Parece que ya no es suficiente con que la política y sus consecuencias nos afecten de una manera directa en la realidad cotidiana, sino que debemos asumirla como algo que nos facilita las cosas y que vela por nuestro bienestar.
Mas allá de esa realidad, se crea una capa tridimensional que nos oculta otra realidad y que, a pesar de no observarla a simple vista, existe y no hay que esforzar mucho la vista, o agudizar el intelecto, para captarla, pues a pesar de que intentan, desde una manipulación libre e impune, ocultar esas capas no visibles para el ojo social, la ciudadanía empieza a desarrollar esa capacidad de discernimiento y a darse cuenta de que el entorno político miente, no sabiendo, en consecuencia, cuando tratan de verdades absolutas.
Siempre desde una actitud políticamente correcta, innovan y se reciclan para poder ofrecer algo nuevo que contente a la sociedad y evite la persecución moral, ética y de honor impoluto que creen merecerse por sus labores correctas. Pero nuevamente, todo eso queda en esa capa que pretenden que no veamos, y nos quedemos sólo con el mensaje o las intenciones bien estructuradas, ofreciendo un futuro esperanzador, mientras siguen con sus trapicheos (expresión apropiada) internos y sus «espero que no se entere nadie» o » hay cosas que es mejor no decir y ocultarlas pase lo que pase».
Deberían, los actuales mandatarios, proporcionar una verdad absoluta, si desean ganar credibilidad y ofrecer esa transparencia de la que tanto alardean y reiteran que es empleada en la práctica cotidiana, con intención de aplicar esa realidad visual y propagandista que ya no es tan útil como creen y pretenden que sigamos creyendo.
Ášnicamente queda la esperanza de programar nuevamente otro gobierno, que pueda ofrecer algo distinto en muchos campos y cuya proyección de intenciones sea nítida y sin distorsión alguna, pues actualmente hemos desarrollado, gracias a estos acontecimientos, la capacidad de ver cosas que pretenden ocultar bajo una apariencia normal.