Muchas horas se están yendo en fatuos debates financieros y algún que otro apunte económico, pero pocos minutos, por no decir ninguno, en determinar cuál es la fórmula mágica que pueda reducir, de una vez por todas, la tasa de desempleo, en valores lacerantes desde hace ya demasiado tiempo.
Porque los mayores damnificados de esta crisis son las personas que se han quedado sin empleo, bien porque han perdido su puesto de trabajo o bien porque han tenido que cerrar sus propias empresas o darse de baja como trabajadores autónomos. Ellos son las verdaderas víctimas, y su recuperación laboral debe de ser el comienzo de la recuperación.
Y es que un trabajador activo ayuda a eliminar el déficit, más que cualquier programa de austeridad que se quiera llevar a cabo. Un trabajador trabajando colabora con las arcas públicas, cotiza a la Seguridad Social, no recibe prestaciones por desempleo, y consume, propiciando mayores ingresos por impuestos indirectos.
Desde la distancia y la ignorancia humilde no nos queda otra que sorprendernos ante la indolencia de los políticos del mundo desarrollado ante la devastación laboral que se ha producido y su obsesión por priorizar rescates financieros sobre reformas laborales efectivas.
Porque tan importante es una cosa como otra, pero ninguna debe de ser postergada y ambas enfrentadas. El sistema económico capitalista funciona alrededor del sistema financiero, pero también lo hace gracias al consumo, y sin empleo no hay consumo, por lo que se está construyendo la mesa de la recuperación económica dejándola coja.
Los gobiernos de los países desarrollados deberían de fomentar el autoempleo, con préstamos a interés cero y eliminación absoluta de las trabas burocráticas, amén de otras subvenciones iniciales en términos de cotizaciones para facilitar la implantación empresarial. De la misma forma, deberían de dejarse de discursos vacíos de contenido y afrontar una reforma laboral que incentive, de una vez por todas, la contratación sin miedo por parte de los empresarios.
Sin embargo, queda mejor ayudar a un gigante financiero que más tarde nos pueda hacer Consejero que generar un puesto de trabajo para un don nadie con el que nunca nos cruzaremos.