Gran parte de la actividad política actual se ordena a llegar al poder y, una vez en el poder, a promover la reelección. Se deforma así la naturaleza de la política como búsqueda común del bien común. O peor, se sitúa más allá del bien y del mal, haciendo el bien cuando es posible y el mal siempre que sea necesario. Pero hay que denunciar este ejercicio perverso del poder político. Max Weber, en su famoso texto La política como profesión, ya nos lo había advertido: “Quien hace política busca el poder. El poder como medio, al servicio de otros fines, o el poder por sí mismo, para disfrutar del prestigio que otorga”. Este último modo de poder político fue ejercido históricamente por nuestras elites a fin de beneficiarse de él, olvidando al sujeto de todo poder, que es el pueblo.
Necesitamos rescatar el poder como medio al servicio de objetivos humanos. Sólo ese poder es ético. Es imperativo, pues, elegir políticos que no hagan del poder un fin en sí, para su provecho, sino la mediación necesaria para realizar el bien común, a partir de abajo, de los excluidos y marginados. El paleocristianismo llamaba a esto liturgia, que quería decir servicio del pueblo, agradable a Dios.
En este contexto queremos recuperar la figura sin par de político de los tiempos modernos, Mahatma Gandhi. Para él la política es un gesto amoroso para con el pueblo que se traduce por el cuidado con el bienestar de todos a partir de los pobres. Á‰l mismo confiesa: “Entré en la política por amor a la vida de los débiles; viví con los pobres, recibí parias como huéspedes, luché para que tuviesen derechos políticos iguales a los nuestros, desafié reyes, olvidé las veces que estuve preso”. En este tiempo de elecciones, saber cuáles son los proyectos que se proponen cuidar del pueblo constituye el criterio para elegir al presidente que necesitamos… Hasta ahora predominaba una política que cuidaba de la estabilización monetaria, de la inflación, de la deuda externa y de nuestra inserción en el proyecto mundo. Todo sin escuchar al pueblo.
Que no se diga que tal diligencia representa cuidado para con el pueblo. Su situación empeoró, prácticamente en todos los aspectos sociales. Lo cual significa que nunca tuvo centralidad. Cuidado meticuloso y materno lo hubo, sí, con los bancos y el sistema financiero, que tuvieron lucros exorbitantes. En lugar de cuidado, lo que hubo en la política fue administración de las demandas populares, atendidas de forma paliativa, más para apagar la inquietud y ahogar la revuelta justa que para atacar las causas de la devastación que padece.
El cuidado con el pueblo exige conocer sus entrañas por experiencia, sentir sus urgencias, compadecerse de su miseria, llenarse de ira sagrada y escuchar, escuchar, escuchar. Debería haber un Ministerio de la Escucha… El pueblo quiere trabajar y, con su trabajo dignamente pagado, comer, vivir, educar los hijos, tener seguridad, salud, cultura y tiempo libre para apoyar a sus equipos y celebrar sus fiestas y cantares los fines de semana. El pueblo merece ese cuidado, esta relación amorosa que aleja el miedo, da confianza y realiza el sentido más alto de la política.
por Leonardo Boff
Filósofo y escritor