Las personas víricas son las que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza, de miedo, o emoción negativa. Es igual que un virus: llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, usted recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida.
El origen puede ser el mal genio, envidia, falta de consideración, egoísmo, estupidez o la falta de tacto. Lo importante es verse con recursos suficientes para protegerse del contagio.
Víricos pasivos son los que echan la culpa de su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables porque son los demás los que provocan su malestar. Si les escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona por disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a acaparar la atención a través de la queja. Se sienten maltratados por la vida. Hacen sentir mal a quien no les presta la atención que pretenden. Con estas personas sufrirá el contagio del virus tristeza, frustración y apatía.
Víricos caraduras son los que le pedirán favores, pero a la vez no son capaces de atender a sus necesidades. Son egocéntricos, y en el momento en el que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan de mí”.
Los víricos criticones viven la vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan todo lo que les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni que hablen de forma positiva de nadie. Con estas personas sufrirá el contagio del virus desesperanza, vergÁ¼enza, incluso culpa si participa en la crítica.
Hay que mantener alejados a los víricos con mala idea. Están resentidos con la vida porque no han sabido gestionar la suya. Todo lo interpretan de forma negativa y en todo ven una mala intención. Viven en un ataque de ira, como si el mundo les debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de voluntad. Con estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad.
El psicópata es aquel que inflige dolor a los demás sin sentir culpabilidad ni remordimiento. Hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto, amenazan y provocan que se sienta menospreciado, y se cargan la autoestima. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y odio. Muy difícil de erradicar, perdura mucho tiempo en su memoria.
Para evitar el contagio hay que pararles. Estas personas se acostumbran a llamar la atención con sus desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse.
Dígale que le ayudará cuando se movilice. Y si no lo hace, decida alejarse de quien ha decidido ser un parásito toda la vida. No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Si decide no tomar las riendas de su vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una ayuda. Se gasta la misma energía quejándose que buscando soluciones.
Ante el virus de pedir, el antivirus de decir no. Una cosa es ser solidario y otra distinta estar a disposición de todos y nunca para uno mismo.
No permita que la persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no estén presentes. No entre en su juego. Los rumores se propagan y a pesar de que luego se compruebe que son falsos, el daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo hicieran, con respeto, discreción y veracidad.
No permita que alguien le falte al respeto ni le maltrate ni psicológica ni físicamente. Todos merecemos un trato digno. Hágase valer. Pida ayuda, no consienta una segunda oportunidad a quien le ha hecho daño. El que le daña no le quiere; olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o sus problemas. Nada autoriza la falta de respeto. Esto es válido en el ámbito familiar, laboral y entre los amigos. Tenemos la obligación de ser felices y disfrutar.