Microrrelatos
Siempre hay un dolor en la vida, una herida que no cura, una punzada que no deja de causar desazón y tristeza.
A veces parece desaparecer entre los ruidos de lo cotidiano, pero en cuanto respiras, sientes el pellizco infame del sufrimiento interno, el grito mudo del alma atormentada.
Te embarga, entonces, una soledad en la que crees ahogarte como si te hundieras en un pozo negro y profundo, sin asideros a los que aferrarse.
Buscas con desesperación la luz del brocal que cada vez se aleja más, perdiéndose en medio de una oscuridad que todo lo invade. Y cuando estás a punto de abandonarte a la nada, con los ojos cerrados de espanto, te despiertas agitado. Vuelves a escapar de las pesadillas que siempre te acompañan.
Por eso temes dormir.