieron trabajar en una empresa de regalos de boda publicando artículos en foros, blogs y webs de 800 caracteres por 0,75 euros. Pero es que no corren buenos tiempos para el periodismo. Tan sólo en España, hay más de 10.000 periodistas en paro y unos 4.000 lo perdieron durante el año 2011, según cifras de la APM. La crisis ha sido especialmente dura para los medios de comunicación. Algunos han cerrado, otros están en concurso de acreedores y todos han tenido que realizar “reestructuraciones” de plantillas. Y ante la necesidad de ser rentables, los medios de comunicación han escogido la opción de adelgazar sus redacciones, dejar sin trabajo a los veteranos y cubrir sus puestos con becarios recién salidos de la facultad, en muchos casos, trabajando gratis. Esta es la situación en los medios grandes, medianos y pequeños. En España y en muchos otros países del mundo.
Esta situación de desamparo que vive el periodista, como tantas otras profesiones, hace que este viva su profesión con inseguridad o que necesite otro empleo para poder vivir. Y, sin duda, esto repercute en la calidad de las informaciones que elabora. Tampoco ayuda a la calidad de la información que los “maestros” sean retirados prematuramente sin que hayan podido pasar el testigo a los jóvenes. Ni tampoco lo hace que el medio de comunicación esté más pendiente de su cuenta de resultados que de la labor social que ha de cumplir: informar a los ciudadanos, controlar a los poderes públicos y denunciar las injusticias.
El periodismo no sólo está en crisis económica. Ha olvidado cuál es su quehacer y a quién debe reportar. Hoy, los periodistas han dejado de salir a la calle, a respirar su pulso y ver qué se cuece. Son meros altavoces de los gobiernos de turno, de los partidos políticos, de las administraciones o de los agentes sociales. Van a ruedas de prensa donde no les dejan preguntar o donde no les responden. Trabajan para aquel que mejor les paga y ven la realidad con un único cristal. Antes de leer un periódico, escuchar una emisora de radio o ver los informativos de una cadena de televisión, los ciudadanos ya saben lo que van a leer, escuchar o ver. No se trata de ser objetivos. La objetividad ya sabemos que no existe y, además, ante la injustica o el delito no se puede ser objetivo ni distante. Pero, sí se puede pedir profesionalidad, independencia y dignidad a los periodistas y a los medios de comunicación.
Los periodistas y periodismo han dejado de cumplir su función social y les ha salido un competidor: el “periodismo ciudadano”. Ciudadanos que buscan y dan información a través, sobre todo, de las redes sociales. Sin embargo, el periodismo no puede ser sin periodistas. Vivimos en un mundo lleno de información a nuestro alcance y el periodista es el que ayuda a ver lo importante y a explicar la realidad. El problema, insisto, es que las empresas de comunicación quieren rentabilidad a toda costa. Y el buen periodismo, el de verdad, el que sale a la calle, el que interesa, el que cuestiona y explica… Á‰se necesita recursos y buenos profesionales.
La precariedad del periodismo no es sólo la mala retribución de los profesionales. Hay precariedad ética y precariedad en la visión para salir de esta crisis. Sólo dignificando la profesión y a los profesionales, el periodismo podrá salir del pozo, y volver a ser “la profesión más bonita del mundo”.
Ana Muñoz Álvarez
Periodista