Deseo empezar con un preámbulo que, aunque no tiene nada que ver con la Sanidad, nos demuestra lo que puede llegar hacer un colectivo para conseguir sus intereses.
Empezaré por definir lobby: un colectivo con intereses comunes, que realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública, para promover decisiones favorables a los intereses de su sector.
Pondremos un ejemplo, conocido por la Prensa española que define claramente todo lo que es capaz de conseguir un lobby: El Gobierno de José María Aznar contrató, por dos millones de dólares, a una conocida empresa de abogados de Washington, para promover la imagen del entonces Presidente del Gobierno español en EE UU, y lograr las firmas necesarias que requiere la concesión de la medalla de oro del Congreso (según informó en su día la Cadena SER).
Creo que queda bien claro lo que significa un lobby y lo que puede hacer…
Durante el primer mandato de Bill Clinton, éste habilitó a su esposa, Hillary, para redactar un documento sobre la Sanidad Publica… Ella tomó el modelo español, porque le pareció el menos malo. Ni en la primera ni en la segunda legislatura fueron capaces de conseguir su aprobación en el Congreso. Son tan importantes los beneficios que se obtienen con la salud de las personas que el lobby de las batas blancas de la Sanidad Privada hizo lo necesario para que esta idea no llegara a término. Se tuvo que esperar al mandato de Obama para conseguir, por 220 votos a favor y 176 en contra, sacar adelante una reforma histórica en la sanidad pública de EEUU. El congreso impulsó, por primera vez en la historia, un proyecto para establecer un sistema de salud “casi universal”.
Puedo decir que conozco, por suerte o por desgracia, muy bien los EEUU y su Sanidad, y me he encontrado con una compañera retorciéndose de dolor en la sala de espera, que no fue atendida hasta que no revisaron si su tarjeta Visa tenía crédito suficiente…
Una empresa privada está obligada a dar beneficios a sus accionistas, por lo tanto no puede dar los mismos servicios y ser más baratos. Pero hay algo que para mí es mucho más importante: si los políticos no son capaces de gestionar la cosa pública, entonces debemos dar razón a quienes dicen que hay que reducir al mínimo la representación política. Bueno tampoco les causaría muchos problemas a quienes la privatizan, siempre encontrarán una empresa privatizadora que les de empleo.