Los enemigos de la libertad de pensar, sentir, y vivir ocupan los puestos de poder del mundo y están empeñados en prolongar y aumentar sus privilegios, sus riquezas y prestigio a costa de las mayorías dormidas que desconocen su propio poder.
Nuestro ser y estar en este mundo depende de cinco componentes cuya calidad y cantidad determinan nuestra felicidad o infelicidad y a largo plazo nuestro destino. Estos cinco hilos con los que tejemos el traje de nuestra existencia son pensamientos, sentimientos, sensaciones, palabras y actos. Todos ellos son energías. Como energías actúan en la totalidad de nuestro organismo: sobre nuestro sistema nervioso en primer lugar, y a continuación sobre nuestra alma y sobre cada célula corporal. El cuerpo es siempre el último en enterarse, la caja de resonancia final de esos cinco componentes.
Nada en nuestro interior escapa a la acción de estas energías creadas por nosotros y con las que inevitablemente estamos en contacto instante a instante de nuestra existencia, pues ¿quién deja de pensar, de sentir, de tener sensaciones, de hablar (aunque sea mentalmente), de hacer esto o lo otro?… La combinación de estos elementos vitales determina nuestros estados de ánimo, nuestros estados de salud o enfermedad, dan forma a nuestras vidas, y, como se dijo al principio, determinan nuestro destino personal. De modo que descartamos la influencia del azar, debiendo ser sustituirlo por “cosecha” de nuestras siembras personales en los cinco componentes. Azar es algo que deberíamos desterrar de nuestro modo de pensar aunque el poder de este fantasma producido por la ignorancia haya sido y siga siendo tan importante aún en nuestro medio cultural. También los científicos, paradójicamente, siguen hablando del azar, pero hace milenios que el Egipcio Hermes ya advertía que el Azar es el nombre que damos a leyes que no conocemos.
Todo cuanto sucede en el mundo de las energías obedece a la Ley de Causa y efecto, o de Siembra y Cosecha, y esta es una ley cósmica. Nos conviene, pues, tomar conciencia de que ninguna energía se pierde en ningún punto del universo, lo que se defiende tanto en el campo científico como en el campo espiritual, ya que aunque la energía no es material, lo son sus efectos y no tiene forma aunque adapta transitorias formas materiales. Así, la materia es energía densa, condensada: energía de baja vibración. Su carácter es inestable e impermanente porque se halla sometida a las leyes generales de la energía, que tienden a simplificar lo complejo, a convertir en sutil lo grosero, a sujetar al dinamismo general del universo lo particular y concreto.
Así pues, la materia es, como todo cuanto existe, energía en movimiento. Igual sucede con nuestra energía pensamiento como forma de energía, pues todo pensamiento que se repite tiende a la acción. De ahí su poder y el miedo de los enemigos del pensamiento libre a que este se extienda y arraigue en los corazones. Así se explica que tantos poetas, místicos, filósofos y gentes alternativas de todas las épocas sean perseguidos y hasta asesinados. Los enemigos de la libertad de pensar, sentir, y vivir ocupan los puestos de poder del mundo y están empeñados en prolongar y aumentar sus privilegios, sus riquezas y prestigio a costa de las mayorías dormidas que desconocen su propio poder. Los ricos y poderosos son los parásitos del mundo. Sin embargo, con refinados medios consiguen ser admirados, venerados, obedecidos, votados y encumbrados por los muchos. Estos quieren ser como ellos, admirados, encumbrados, poderosos, y les imitan en cuanto pueden. Esta es la razón fundamental del por qué es tan difícil que el libre pensar, el libre sentir y el libre actuar sean patrimonio de la humanidad.
Tomemos el timón del día
En cuanto uno abre los ojos cada mañana, comienzan a circular pensamientos. Y en cuanto nos centramos en uno u otro, le damos fuerza con nuestra atención y haciendo surgir en nosotros el estado de ánimo correspondiente a esos pensamientos que nos servirá para enfrentarnos a las horas siguientes. Digamos que estamos enfocando el día únicamente a través de nuestro prisma personal. Por eso es tan importante aprender a controlar nuestros pensamientos, a seleccionar aquellos que nos benefician por ser positivos y a dejar a un lado los pensamientos negativos de odio, desprecio, envidia, ambición, miedo, preocupaciones y semejantes, porque si nos dejamos llevar por ellos estamos atentando contra nosotros en primer lugar, y a continuación enfocaremos el resto de nuestro día bajo esa baja vibración que actúa a nivel biológico tensando nuestro sistema nervioso y agrediendo a nuestro cuerpo. Nuestra carga de negatividad afecta a nuestras relaciones sociales y tal vez eso nos lleve a peleas y discusiones, lo que luego volverá a nosotros. Y por último, a nivel espiritual cargamos nuestra alma con eso que se llama pecado, que son las miserias del yo inferior negativo, las miserias de nuestro egocentrismo. Incluso podemos enfocar nuestra vida toda desde el punto de vista de los pensamientos negativos, con las consecuencias nefastas que trae consigo esta actitud a largo plazo: enfermedades, problemas psicosociales, vicios autodestructivos, etc.
Los pensamientos de odio, celos, envidia, miedo, avaricia, ambición, agresión, desprecio, engaño, intolerancia y semejantes, que son rostros del egocentrismo, forman las compañías indeseables de la vida sino somos capaces de controlarlos y poner en su lugar a los contrarios de cada uno, porque de no lograrlo ejercen sobre nosotros una presión permanente contra nuestra alegría, nuestra paz y nuestra salud. Por tanto nos limitan y nos encierran en su cámara oscura donde la única fotografía que se revela es la de un alma enferma en alguno de esos aspectos y que necesita superarlos para evolucionar, pues evolucionar da sentido a la vida. Por eso es tan importante tomar el timón de nuestro pensar y sentir.
El miedo del Poder
Los pensamientos positivos y las actitudes altruistas, desinteresadas, pacíficas y cooperativas, son fuerzas de una naturaleza vibratoria superior a la negativa, y por lo tanto de mayor poder. Conscientes de esto, los poderes de este mundo sienten miedo porque ven peligrar sus poltronas y privilegios en la medida que la conciencia libre arraigue en las masas. Por eso necesitan armarse de complicados mecanismos de seguridad y represión y persiguen siempre a quienes los desenmascaran y pueden ayudar a otros a abrir los ojos enarbolando las banderas de unidad, libertad, amor desinteresado, confianza, valor, hermandad, justicia , bondad, respeto y semejantes.. De ahí la persecución a los auténticos revolucionarios: sociales, espirituales, científicos, artistas… Una larga lista de asesinatos, persecuciones, exilios y cárceles, señala la ruta del poder del pensamiento libre por donde circulan provisionalmente triunfantes los servidores de la oscuridad y las malas artes, los carceleros de la dicha…
¿En qué medida contribuimos a alimentar a la “bestia” con nuestros propios aportes?… pues de nada sirve criticarla por un lado si por otro le proporcionamos la energía que necesita a través de nuestra propia negatividad.
En la medida que cada uno de nosotros, como célula de la humanidad, vaya dejando de alimentar al monstruo, este se irá debilitando y acabará por desaparecer, pues ¿qué pueblo de gentes altruistas consentiría estar gobernado por avaros? ¿Qué naciones de gentes pacíficas soportaría un poder militarista? ¿Qué mundo donde prevalecieran las gentes honradas admitiría estar controlado por ladrones y gentes innobles y mentirosas? Pero este es nuestro mundo, un mundo controlado por envidiosos avaros, sujetos agresivos y destructivos, mafiosos, ladrones y gentes, en fin, innobles.
Observamos que el Sistema capitalista no cesa de crear, promover y llevar hasta el extremo todos esos componentes de negatividad mencionados. Es más: ¿podría existir sin ellos? No sería posible tal cosa, ya que esta es precisamente la energía que lo nutre, el veneno del que vive.
Reflexión final
¿En qué medida estamos lejos de todos esos sujetos que alimentan al Sistema o en qué medida alimentamos sus miserias con las nuestras? Esta es la cuestión. Esta es la gran cuestión que define los campos de la revolución y la contrarrevolución, no los bellos discursos ni que un grupo dominante tome el poder con el voto del pueblo o contra el pueblo.
¿Tenemos el control de nuestro poder de pensar, sentir, hablar y actuar, o hemos permitido ser controlados? Esta es la cuestión decisiva.
¿Qué clase de pensamientos predomina en la mente de los pueblos y en la de cada uno? ¿Pensamientos negativos? ¿Pensamientos positivos? Esa es la medida que nos aleja o acerca a un cambio verdadero hacia sociedades libres, justas, pacíficas y unidas.