Resumen: Los argumentos para entender que la mejor política para desarrollar la productividad de un país no provienen del sector público, pueden ser muchos, y la insistencia por parte de los actuales responsables por controlar a la sociedad con el argumento de mejorar los destinos del país, son casi siempre los mismos, consiste en conceder siempre mayor importancia a la intervención pública, en menoscabo del esfuerzo privado. Para mejorar la productividad de la economía, sin embargo, no se necesitan ni más funcionarios ni más burócratas, se necesitan más creativos, que difícilmente se encuentran en una universidad con un sistema de organización como la española, por lo general, suelen recalar más bien en el sector privado y en grandes centros especializados de investigación.
Los mayores avances científicos de la humanidad han sido, y son, por lo general, fruto del talento de determinadas personas que guiadas por su particular modo de ser, su interés personal, su vocación, terminan por descubrir aquello que muchas veces ni tan siquiera ellos mismos buscaban, pero, que nos permiten avanzar y conseguir aumentos en la productividad y por ende en la competitividad de la economía, mejoras en nuestras rentas y nuestros salarios, además de permitirnos en algunos casos comprender aquello que en determinado momento nos era desconocido.
No resulta sorprendente que cuando los investigadores tienen éxito, éste se debe a determinadas cualidades personales, más que a determinadas actuaciones políticas, aunque pueda haber excepciones. Es cierto también, como diría Mariano Barbacid, el más conocido de los investigadores oncológicos españoles y director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que para conseguir resultados, además de la vocación, son necesarios rigor y creatividad, y con respecto a este último porque hacen falta ideas geniales e innovadoras, y no sólo conocer el método científico. Barbacid, que vivió más de 24 años en EE.UU., e investigó en el famoso Nacional Cancer Institute y fue vicepresidente de Oncología Preclínica en Bristol-Myers Squibb, la mayor farmacéutica especializada en este campo, lo tiene muy claro: ni él ni su equipo son funcionarios. Para Barbacid la productividad científica se consigue no sólo con buenos investigadores, se necesitan personas que dediquen todo su esfuerzo en exclusiva a un objetivo.
España necesita desde hace mucho tiempo forzar una corrección en su modelo económico, un cambio que permita al país conseguir recuperar el crecimiento económico, pero sobre la base de un cambio importante en la productividad y la tecnología. Y esto es posible, incentivando la creatividad, la innovación y la investigación. No obstante, desde mi punto de vista, es poco eficiente pretender conseguir cambiar el modelo de crecimiento trasladando la mayor parte de la investigación y responsabilidad a la investigación en la universidad. Que el Ministerio de Ciencia y Tecnología pretenda liderar la investigación, no está mal, pero, la universidad esta para más cosas. No se puede considerar que todos los funcionarios docentes deban destinar todo su esfuerzo para convertirse en investigadores aventajados, esto es pura demagogia. Puede que el Ministerio no entienda, que la universidad tiene por principal objetivo trasladar el conocimiento a la sociedad, y su investigación está orientada, más bien, hacia la inversión social.
No se puede caer en el error de querer convertir a la universidad en un apéndice del Ministerio de Ciencia y Tecnología, para incentivar únicamente la actividad investigadora, casi denostando la docencia. Hay quienes han terminado por olvidar que, la universidad, por encima de todo, tiene como principal objetivo el transmitir el conocimiento a sus alumnos, para que estos puedan aprovecharlos en beneficio, no sólo suyo, sino también, de la sociedad en su conjunto. Sería más eficiente económicamente para la sociedad, dedicar la mayor parte de la financiación en investigación únicamente a los mejores talentos. De la productividad en la investigación parece que la Administración entiende muy poco, y el Ministerio de Ciencia y Tecnología mucho menos, por lo que sus responsables deberían recapacitar sobre qué políticas son las más eficientes. Más les valdría crear y promover Centros de investigación, con el fin de que algún día sean capaces de autogestionarse y recibir financiación aceptable del sector privado, como ocurre con el CNIO de Barbacid. En la universidad solemos reconocer, además, lo difícil que le resulta a un buen investigador ser a la vez un buen docente, dos talentos que para la misma persona la mayoría de las veces son incompatibles. La capacidad de transmitir el conocimiento con claridad e independencia para el investigador de vanguardia, suele serle meridianamente tormentoso.
Cualquiera no puede ser un investigador aventajado, es preciso buscar personas sobre todo creativas, y no sólo que dominen el método científico. Si el personal investigador no posee estas principales cualidades, con seguridad cualquier política fracasará, por muy buena voluntad que se tenga. Además, un investigador que se precie no sólo es una persona equilibrada que desea estar en contacto con la vanguardia del conocimiento, es una persona que necesita dedicación, y esto muchas veces es incompatible con otros tipos de actividad, como la actividad docente y administrativa (burocrática) de la universidad. A la universidad española llegan algunos talentos, que bien podrían aprovecharse dedicándolos exclusivamente a la investigación. No obstante, quizás estos talentos estarían mejor ubicados en Centros de Investigación especializados y creados para tal fin, de modo que seamos capaces de revertir su productividad en beneficio de la sociedad, e incluso pudiéndoles exigir resultados. Y con esto no quiero decir que en la universidad no haga falta investigación, sólo que probablemente no aquella que consigue cambiar el mundo, sino más bien aquella orientada a la inversión social, por ejemplo: en estudios sobre el clima, sobre el aprovechamiento del agua, enfermedades de los animales, teorías económicas, de ahorro energético, etc. Algunas de las cuales no se pueden trasladar de forma inmediata a mejoras en la productividad en la empresa, por lo que no son de interés directo para las mismas, quizás porque es un tipo de investigación más bien teórica o de poca aplicabilidad. Aunque a algunas investigaciones sí que se les pueda sacar partido para mejorar la productividad del sector privado, de hecho algunos proyectos de investigación son muy prácticos y han llegado al sector privado(se me ocurre el ejemplo de la cocina de inducción).
Hay que señalar además, que muchos de los profesores que llegan a la universidad tienen más bien una clara vocación docente, talento que en muchos casos está siendo denostado y desincentivado en favor de la investigación, por lo que acaba desaprovechandose todo el potencial de este personal. Los docentes por vocación poseen la destreza suficiente para hablar con equilibrio, independencia y objetividad, siendo capaces de administrar correctamente el flujo de información del más alto nivel y el intercambio de experiencias, para poderlos transmitir con la claridad necesaria en sus argumentaciones y el suficiente poder de convencimiento. Por lo que, no sólo hace falta crear conocimiento y transmitirlo a las empresas, es necesario también trasladar ese conocimiento a los estudiantes, y es sólo el docente quien puede y debe hacerlo, aportando esa información constructiva y valiosísima a sus alumnos, estímulo de nuevas ideas, avances de la ciencia y la tecnología, pero de forma más bien general, de forma que induzca a su público a desarrollar su propia mente para dar lo mejor de si mismos.
Para que se me entienda, el docente aunque maneja mucha información y conoce los avances científicos, no es tan especializado como el aventajado investigador de élite, que probablemente sólo podría ser capaz de transmitir una información parcial, coherente con su propia experiencia investigadora. Y es que, el buen investigador tiene que dedicar todo su esfuerzo, talento y tiempo, a un aspecto concreto del conocimiento y no puede entretenerse en cuestiones más sutiles que requieren ampliar su escala de operaciones, y también baladíes, pues ello le podría relegar y hacerle improductivo e incompetente. En la universidad, sin embargo, el problema está en la dificultad de encontrar el equilibrio entre las necesidades de creación y las de transmisión de conocimiento, por eso, soy de la opinión que debe existir una clara especialización de ambos campos.
En la universidad también hay quienes destacan por su necesidad de poder y de liderazgo, personas que se convierten en buenos organizadores, capaces de hacer frente a las situaciones más adversas, de actuar con responsabilidad y autoridad, pero cuya cualidad investigadora y docente quedan en segundo plano. Lamentablemente, no siempre el afán de control y de poder se ejercen de modo apropiado, pudiéndose llegar a desarrollar prácticas viciadas y decisiones improductivas, burocráticas, que ni benefician a la ciencia, ni mejoran la docencia. Muy al contrario, se realizan buscando otros objetivos, en algunos casos personales o de grupo que no aportan nada a la sociedad. Por esta razón, hay quienes incluso teniendo el talento para desarrollar con éxito su investigación, no pueden prosperar, principalmente, porque se le imponen ciertas barreras que entorpecen su normal desarrollo. Y es que, los criterios para valorar la investigación, en algunos casos suelen ser arbitrarios; además, la estricta jerarquía y la burocratización que les viene impuesta les relega a un segundo plano.
La solución está en reconducir esos talentos de forma adecuada para que puedan ser aprovechados convenientemente, pues, las sociedades que carecen de investigación y que menosprecian la creatividad y la imaginación, o impiden el desarrollo de nuevas ideas, tienden a estancarse. ¿Porqué no reconducir los mejores talentos hacia centros de investigación y desarrollo? Desde mi punto de vista, ésta es la única manera como se puede exigir responsabilidades al personal investigador y establecer incentivos correctos a aquellos que se han comprometido con la investigación de base. Las mismas responsabilidades se pueden exigir a aquellos que se han inclinado por el desarrollo de la «investigación docente», porque no debemos olvidar, que si la universidad no es capaz de formar adecuadamente a sus alumnos, tampoco conseguirá que la sociedad avance. Entiéndase bien, es más fácil conseguir resultados promoviendo centros de investigación con los mejores talentos, que buscar responsabilidades sobre la investigación universitaria a todos los docentes, máxime cuando el sentido de la gran parte de sus aportaciones suele pasar desapercibida en el ámbito científico mundial, que es lo que sucede actualmente dado el grado de competencia existente.
Por tanto, desde mi punto de vista, se trata de un problema de elección, para desarrollar dos tipos de talentos diferenciados, con dos tipos de responsabilidades distintas: una dedicada a la actividad investigadora en exclusiva, y la otra para conseguir la plena dedicación e investigación docente, dejando naturalmente a un lado, la gestión y administración de los recursos públicos de la universidad,que a mi modo de ver debe ser dirigida por personal independiente y específicamente preparado para ello, evitando de este modo la burocratización propia que se genera en la universidad.
Vea también lo mejor del último debate pCUA sobre: La crisis económica española es resultado del modelo de sociedad elegido.
Gunther Zevallos
Secretario Gral pCUA