La vida en común realizó ayer su acto sagrado de comunión democrática y celebró la ceremonia de unas elecciones que satisficieron a todos menos al partido ganador de las mismas, a pesar de catalogarlas como hito histórico.
El tsunami azul del conservadurismo que arrasó al país en los pasados comicios generales y municipales ha devenido en un oleaje que ya no remonta las escolleras de Andalucía, donde los socialistas podrán conservar el gobierno regional si alcanzan pactos parlamentarios con los comunistas, auténticos beneficiados (de 6 a 13 diputados) de estas elecciones autonómicas.
El presidente andaluz, José Antonio Griñán, salva los muebles y adquiere al fin la autoridad moral y fáctica frente a los suyos al ser candidato electo y ganador en unas condiciones imposibles para el PSOE, formación acuciada por la crisis y las denuncias de corrupción.
La política regional se torna así muy interesante por cuanto estará determinada por la necesaria colaboración entre las fuerzas progresistas, cuyas iniciativas actuarán de contraste y oposición a las medidas conservadoras del Gobierno de la nación, evidenciando una alternativa que había sido laminada por el poder acaparado por el Partido Popular. Andalucía no le permite al Gobierno disponer de unas manos libres para dictar sin discusión las reformas que tenía pergeñadas en cuanto se celebraran estos comicios.
Ya no hay excusas para desarrollar esas severas políticas de control del gasto que se aplicarán en la presente legislatura y que ahora serán contestadas desde Andalucía.
El escenario político vuelve a ser cromático ante el insoportable predominio azul que ha estado a punto de extenderse por todo el país.
A partir de ahora, toca hacer política.