Este es uno de esos momentos históricos en que hay que revindicar un cambio de rumbo a todos los niveles superando prejuicios y malentendidos que los expertos en difundirlos vienen prodigando durante siglos arrastrando a incautos, miedosos y comodones.
POR UNA CONCIENCIA LIBRE Y UNIVERSAL
Para cualquier creyente, sea cual sea inclinación espiritual, Dios es la Conciencia Universal y Libre junto a otras cualidades y atributos. Ahora bien: al habernos creado a imagen y semejanza de Sí , es natural que Sus hijos tengamos antes o después esa misma tendencia a la inmortalidad, la justicia, a convertirnos en seres libres con la conciencia de pertenecer al Universo, pues Á‰l nos dice en una Manifestación dada a través de Gabriele (WÁ¼rzburg, 9-12-1990) que somos Universo que ha tomado forma del modo que Á‰l mismo como Creador es Universo que ha tomado forma personal como nuestro Padre desde la corriente eterna primaria o Dios impersonal.
De haber seguido Sus leyes, no habría existido la Caída o rebelión celestial y no seríamos actualmente seres humanos, sino espíritus libres que fluyen en la corriente universal y se mueven en todos los planos de la existencia eterna, tal como Dios nos explica en esa misma manifestación. Pero la Caída por un lado puso en evidencia nuestro libre albedrío, y por otro, y esto es negativo, significó el inició de un proceso de degradación de la conciencia que nos condujo a nuestra condición humana, a la envoltura material de nuestras almas, a la existencia en planetas materiales acorde con nuestra frecuencia vibratoria, y a la organización de sociedades y formas de pensar intelectuales enfrentadas a la voluntad de Dios. Con ello, perdimos en mayor o menor medida esa libertad de conciencia libre con la que fuimos creados –ahora sujeta a las cargas de nuestra alma- y la conciencia de universalidad, refugiándonos a menudo en el “autismo social” al que somos conducidos como ovejas al matadero por los enemigos de Dios sentados en los tronos del mundo.
Durante siglos, la humanidad ha soportado el espectáculo teatral de poderosas fuerzas enemigas de la Verdad divina y de las verdades humanas cuya diversidad de ropajes han sido los más convenientes para ejercer sobre las conciencias toda clase de poderes: religiosos, militares, políticos, culturales, mediáticos, financieros y otros. Tales cosas se hicieron y hacen posibles mediante una compleja red de alianzas y acuerdos sobre el respectivo papel de cada una de esas fuerzas y la delimitación de sus poderes respectivos entre sí. Mediante diversos actores para dar la cara en su nombre, tales fuerzas actúan en nuestro mundo desde los escenarios respectivos utilizando métodos muy semejantes y casi invariables en el tiempo por cada sector de poder. Engaños, traiciones, conspiraciones, diversos tipos de manipulación, -incluida la mental y emocional,- y otras formas mucho menos sutiles, como la violencia extrema son muy corrientes. Con estos métodos se persigue invariablemente controlar las conciencias, controlar la energía de Planeta, la energía personal y los recursos materiales de todos.
FICHADOS Y CONDUCIDOS
Cada individuo desde su nacimiento hasta su muerte es “fichado” en un sin fin de aspectos, como el ser bautizado en una religión, o adscrito a una identidad nacional, por poner dos ejemplos entre los muchos.
Campañas sistemáticas de «pedagogía popular» son promovidas desde palacios, catedrales, mezquitas, sedes de gobiernos, centros de inteligencia militar y grandes corporaciones financieras en perfecta sintonía, y divulgadas por agencias de prensa, radios y televisiones públicas y privadas para uniformar las mentes. Los niños son programados en la misma dirección desde la propia familia, y luego en la escuela, para que acepten todo aquello que deben aceptar para integrarse en el rebaño de espectadores, creadores de riqueza, y sumisos consumidores. Principalmente se trata de aprender desde la niñez que es necesario someterse a todos aquellos a quienes se les define como autoridad, renunciar a su capacidad crítica y creatividad, ser competitivos, individualistas y a aceptar a todo tipo de intermediarios: religiosos, políticos, económicos, culturales desde la cuna hasta la sepultura. Estos aspectos son determinantes para que funcione la sociedad del espectáculo-extorsión mediante el cual unos -los pocos-consiguen poder, reconocimiento social y riquezas mientras otros- los muchos-viven cada día peor, o mueren de sed, hambre o enfermedades curables cada dos segundos.
La brecha tiende a agrandarse mientras se siga viviendo por las mayorías como normal todo lo anormal en esta comedia en la que no existen culpables si son demasiado poderosos, y se busque imitar a todo aquel que aparece revestido con riquezas o con una supuesta autoridad competente. Pero ¿quiénes están detrás de las riquezas y de la llamada autoridad competente?… Los cómplices visibles de las fuerzas más oscuras del Universo a cuyo servicio están ellos y todos los que les siguen hipnotizados por su aparente poder y quieren ser como ellos (ricos, poderosos, reconocidos). Los que así proceden son las víctimas. De estas víctimas-«inmensas mayorías»,- viven las poderosas minorías del poder oscuro.
BIBLIOMAFIOSOS
Religiones institucionales se encargan de mentir para las víctimas exhibiendo libros hábilmente condicionados (biblias, historia falsificada o códigos de derecho, según el “ramo”) para justificar ante el mundo sus situaciones de privilegio en total oposición a los principios espirituales o humanos que dicen defender. Derechos Humanos reconocidos oficialmente como hitos de civilización son exhibidos como coartada para justificar actuaciones criminales desde los poderes públicos. Y mientras esto sucede, se llenan de cadáveres y heridos las naciones violentadas, los edificios de las iglesias de sumisos acríticos, y las prisiones del mundo de testigos incómodos que denuncian las injusticias y se niegan a ser imitadores o víctimas.
La organización de los mafiocráticos del mundo oscuro ha llegado a tal grado de eficacia en el control de los cuerpos y las mentes, que pocos son los que escapan a sus tretas y redes, pues privados como han sido tantos de cultura crítica y de elementos espirituales puros de respuesta; presos en la inercia social del consumismo y los goces materiales como único sentido del existir, las masas enferman de inanición espiritual, pobreza mental y cultural, así como de muchas enfermedades producidas por el modo antinatural del vivir moderno, los trabajos semiesclavos en las industrias y campos, la carencia de oportunidades culturales enriquecedoras y la falta de perspectivas íntimas que lleva a tantos problemas mentales y físicos el vivir sin verdaderos valores internos en los que apoyarse.
EL LIBRE ALBEDRÁO SIGUE EXISTIENDO A PESAR DE TODO
El proceso de desintegración personal constatable en las grandes urbes y cada vez más en zonas rurales conduce a la desintegración de las relaciones en todos los grupos humanos.
Para ser honrados es preciso introducir la idea de que lo que sucede no sería posible si en el interior del alma humana no existiese un campo de cultivo propicio y acogedor para las malas siembras de los poderes negativos que dirigen el mundo. Sin embargo, conviene huir de dos tópicos: del tópico de Aristóteles afirmando que el alma es un libro en blanco al nacer (apropiado por las iglesias para negar la reencarnación que Cristo predicó) y del tópico de Rousseau en la misma dirección con su célebre principio de que el hombre nace bueno, pero lo corrompe la sociedad.
No cabe exculpar a cada uno de sus propias conductas y achacar a la sociedad o a sus dirigentes exclusivamente sus males, pues lo contrario sería negar el libre albedrío o suponer que este ha sido anulado totalmente por los poderes que rigen el mundo. Y aunque este sea el fin que estos pretenden, aún no lo han conseguido. Ahora bien: la presión que se ejerce sobre la humanidad hace muy difícil a los más débiles vivir contra la corriente, y muchos por comodidad, por miedo, por condicionamiento sociocultural y educativo y por no poner en práctica las leyes divinas que proponen la libertad como base para el desarrollo de la evolución, se dejan llevar por la corriente, pese a sus efectos perversos. ¿Consecuencias? Cada día aumenta el número de enfermedades mentales, sociales y físicas que llevan al robo, al crimen, a las drogas legales o ilegales, al fanatismo, mientras crece la apatía ante los desmanes de los poderosos. Aumentan epidemias provocadas como excusa para grandes negocios, la aparición de enfermedades nuevas merced al cambio climático mientras la respuesta inmunológica y social para hacerles frente es cada vez más débil conforme la mafiocracia mundial es más fuerte a la vez que el poder de los antibióticos y otros medicamentos se torna menos eficaz.
Igualmente débil es la respuesta social y legal basada en una de las peores enfermedades: la resignación pasiva y conformista.
¿CÁMO AFRONTAR ESTA OLA DESTRUCTIVA?
En esta situación parece más que evidente la necesidad de un profundo despertar de las conciencias a verdades que han sido profanadas, adulteradas, olvidadas y perseguidas durante siglos, especialmente por las clases sacerdotales hasta hoy mismo. Y ahora que estamos obligados a convivir entre diversas culturas en nuestras sociedades, tal vez sería apropiado buscar qué puntos esenciales son los comunes y libres de fanatismos culturales, religiosos, sociológicos y científicos y aprender a convivir entre nosotros según principios positivos en nuestras vidas cotidianas. Esto como es natural exige un trabajo de fondo, una depuración de conceptos que nos han sido transmitidos interesadamente por sus beneficiarios, y la identificación de nuevos paradigmas que nos conduzcan a una visión liberada y liberadora. Es preciso más que nunca agarrar el timón de nuestras vidas y no dejar que se nos marque el rumbo por algún interesado en recoger beneficios.
Algunas reglas de conducta de validez universal como la Regla de Oro «Trata a los demás como tú mismo quisieras ser tratado», o «No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti» son pilares básicos de convivencia basados en la ley universal del amor, que es la ley del mismo Dios al que todas las religiones dicen respetar bajo diversos nombres. El amor, el respeto y la tolerancia basados en el cumplimiento de leyes universales como los Diez Mandamientos (aceptados por todas las religiones y personas de buena voluntad) conducirían a una convivencia pacífica, imposibilitarían las guerras y nos conducirían a ese mundo tan deseado de paz, libertad, unidad, justicia y fraternidad. Estos sabios principios reconocidos por la Humanidad en su conjunto sólo esperan ser puestos en práctica para que este mundo que hemos configurado desde la negación de esos principios y nos conduce al desastre global, dé un salto evolutivo. Esta es la esperanza de la verdadera revolución que no es sólo social, que no es violenta, que no se basa en partidos, iglesias ni institución alguna, porque sólo opera en el corazón de cada persona, de cada uno de nosotros: es la revolución espiritual. En esta revolución pacífica cada uno es la esperanza de los demás. No hay otra salida. Que no espere nadie que puedan poner remedio a los males del mundo los mismos que lo dirigen hacia el abismo. Que no espere nadie que una revolución de las clásicas («quítate tú, que me pongo yo») va a poner remedio a los males de nadie, pues de este tipo de revoluciones violentas ya hemos visto cuáles son sus frutos históricos. Y como nos dijo Cristo: «Por su fruto se conoce el árbol». Que no espere nadie que economistas, banqueros, políticos, papas, intelectuales, científicos, sindicatos, partidos políticos, comités de (supuestos) sabios, organismos internacionales o iglesias de cualquier nombre van a proporcionar soluciones para salvar el mundo.
Miren de frente el mundo que estos han creado con nuestra ayuda: la amenazante realidad que nos envuelve y a la que cada uno de ellos contribuye en grandísima medida. Y sobre todo no esperen seguridad alguna de su parte, sino más control policial y mediático y peores condiciones de vida.
Nos encontramos en el presente en un momento decisivo de la humanidad. Nunca como ahora se dieron en toda nuestra historia circunstancias tan extremas y determinantes para cada uno, para nuestra especie y para el propio Planeta y todas sus formas de vida. ¿Cuál es el grado de responsabilidad de cada uno? ¿Qué clase de pensamientos, sentimientos, y actuaciones aportamos cada uno? ¿Contribuyen nuestras aportaciones al cambio, o fortalecen lo que existe? Esto es lo determinante para nuestra alma, nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos.