...»Yo no sé si ha servido de algo o de nada que haya habido pasado y que quede recuerdo. Yo no sé si mañana pensaré lo que hoy vivo. Á‰rase que se era una vez…», érase que se era un país de libertades que yo conocí, dónde los ricos eran ricos, pero menos, y los pobres pobres, pero menos, un país en el que las libertades individuales llegaban a una altura sin igual mientras que las coberturas sociales se repartían por doquier.
Á‰rase que se era un país que ya perdí en el entramado ilegible de la austeridad mal entendida, caviar para unos y lentejas, revenidas, para otros, sin solución de continuidad, aplastando cualquier intento de desarrollo social y económico de una sociedad que se creía lo que no era en un tiempo no tan pretérito que todos añoramos ya como los adoradores vacuos del becerro de oro arcilloso en que todos nos convertimos.
Á‰rase que se era unos presupuestos redactados por los políticos que elegíamos, cuentas públicas que apostaban sin dudar por partidas de calado social y que poco, o nada, sabían de pago de intereses o de deudas acumuladas por gestiones nefastas de unos y otros, repito, de unos y otros, porque por mucho que todo se convierta en arma arrojadiza durante la contienda política, lo cierto es que estamos abocados al sufrimiento más absoluto como consecuencia de que las mentes más privilegiadas se decantan por otros derroteros diferentes a la política.
Y mientras tanto nos tenemos que creer a pies juntillas el presupuesto mentiroso que nos quiere presentar el partido en el gobierno, un presupuesto que parte de unos ingresos imposibles e incoherentes con sus propias previsiones, engañando al que se deja y manipulando a la opinión pública que demasiado tiene con el viejo axioma del ir tirando a la espera de que escampe a la par que siguen viviendo en el recuerdo de lo que pudo ser y no fue, o de lo que fue y ya se olvidó.