Hubo un tiempo en que la calle de Buenos Aires era propiedad de los represores de derechas, todo era sospechoso y se podía “desaparecer” en la calle. Hoy, sectores marginales y violentos de una izquierda anacrónica y vacía levanta las mismas banderas de los años ’70, pero con el peligroso plus de su alianza filo-islamista y judeofobia.
Grupos de «piqueteros» subsidiados por el gobierno argentino portan consignas contra Israel y EE.UU.
Argentina pareciera estar cada vez más lejos de aquel país que fue hasta hace pocos años. Hoy se debate cada vez más al sur de Bolivia, cada vez más alejada del mundo.
Hubo un tiempo en que la calle de Buenos Aires era propiedad de los represores de derechas, todo era sospechoso y se podía “desaparecer” en la calle. Hoy, sectores marginales y violentos de una izquierda anacrónica y vacía levanta las mismas banderas de los años ’70, pero con el peligroso plus de su alianza filo-islamista y judeofobia. Esta izquierda (mercantilista y hueca) a la que refiero puede hacer que cualquier ciudadano se vea agredido verbal y físicamente si pretende dar un inocente paseo por la ciudad de Buenos Aires y tiene el infortunio de cruzarse en su camino.
Por lo que se ve, no estoy seguro que se haya progresado mucho desde los ‘70 a la fecha.
La izquierda dogmática no ha evolucionado, continua teniendo problemas con el orden publico y las instituciones, quizá porque (la verdad sea dicha) muchos de sus hijos corrieron delante de los dineros y las prebendas, es decir, padecieron “un colapso de orden moral ciertamente original y materialista” una vez que la democracia argentina fue reestablecida en 1983, cuando tocaron pelo, les dio un ataque de anti sentido común, percibieron la realidad desde un punto de vista diferente y hasta se enamoraron de la violencia que achacaban a lo peor de sus fuerzas armadas a quienes demonizaron hasta la humillación y la venganza, sin tamizar responsabilidades concretas, alejándose así de la justicia en el verdadero sentido.
Este tipo de progresismo, clásicamente híbrido, hipócritamente humanista y vacío de sentido e ideas verdaderamente innovadoras no es inmune a una cierta responsabilidad dirigencial que ha perdido cualquier punto de moral, ética, dignidad y autoestima y está dispuesta a cualquier cosa antes de perder espacio, hasta el punto de enarbolar la defensa de entidades terroristas del Oriente Medio, las mismas que han sembrado de cadáveres la generosa tierra argentina con sus bombazos a la Embajada Israelí en 1992 y la Mutual Israelita de Buenos Aires -AMIA- en 1994.
Para mayores males, también se aprecia algo nunca visto, la fractura social a través de una pretendida doctrina de confrontación “betwen Black and White” planteada por un marginal, maestro (del resentimiento) y ex funcionario de gobierno, despedido (acertadamente) por sus relaciones controvertidas con regimenes investigados por la misma justicia argentina precisamente por los atentados antes mencionados.
No son pocos los ciudadanos argentinos que se preguntan ¿como llegamos a esto?
Lo cierto es que la Argentina actual esta sometida al designio de bellacos y manipuladores de los sectores mas necesitados. Comerciantes de la pobreza, siempre escudados en pseudo-organizaciones de derechos humanos generalmente cojas, de discursos sesgados y amnesia crónica, cuyo estandarte es la violencia hacia cualquiera de sus conciudadanos que piense diferente. Estos defensores de los islamistas del Oriente Medio no se movilizaron jamás para repudiar los mismos regimenes cuando ejecutan seres humanos por su condición sexual o someten a las mujeres al mas repugnante desvalor, las lapidan por que han tenido la desgracia de haber sido violadas por un tío 30 años mayor, o exportan terror y destrucción entre los pueblos del Oriente Medio. Todo eso no cuenta, ellos estarán siempre prestos al nuevo deporte Iraki “de arrojar zapatos”.
Es un hecho insólito, pero de ningún modo sorprendente esto de hacer el ridículo en Argentina, solo hay que leer los periódicos, y si usted tiene mayor resistencia darse una hora frente a la TV es más que suficiente, pero no más tiempo. Pues correrá el riesgo concreto de ser transportado a la decadencia en su forma más cruda y desagradable, ese es mi consejo. Tómelo o déjelo.
Indudablemente esa izquierda forajida y poco afecta al trabajo serio “es la consecuencia inevitable del fracaso en las expectativas creadas desde el regreso de la democracia Argentina”. Como explicarse, de no ser así, que un centenar de violentos enmascarados y armados con objetos contundentes liderados por marginales invada la histórica Avenida de Mayo a escasas cuadras de la “Casa Rosada” con el argumento de movilizarse frente a la embajada israelí en apoyo a los islamistas de Hamas portando banderas palestinas e iraníes y pancartas con estrellas de David y svásticas incorporadas ¿que tiene que ver el inocente pueblo palestino con las conductas sanguinarias de los lideres del grupo Hamas o con el persa y teocrático Irán?. Lo de estos sujetos es de una ignorancia supina y su antisemitismo violenta el intelecto de cualquier persona normal.
Permitir estos y otros atropellos de los derechos civiles de los demás ciudadanos, como también la intención de fracturar la sociedad argentina con la manipulación del conflicto del Oriente Medio argumentando fraudulentamente libertad de movilización o apoyo a la autodeterminación de los pueblos es tan decadente y kafkiano como escuchar que hace poco mas de un mes se han festejado los 25 años del retorno de la democracia (¿?) al país.
Esos grupos violentos judeofobos y autoritarios, autodenominados democráticos y populares, en realidad no son mas que despreciables gamberros, inútiles socialmente (quizá por los siglos de los siglos), pero son, es conviene apuntarlo, el producto mejor acabado, más redondo, aunque no buscado, del neo-socialismo emergente de la influyente “robo-lución” chavista bolivariana que los sustenta con dineros (expoliados al pueblo venezolano) despachados cash door to door “ vía valijas en vuelos privados” ante la connivencia de cierta dirigencia política local.
Si el propósito del gobierno argentino, desde que llegó al poder, es la ampliación de los derechos civiles como si Argentina fuera la América de Martin Luther King, no es raro que la demanda sea salvaje, ni tampoco que un portavoz -no oficial- del régimen iraní haya sido funcionario de gobierno. Más bien es natural.
Cuando los gobernantes “sólo hablan de derechos y de gratuidades”, sin citar jamás los deberes, las obligaciones y otras cuestiones un poco más incómodas como trabajo, estudio y sacrificio, es lógico que aquéllos se exijan sin razón, sin orden ni concierto y que los reventadores, violentos y antisemitas campen a sus anchas e incluso impongan la agenda y las políticas del país.