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Los ciudadanos de este castigado país asistimos desesperanzados e impotentes al vergonzante espectáculo de la política patria.
Las instituciones del Estado deberían albergar serias dudas a la hora de calificarse a si mismas, pudiendo elegir entre Circo o Zoo, siendo ambas denominaciones igualmente válidas y aplicables en esta tierra azotada por las hordas bárbaras de los ineptos mangantes de la res publica.
Sinceramente, si me dieran a elegir entre un Congreso de los Diputados ‘Zoo’ o ‘Circo’, elegiría ‘muerte’. El ‘susto’ ya nos lo llevamos hace tiempo todos los españoles, cuando descubrimos que si la democracia por la que tanto padecieron muchos de nuestros mayores era esto, los ‘Padres de la Constitución‘, erigidos en próceres de la patria ‘nos la metieron doblada’.
Al cabo de más de treinta años, la partitocracia campa a sus anchas, y del franquismo con sus caciques, señoritos, curas y fuerzas del orden haciendo y deshaciendo a su antojo, hemos pasado a padecer a una caterva ingente de parásitos dominados por características que ya les son propias: la ineptitud, la incapacidad, la maldad, la psicopatía, la carencia de empatía, el afán de lucro por encima de lo legal y moral, las ansias de poder para dominar e imponer su voluntad, la absoluta falta de ética, la prepotencia, la soberbia, el orgullo mal entendido, la falsedad y la mentira, la hipocresía, la demagogia y la absurdez de lo ‘políticamente correcto’…
No priman los individuos válidos, y de libre conciencia, ni las personas que brillan por cualidades tan cacareadas como el mérito y la capacidad, sino los apesebrados, los aborregados, los adocenados, fieles a los dogmas de cada partido y a las estrafalarias ocurrencias del ‘zángano’ reinante en ese momento ( y por supuesto a su ‘familia’ de apoyo).
De todo ello se deriva el ‘nivel’ de Política que tenemos: la corrupción es su seña de identidad, el nepotismo, la promoción de un capitalismo de amiguetes, que da de resultas en la esclavitud de la ciudadanía, sometida a un permanente y humillante saqueo de sus bienes, a un continuado lavado de cerebro mediante el bombardeo de consignas y eslóganes desde los medios de comunicación afines, y a una des-educación dirigida desde el Gobierno para obtener ciudadanos-bobos tras su paso por el sistema educativo.
Ya en la época de la mitificada UCD nos mentían y utilizaban… pero no habíamos hecho sino comenzar a sufrir ‘la democracia adulterada’ que nos endilgaron.
Pronto llegaría Felipe González, el político con ‘la jeta’ más dura que ha conocido el PSOE: un socialista de salón que al parecer sólo ansiaba alcanzar los vedados cotos reservados a la ‘clase capitalista’ (pero la del capitalismo de amiguetes, no la del libre mercado, pues no existe tal mercado libre, sino uno intervenido hasta el tuétano por el Estado). Un tipo que hoy día es exponente máximo de la izquierda caviar… y a quien aun se le consiente considerarse estadista, cediéndole la palabra para que nos ilustre con sus fantasmadas. La desvergÁ¼enza no conoce límites en ciertos personajes, responsables políticos de los primeros casos de corrupción institucionalizada en nuestra democracia, de condenar a toda una comunidad autónoma (la andaluza) al atraso y a vivir de la subvención; y cómo no, hasta del terrorismo de Estado.
Otros anteriores o posteriores pasarían sus presidenciales días sin pena ni gloria… No así un José Mª Aznar que nos vendió el eslogan del «España va bien«, mientras sonriendo bajo el bigotillo inflaba a dos carrillos la burbuja inmobiliaria que nos haría creernos ricos (y ‘supermegaguays’ si además jugábamos a padel con Borjamari). Esa enoooorme ‘bola de mierda’ cayó rodando (y creciendo) frente a los pies de un ingenuo contador de nubes, Rodríguez Zapatero, que entre empanamiento y candidez, se hallaba más preocupado del buen rollito con la secta de la ceja que del buen gobierno del país.
Hasta hoy, día en que un hijo de buena cuna, como mandan los cánones de la derechona española, Mariano Rajoy, un firmador de papeles, impávido y sin capacidad emotiva alguna (que parece ni sentir ni padecer), un ser antiempático ciertamente, de mirada vacía, huera, se aferra a su exigua victoria electoral, mientras finiquita a su partido, condenado desde el mismo momento en que Aznar erró con su dedazo, y nombró sucesor a quien no debería haber salido jamás de los jamases de provincias.
Y así, la incapacidad de este ser viviente, que parece adormilarse frente a las adversas circunstancias, cual res que pasta en el prado ajena a todo lo que a su alrededor acontece, nos ha empujado a la situación actual: un Partido Popular corrompiéndose por los cuatro costados, sin que cirujano alguno ose cortar por lo sano; un un Partido Popular sin líder, como encabezado por una inanimada marioneta; un PSOE dirigido por un Sánchez que semeja ser un remake barato de protagonista de vodevil; ansioso de poder, sintiéndose artífice de la Historia de España; un Rivera que abandonando el ideario liberal, ha izado la bandera socialdemócrata, y se afana por pactar ‘con moros o cristianos’ con tal de tocar chufa, ignorando las corruptelas de unos y otros, bendiciendo nuestra Constitución, la Monarquía, y lo que sea menester, en una venta del alma al diablo a precio de comercio chino. Un Garzón que anda desubicado… desde que una tal Pablo Iglesias le arrebató incruentamente el altar sagrado de ‘las izquierdas’. Un Iglesias que no traerá frescor de renovación a nuestra cadáverica democracia , sino que la envolverá en un hedor mayor, resucitando a los muertos del marxismo, del leninismo, del chavismo y de todos los terribles y degenerados ‘ismos’ nacidos de las ideas dementes de la difunta URSS. Volveremos a las checas, a la policía política, a los ciudadanos delatores… al gasto público para llenar estómagos hoy y vaciar las despensas del mañana (Venezuela, ¡habla!)… Demagogia y populismo.
Mientras tanto, los ministros del neofranquismo nacionalcatólico nos deleitan con la caza de brujas de tetonas que se despelotan en las iglesias. Pronto levantarán cadalsos, y piras, y la Inquisición y sus tormentos retornarán a nuestras vidas…
Y todo esto, queridos compatriotas, aderezado con el húmedo y lúbrico fluido dorado que alguna que otra meona revolucionaria esparce en la vía pública cual maná para ‘las gentes’, para ‘el pueblo’…
Otros, recogemos ya los bártulos; preparamos las maletas; hacemos el equipaje… porque en esta España de Rinconete y Cortadillo, del esperpento, de la vulgaridad, medieval y dantesca, plena de gentuza sin escrúpulos y de bobalicones que se dejan sodomizar mientras envidian absortos la vida de otros en las pantallas de sus televisores, digo, otros, nosotros… no tenemos cabida en esta tierra.
Hasta siempre, patria ingrata.