Un hombre caminaba por el bosque lleno de tristeza porque no encontraba sentido a su vida. La melancolía lo dominaba cuando, de repente, encontró una hermosísima esmeralda en el suelo. La cogió, la limpió y se embelesó en su belleza, profunda de mares y de océanos, que lo atraía hasta que sus lágrimas de emoción vieron en aquella hermosura sin fin el rostro de una mujer que lo conmovió profundamente.
– Soy el espíritu benefactor del bosque, – le dijo al hombre -, puedo concederte lo que me pidas, hombre triste.
– ¡Maravilloso ser que sosiegas tan sólo con tu mirada! Concédeme aquello que te parezca mejor.
Y el hada respondió:
– ¡Pero si eso fue lo mismo que me pediste cuando eras un sapo y te convertí en hombre! Tu egoísmo te impide contemplar, en cada instante, la belleza que tienes y que te rodea.