Si bien la alianza entre el P.P. y la Iglesia está en los fundamentos ideológicos de este partido, no parecÃa posible que esa alianza-dependencia se materializara, en términos tradicionalistas, en una alianza entre el Altar y el Trono-Estado. Pero si nos situamos en las tendencias polÃticas actuales que tratan de desconstruir el Estado-Sociedad de bienestar no deberÃa sorprendernos que, en términos dialécticos ya sean hegelianos o marxistas, a un perÃodo de revolución, las fuerzas impersonales, que están tratando siempre de determinar la historia de los seres humanos, responden con una antÃtesis contrarrevolucionaria. En este momento reaccionario de la dialéctica nos encontramos.
No será la primera vez que en tiempos de tempestad la Iglesia ofrezca su función social de dominar las masas al servicio del Orden. Antes de materializar este orden en el Régimen franquista, le habÃa hecho la oferta a la propia República española, pero ésta no la escuchó y se puso a trabajar hasta conseguir desestabilizarla y provocar el “movimiento nacionalâ€. Hoy no ha necesitado llegar a esta situación para conseguir el mismo objetivo: destruir todas las conquistas sociales, económicas, polÃticas y morales que habÃamos conquistado desde los comienzos de la Transición polÃtica. No es una venganza. Es su función como fuerza irracional que pretende gobernar nuestras voluntades.
En Europa, un espacio abierto de progreso y libertad, estamos asistiendo a una ofensiva contrarrevolucionaria, impulsada por las iglesias y religiones monoteÃstas, que pretende arrasar no sólo las conquistas sociales y económicas sino los derechos individuales y libertades morales.
Parecemos sorprendidos. Y no deberÃamos estarlo si no hubiéramos borrado de nuestra memoria que la lucha de clases sigue siendo uno de los motores de la historia polÃtica. La Iglesia nunca olvida quién es su enemigo: los derechos individuales y la libertad moral. Lo tiene claro. Y por eso nunca deja de estar movilizada contra ellos. Su agresividad depende de la correlación de fuerzas entre progreso y reacción en cada tiempo histórico.
En torno a la apropiación de la riqueza se organizaron las clases dominantes y sus ideólogos: las religiones monoteÃstas. La alianza entre el Altar y el Trono, el Poder y la Iglesia está en los orÃgenes de la explotación de los seres humanos, de la lucha de clases.
Hoy venimos asistiendo al espectáculo aterrador en el que los gobiernos socialdemócratas y cristianodemócratas, indistintamente mientras no se posiciones en contrario, no dejan de tomar medidas, atropellada y torrencialmente, como si tuvieran prisas por alcanzar sus objetivos, por apuntalar la propiedad, representada por el capital financiero y especulativo que se está haciendo el dueño de todo y de nuestros sueños.
Nos estamos comportando, la izquierda y los sindicatos se están comportando, como espectadores de un espectáculo cuando somos las vÃctimas del circo. Contemplamos nuestra propia aniquilación como si fuéramos ajenos al desastre. Ahora, el P.P., al paso de la oca que le marca la música militar de la internacional democristiana, ha decidido, con contundente arrogancia, recomponer la propiedad sobre las espaldas y contra los derechos de los trabajadores.
Se podrÃa haber puesto de rodillas, sobre sus propios excrementos, al capital financiero nacionalizando la banca; se podrÃa avanzar en derechos sociales y fortalecer a los trabajadores reduciendo la jornada laboral en toda Europa como mÃnimo a 35 horas; se podrÃa haber subido el poder adquisitivo y de esa manera, además se habrÃa mantenido el consumo, la producción y creado puestos de trabajo; se podrÃa haber impuesto un precio lÃmite, como a los medicamentos, a la vivienda mÃnima de 100 m2 y además de responder a una necesidad y derecho social se habrÃa conservado el empleo…pero han preferido alimentar al capital financiero y especulativo cuando él solito se estaba desplomando sobre el peso de sus propios excrementos.
De manera que sobre el empobrecimiento de los trabajadores y de la pequeña burguesÃa están tratando de reconstruir las dos torres del sistema capitalista, ese al que la Constitución protege con más rigor que al ejercicio de la libertad y los derechos individuales. Esas dos torres son: la Propiedad y la Iglesia. Sin embargo, no han tenido en cuenta que si nos empobrecen nuestra ruina los arrastrará a ellos a su propia destrucción porque sin trabajadores-consumidores no puede aumentar la producción.
Pero la ofensiva democristiana no se satisfará con destruir las conquistas sociales. Aprovechando que sus enemigos viven atrapados por su propia confusión e intereses económicos, pretende hacer tabla rasa de las libertades polÃticas y morales. Quieren acabar con el feminismo, con las libertades sexuales, con los anticonceptivos, con el aborto…quieren hacernos sufrir para salvar nuestras almas.
Ya nos lo avisó Orwell en “1984â€, donde escribió: “El verdadero poder, el poder por el que tenemos que luchar dÃa y noche, no es poder sobre las cosas, sino sobre los hombres…Vamos a ver, Winston, ¿cómo afirma un hombre su poder sobre otro?…Haciéndole sufrir. Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia. Si no sufre ¿cómo vas a estar seguro de que obedece a tu voluntad y no a la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espÃritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti. ¿Empiezas a ver qué clase de mundo estamos creando? Es el contrario, exactamente lo contrario de esas estúpidas utopÃas hedonistas que imaginaron los antiguos reformadores. Un mundo de miedo, de ración y tormento, un mundo de pisotear que se hará cada dÃa más despiadado. El progreso de nuestro mundo será la consecución de más dolor. Las antiguas civilizaciones sostenÃan basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos…El instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento. Suprimiremos el orgasmo…Todos los placeres serán suprimidos.â€
Todo esto se conseguirá porque los derechos individuales y la libertad moral y sexual, nuestros valores, serán suprimidos por los impronunciables “valores cristianosâ€. Esos valores que imponen la obediencia, la humildad, la resignación, el sufrimiento, la ausencia de placer. Pues no hay ideologÃa más eficaz para proteger la propiedad, como dogmáticamente afirmaba León XIII en su totalitaria encÃclica “Rerum novarumâ€, que la que hace del sufrimiento un ideal social, de la resignación una actitud ante el Poder y la Propiedad y de la obediencia un valor en alza para someter las voluntades individuales a la Totalidad. Sobre estos valores tratarán de construir su Nuevo Orden. El triunfo esos valores serán la garantÃa de su victoria sobre el progreso.
¿Cómo piensan llevar adelante este proceso de liquidación de los derechos individuales y libertad moral? Mediante la restauración, junto con la Propiedad, de la familia cristiana. Esa familia que se caracteriza por ser: patriarcal, autoritaria, antifeminista y homófoba. Sobre este modelo de familia reconstruirán su viejo Nuevo Orden social. Sobre este modelo de familia ya lo construyeron Hitler, Mussolini, Franco, Salazar, Pinochet y tantos otros eminentes cristianos.
¿Por qué es tan estratégicamente importante la imposición de este modelo de familia? Reich ya nos lo contaba en su libro “La psicologÃa de masas del fascismo†donde escribió que:…â€la familia autoritaritaria representa la célula productiva más inmediata y la más importante del pensamiento reaccionario: constituye la fábrica de la ideologÃa y de la estructura reaccionarias. Por este motivo, toda polÃtica cultural reaccionaria plantea como primer punto de su programa la “protección de la familiaâ€, es decir, a la familia autoritaria y numerosa. Este es el profundo sentido de la fraseologÃa sobre la “protección del Estado, de la cultura y de la civilizaciónâ€.â€
Por si alguien sospechara que esto es una elucubración, Hitler en “Mi programa†escribÃa en 1933: “La mujer es por naturaleza y destino la compañera del hombre. Ello implica que los dos no son solamente compañeros para toda la vida, sino compañeros de trabajo también. De la misma manera que, en el curso de los milenios, la evolución económica ha transformado el campo de trabajo del hombre, ha transformado también el de la mujer. Y aún más imperioso que el trabajo en común es el deber del hombre y de la mujer de perpetuar el género humano. La nobleza de esta misión de los sexos explica los dones naturales especÃficos que la Providencia, en su sabidurÃa eterna ha dispensado invariablemente al hombre y a la mujer.
Nuestra más elevada tarea, por lo tanto, residirá en facilitar a los compañeros, unidos para toda la vida, la posibilidad de fundar una familia. Su destrucción definitiva equivaldrÃa a la supresión de toda la humanidad superior. Sin dejar de concederle a la mujer un vasto campo de actividad, no se deberá nunca perder de vista que el fin último de una verdadera evolución orgánica y lógica es la formación de la familia. La familia es la unidad más pequeña pero también la más importante de toda la estructura del Estado.â€
Como podemos ver, para Hitler como para el catolicismo al situar la familia en la base de la sociedad se suprime el individuo como fundamento del sistema polÃtico. Suprimido el individuo por absorción y anulación en la familia, desaparecen los derechos individuales, la libertad moral y los placeres privados. Todo está en el Todo. La Nada.