Nos quedamos indefensos -creo que es la palabra acertada- cuando vemos la carencia de ética en los gobernantes de hoy, y en los de ayer; también cuando pensamos que en el futuro este trance se repetirá. Javier Caraballo en El Confidencial ha atado cabos con la La ética de la política. Ha criticado duramente la falta de ética, y el entendimiento ambiguo de la misma por las partes interesadas, en la política, tanto del Partido Popular como del Partido Socialista. La moraleja es la indefensión ante esta clase política desbocada en un hedonismo destructivo que nos empuja al cataclismo.
No me puedo quedar de brazos cruzados ante esto. En realidad, siempre he pensado que la actitud de los políticos es la actitud imperante en el resto de la sociedad. Ni más ni menos, ni tanto ni tan poco, es un fiel reflejo del cambio de valores, de su confusión y su controvertibilidad en la actualidad. Primero indagando por definiciones:
La política (de politikós, «ciudadano») pretende ser la el medio por el cual la voluntad de los ciudadanos se plasme en la realidad. Es un medio para los fines, que son los objetivos de la voluntad de los ciudadanos. Este medio se diferencia de otros por su caracter coactivo y violento pues se basa en la imposición de normas, planes, preceptos o valores morales a los ciudadanos. También, en aras de cumplir con tales normas y planes, se usan recursos ajenos de los ciudadanos, los cuales, dicho de paso, se sustraen por la fuerza obligadamente.
La definición es chocante en lo tocante a los términos usados, sin embargo, es de innegable concisión. Es un medio para llegar a unos fines, y es un medio coactivo ya que supone que los gobernantes son, precisamente, lo contrario a «ciudadanos» de a píe como la genealogía de la palabra indica, sino privilegiados con poder sobre los demás. Por tanto, como en la actualidad los medios políticos emanan, supuestamente, del pueblo a través de la elección de organizaciones. Estas proponen a sus dirigentes para ser eregidos como políticos, o sea, como tales personas con poder sobre los demás, y aquellas a las que se delega la potestad de cumplir con los fines de la ciudadanía. En posesión de tanto poder se exige a los políticos ser servidores públicos, no aprovecharse de su cargo (poder sobre los demás) y seguir una estrecha ética. Confiamos pues, que el político no sea una persona corriente, sino un santo, o nuestra proyección de una persona ejemplar. La realidad, que son de carne y hueso.
Ahora, la contradicción de la política. Si esta desea ser ética ¿qué debe hacer? Todo cuánto haga será a costa de las propiedades y del dinero justamente ganado por los ciudadanos. Su acción siempre, pues, dejará descontento a unos, los que la tacharán sin reparos de injusta; y contentará a otros, que se beneficiarán de la exacción fiscal. Eso a nivel personal. A nivel social, deja contentos a colectivos receptores de la recaudación; deja desvalidos a los donantes forzosos de la recaudación. En la práctica económica, cuando uno se obliga a pagar con su dinero recibe, a cambio, un derecho sobre un bien o servicio que adquiere, compra. Con los medios políticos, puedes estar obligado a ceder tu dinero sin elección, pero no tienes, después, no tienes elección sobre lo que tienes derecho; si es que tienes sobre algo. Conclusión lógica: la política no es ética intrínsecamente, independiente de quién lo ejerza. La política es un mal necesario en las sociedades de hoy día.
Reacciones:
- Caso A. Quién confía en los políticos, o en que haya gobernantes en el futuro que hagan la política ética: Rechazará el razonamiento como sesgado seguramente. Pero aun así, solo lo apartará, porque encontrará imposible refutar que la política es un medio en el que confiamos los ciudadanos para lograr unos fines (mejorar nuestra vida y bienestar) y llega consigo el robo de la propiedad justamente ganada por el trabajo.
- Caso B. Quién no confía en los políticos ni en que pueda haber algunos decentes. Si acaso, nosotros mejoraremos nuestra vida pero no gracias a ellos, sino a pesar de ellos: Verá razonable estos argumentos, sin embargo, verá que son en exceso radicales como para aceptarlos. Encontrará alguna laguna lógica o se quedará pensando que, si no hay política, ¿entonces qué? Parece irresoluble. Quizás convenga en que es un mal necesario.
- Caso C. El griego. El que piensa que somos partícipes todos de la política. Que depende, efectivamente, de nuestros valores sus resultados, pero es honrosa y parte inseparable de ser ciudadano. Esta perspectiva no la critica directamente, no la puedo rebatir. Si una persona piensa que vivimos para la comunidad y no somos dueños de nuestro destino, entonces, exacto, los medios políticos no son coactivos puesto que, para esta persona, vivimos para la política. El derecho público debe agrupar a todos los ciudadanos subordinando a los individuos al derecho privado (El derecho público son obligaciones para los privados).
Conclusiones:
La política no puede ser ética ni moral, al menos para todos. Para unos, a veces, cuando coincida con sus valores, será moral y aceptable la acción política pero a otros (como todos pensamos diferente) será reprobable e inmoral. Después, quizás, cambiarán las tornas en otras acciones políticas de los mismos gobernantes o de otros. Denunciar la falta de ética es un error, puesto que ni puede aspirar a serlo. Si nos centramos en denunciar las acciones en las cuales los políticos se extralimitan de su función, primero debemos delimitar sus funciones. No están claras a donde se alargan el poder de los políticos y a dónde no pueden llegar. Pueden subir los impuestos, por ejemplo ¿pero pueden sustraernos bienes? Algunos defienden que pueden fijarnos los salarios, al trabajador como al empresario; y está comúnmente aceptado que pueden elegir nuestra educación, en vez de los alumnos y padres. Como es tan complejo de delimitar, y obtener un criterio o criterios válidos en todos los casos, universales, es casi imposible, sino imposible del todo. La única pretensión cabal posible con la política es que ocupe y tome las mínimas decisiones en nuestra vida. Se repliegue y nos deje hacer más a los individuos, autónomos e independientes que controlemos nuestra vida.