Los días pasan lentamente en el polígono industrial las naves en el alquiler no han dejado de crecer, ni un día mas, cada vez hay más locales en opción de traspaso, las cafeterías tienen menos ambiente que de costumbre, la crisis afecta a todos y cada uno de nosotros en mayor o menor medida, los políticos no se enteran porque no les conviene enterarse, después de todo ellos se deben al partido que es el que les ofreció el puesto.
Hay que ser realistas un político tiene aversión al mundo real, porque no se identifica con el, no le resultan cómodos, ni el taxista, ni el pensionista, ni la limpiadora, ni el abogado, ni el albañil, ni el sufrido autónomo que tiene una tiendecita o una pequeña empresa que le cuesta mantener en pie.
Es duro pero es así, todo se basa en negar la realidad y eso es especialidad de la clase política que se entretiene en echarse los trastos a la cara y poco más.
La realidad es muy tozuda la crisis, es nuestro castigo a una euforia consumista desmedida que nos ha pillado con el paso cambiado, mientras nuestros bolsillos son vaciados por una clase política que tiene un gran afán recaudatorio.
La voracidad de los políticos con un dinero que no es suyo no tiene límites, así que ante situaciones de crisis, lo que han decidido es subir los impuestos de aquellos que son sus representados que no tienen otra opción que abuchear a sus representantes y esperar a las próximas elecciones para cambiar las cosas.
Atrás quedaron los tiempos en los que aquellos en los que pensaban que la crisis era real, recibían comentarios despectivos por manera de pensar, la realidad ha sido tozuda y a acabado imponiéndose.
Ahora parece que todos se han dado cuenta de que no era una visión catastrofista, ni alarmista, sino algo que estaba ahí al acecho.
Hasta los más incrédulos han despertado de su sueño y han recibido una bofetada.
Negar la realidad es una forma de huir de ella pero eso no significa que no esté ahí, en momentos de crisis todos se aprietan el cinturón, mientras el político actúa justo al contrario porque su ritmo de vida exige un sacrificio de otros pero el suyo.
La gente va por un lado y los políticos por otro y además nos tratan mal, nos ponen en situaciones incomodas.
La política profesional debería desaparecer como tal y así nos iría mejor a todos.