Aunque tenga muchos desencadenantes, el sufrimiento es un proceso psicológico único, es decir, cualquier tipo de sufrimiento tiene factores comunes con los demás.
En una situación que nos hace sufrir, suele haber unas circunstancias externas, lo que nos ocurre, por ejemplo la pérdida de alguien querido, dificultades de relación en la familia o en la pareja, conflictos en el trabajo, dificultades económicas… Pero hay también unas circunstancias psicológicas internas, correspondientes a esos sucesos, que son los pensamientos, emociones y sensaciones, por ejemplo pensar que uno no es valioso, el enfado, sentir un nudo en el estómago… El puente entre lo externo y lo interno es el comportamiento, la acción.
Hay muchas circunstancias que tenemos que afrontar a través de una acción. Por ejemplo, si veo que un niño se va a caer desde un sitio alto, reacciono sujetándole, y si es necesario busco una medida que evite el peligro en el futuro, como podría ser poner una barandilla. Sin embargo, hay conflictos menos sencillos que estos, problemas que nos hacen sufrir y en los que no hay una acción concreta que lo solucione rápidamente. En esos casos debemos aprender para resolver el sufrimiento.
¿Qué debemos aprender? Vamos a señalar algunas cuestiones básicas.
– El malestar o sufrimiento acontece en la parte interna de nosotros: pensamientos, sensaciones y emociones. Las circunstancias externas pueden desencadenar el malestar, pero lo externo no es el malestar, el sufrimiento ocurre dentro de uno, en la parte psicológica del ser humano. El sufrimiento lo sentimos nosotros, está en nosotros no en algo externo.
– Enfocarse en actuar solamente sobre las circunstancias externas, tratando de cambiarlas, de evitarlas o de obviarlas como solución del problema interno, no es suficiente en la mayoría de las situaciones.
– Por otro lado, una persona no puede escapar eternamente de sus temores, porque además, cuanto más escapa de ellos más los fortalece. Con escapar nos referimos a evitar u ocultarse a uno mismo los temores psicológicos, no a evitar los peligros físicos.
– Conformarse con el sufrimiento, asumirlo, rebelarse, negarlo, justificarlo, culpar a alguien, culparse uno mismo…, todo esto son formas infructuosas de resolver el malestar.
– El dolor y el sufrimiento son dos cosas diferentes. Si no se tiene miedo al dolor no se sufre con él, se siente pero no aparece el sufrimiento psicológico.
La causa fundamental del sufrimiento es tratar de huir o manipular la realidad que nos hace sufrir. La salida del sufrimiento es comprender la realidad y abordarla correctamente.
Vamos a poner un ejemplo para ilustrar a qué nos referimos con comprender la realidad. Si alguien está sufriendo porque le han diagnosticado una enfermedad grave, que puede incapacitarle o incluso llevarle a fallecer, ¿qué hay que comprender ahí? Además de lo evidente, que ha de poner todos los medios para tratar de recuperar la salud, se debe afrontar el sufrimiento psicológico. Que la persona sufra por su situación no va a mejorar su salud, incluso puede empeorarla. ¿Cómo se aborda entonces el sufrimiento ante una situación así? Además de aprender a abordar lo que se piensa y lo que se siente, de lo que hablaremos más adelante, se deben definir bien las ideas de las que surge ese sufrimiento, ideas que muchas veces no se han formulado conscientemente. Ideas como “el dolor puede ser insoportable”, “depender de otros puede ser terrible”, “no es posible ser feliz estando discapacitado”, “la muerte hace sufrir necesariamente”, “lo desconocido me asusta”, “si me ven débil me van a menospreciar”. No hay que engañarse pensando que sufrimos por otros, sufrimos por miedos, miedos propios, y tenemos que aprender a definirlos. Una vez bien definidos los temores de los que surge el sufrimiento, hay que aprender a enfrentarlos, tanto en su parte sentida, emociones y sensaciones, como en su parte pensada, el lado racional, es decir, conceptos o ideas y pensamientos.
Cuando se afronta el sufrimiento de manera adecuada, dedicándole el tiempo necesario, abordando su parte emocional y racional, entendiendo las interpretaciones erróneas, el sufrimiento llega a su fin.
El entendimiento, comprender bien las situaciones, nos da la capacidad de dar una respuesta adecuada a cada circunstancia, una respuesta que nos protege del sufrimiento y que no perjudica a los demás. Una respuesta sin consecuencias negativas, beneficiosa para uno mismo y para los demás, siempre la hay.
En muchas ocasiones es difícil de entender y asumir, que un hecho que hoy nos asusta y nos parece terrible, podamos afrontarlo con tranquilidad. Pero se puede. Habitualmente, lo que la persona trata de hacer es reprimir lo que siente y tratar de convencerse pensando o actuando, pero esto no funcionará a largo plazo ni en circunstancias acuciantes. Hay que ir al origen de nuestras respuestas, de nuestras reacciones, al origen de nuestra forma de pensar y sentir.
Para desenmascarar nuestros errores y acabar con el sufrimiento, debemos prestar atención a lo que sentimos y a lo que pensamos, mientras actuamos, nos relacionamos o estamos a solas. Las ideas o conceptos erróneos conllevan pensamientos, emociones y sensaciones corporales desagradables, por tanto es imprescindible desvelar esos errores para resolver los problemas.
En realidad acabar con el sufrimiento no es difícil, si se le dedica tiempo. Es solo prestar atención, perder el miedo al miedo sintiéndolo conscientemente, e ir dándose cuenta de aquellas cosas que antes nos pasaban desapercibidas, aprender y desvelar los errores.