Todo empezó con una sentencia pionera en Ponferrada contra el Banco Pastor fallada a favor de una pequeña empresa. Son tiempos en que la avaricia de las entidades bancarias y el afán por el enriquecimiento rápido de sus accionistas sin escrúpulos a costa de los exprimidos y necesitados ciudadanos, básicamente pequeños empresarios o autónomos generadores de puestos de trabajo reina con total impugnidad. Aparentemente en esta ocasión por fin el pez pequeño se ha comido al grande.
Se trata de una presunta estafa adornada con los modernos recursos de aparente ingeniería financiera. Consistía en obligarles a firmar a los clientes como parte indispensable para conseguir el visto bueno de la línea de crédito una póliza asociada, la cual “regalaban” sin cargo. De entrada ofrecían la póliza y posteriormente si no firmaban el mencionado seguro se les ponía contra la espada y la pared, siendo amenazados con no renovarles en el próximo vencimiento, así de esta manera no podrían enfrentarse a tan elevada cantidad lo que les iba a suponer el embargo total de sus bienes. La realidad escondía un producto bancario de alto riesgo (swaps) incomprensible para una persona no experta en la materia, muy abusivo, tremendamente injusto, desproporcionado y con un importante desequilibrio entre los derechos y obligaciones de las partes, muchos de ellos, una vez cancelada la póliza de crédito, continúan pagando hasta 4.000 euros de intereses trimestrales. Los clientes pensaban que era un seguro más, pero evidentemente más que una póliza semeja un verdadero contrato de esclavitud de por vida que ha causado grandes beneficios al banco y perjuicios a muchos autónomos pymes y familiares.
En mi opinión, con estas prácticas, no es de extrañar los problemas financieros del sistema bancario español, cuya deuda en el caso del Pastor ya cotiza a nivel de “bono basura”, apelativo que debería aplicarse a estos productos que “colocaron” a sus clientes, a favor del banco y en perjuicio de sus clientes. Que conste que no es el único banco, la comercialización de productos bancarios complejos es una práctica generalizada y calculada que reporta miles de millones de euros. Tienen calculado hasta el porcentaje de gente que no se entera, o no protesta, y les sale rentable que un 10% le lleve a juicio. A los iluminados gobernantes que solo buscan apegarse al sillón les da igual, es más estos derivados financieros, según explican prestigiosos economistas, nacieron para cubrir las grandes transacciones comerciales internacionales del riesgo de fluctuación de las divisas y la banca los ha trasladado a los clientes particulares de forma “abusiva”.
Bienvenido sea el alubión de sentencias favorables a los autónomos y pequeños empresarios que estamos recibiendo estos días y por fin que alguien establezca los primeros límites a tanta usura bancaria, a sus leyes de esclavos de por vida, que los clientes digan os hemos pillado y devolved el dinero que habéis estafado. Mención especial para los abogados José Luis Fernández de Lamadrid y David González Esquevillas verdaderos artífices del éxito.