Enemigo invisible
La introducción de los pesticidas en la agricultura supuso una revolución en el sector pero también la creación de un nuevo peligro. Combatir las plagas o mejorar la producción fueron algunos de los pretextos; las consecuencias todavía incalculables. La intoxicación provocada por el contacto o un mal tratamiento de estos productos ha provocado la muerte de muchas personas, en su mayoría agricultores. Los plaguicidas, y en especial algunos de sus componentes, se introducen en el entorno y permanecen allí durante décadas. Una estancia que, lejos de ser inocua, deja una huella perenne en nuestro organismo y en el medio ambiente.
Foto: Roberto Garcia FadonRoundup, Eyetak o Starane son algunos de los plaguicidas más usados en la actualidad. De acuerdo a pruebas de evaluación que determinan su peligrosidad, ninguno entraña riesgo alguno para el ser humano, ni para el medio ambiente, al no superar los límites legales. Sin embargo, según ha revelado un estudio realizado por científicos franceses, estas pruebas no son fiables ya que se suelen centrar en el análisis del ingrediente activo destinado a la plaga y obvian así el resto de sustancias.
En el transcurso del estudio, los investigadores expusieron cultivos de células madre a los principios activos de diversos plaguicidas y después a todos los componentes de dichos productos. El análisis determinó que, al parecer, la toxicidad del plaguicida en su conjunto es cien veces superior a la del principio activo solo. Los investigadores advierten: de confirmarse que el resto de elementos amplifica los efectos, “los estándares de seguridad que se aplican podrían no estar protegiendo la salud humana«. Las empresas que comercializan este tipo de productos están salvaguardadas por la normativa que les permite no declarar, con el pretexto del “secreto comercial”, aquellas sustancias que no sean el principio activo. Es decir, la mayor parte de los componentes de estos productos agroquímicos.
Algunos pesticidas ya han sido prohibidos al comprobarse sus efectos nocivos en la salud. Es el caso del DDT, usado tanto en el sector agrícola como en el forestal. Su comercialización se prohibió en numerosos países por sus efectos perjudiciales para la salud, aunque en España se mantuvo el uso de esta sustancia para realizar otros compuestos hasta su completa prohibición en 2008. Sin embargo el DDE, metabolito del DDT, permanece durante décadas en el medio ambiente y su efecto se duplica debido a la exposición prolongada a él y la comercialización ilegal, que permite así que se continúe con su uso. En recientes estudios, los análisis determinaron que la alta presencia de esta sustancia en los seres humanos influía, junto con el factor genético, en el desarrollo de enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer.
A pesar de suponer una revolución en sus inicios, por ser rápidos y efectivos, los plaguicidas no son la única opción y mucho menos la más recomendable. Ni siquiera la más productiva. El hecho de fumigar grandes extensiones agrícolas una y otra vez, en muchos casos por simple prevención ante la inexistencia de una amenaza real, convierte a las especies causantes de la plaga en inmunes, lo que dificulta su exterminio. Ante esta situación existen alternativas como el control biológico que a la larga pueden resultar más efectivas y, sobre todo, menos perjudiciales para el medio ambiente. Una de las técnicas que se llevan a cabo es el uso de depredadores o parásitos para eliminar la plaga. A diferencia de los plaguicidas, con este método se evita la desaparición de otras especies que no eran el objetivo. Otra fórmula también válida, aunque mucho más lenta, consiste en incluir machos estériles en la población para evitar así la descendencia a largo plazo.
Las alternativas son múltiples. La realidad, una: la toxicidad de los plaguicidas nos influye y en muchas ocasiones no conocemos todos los elementos que los componen. Los alimentos que consumimos podrían contener restos de las sustancias agroquímicas con las que han sido tratados antes de llegar a nuestro hogar. Miles de agricultores están a diario en contacto con los plaguicidas. Otros animales y plantas diferentes a las plagas se verían contaminados. Mientras, los pesticidas seguirán en el entorno. En silencio, pero más letales que nunca.