Durante los dÃas de las movilizaciones en Egipto, escuchamos a muchos analistas occidentales desgranar halagos en referencia a la pacÃfica revolución egipcia. Era notorio que no tenÃan cabal idea de lo que hablaban. Ahora deberÃan explicarnos qué fue de esa generación joven y revolucionaria a sesenta dÃas de las movilizaciones. De ninguna manera resultaba complejo percibir las derivaciones de «la primavera egipcia», por lo que deberÃamos preguntarnos si el único logro de la revolución egipcia fue la sustitución de un faraón por otro.
El primer fracaso y retroceso del Consejo Militar fue el apego obstinado de sus miembros en la defensa del ArtÃculo 2º de la Constitución, cuyo texto, implÃcitamente, legaliza la discriminación y el «apartheid» en Egipto. Este texto fomenta y fortalece el racismo y la discriminación entre los ciudadanos según sus creencias religiosas, a la vez que cultiva y estimula sentimientos de hostilidad, rencor, desigualdad y un sentido de superioridad de los musulmanes sobre los cristianos.
El Consejo se negó a modificar ese nocivo artÃculo bajo la justificación de que «la mayorÃa de los egipcios son musulmanes sunÃes», pero ignoró deliberadamente a casi cuatro millones de cristianos coptos, más de un millón de musulmanes chiÃtas, miles de bahaÃs e incluso ateos que viven en Egipto.
Las autoridades egipcias han mirado siempre hacia otro lado y nunca sobre los grupos fanáticos y agresores, a quienes han protegido en el salvajismo de sus actos.
El ArtÃculo 2º de la Carta Magna egipcia debe ser inmediatamente abolido.
A falta de que esto suceda y en favor de no confundir más, deberÃan dejar de hablar ya de la revolución egipcia.