Los últimos días han traído el desgarro total de un PSOE imprescindible para la convivencia pacífica de esta España batida por embravecido oleaje de pasiones enfrentadas
Zapatero fue artífice de aquella nefasta Ley de Memoria Histórica. Ladino e inepto, presentaba escaso capital político que aportar a las inmediatas elecciones tras cuatro años lamentables de legislatura.
Aparecía, además, por el lejano horizonte una crisis mundial que él ocultaba con necia y pomposa locuacidad. Sin duda, fue paradigma del político infausto, disparatado.
Nuestra banca, rescatada pocos años más tarde, estaba en la “champions league”. Tal marco descorazonador le hizo aprobar, allá por diciembre de dos mil siete (los comicios fueron en marzo de dos mil ocho), dicha ley que ocasionó una fractura social hoy insuperada. Así, utilizando ignominiosos ardides, pudo ganar una segunda legislatura que escribió páginas muy negras de la historia reciente.
El PSOE de Zapatero empezó a desfigurar sus objetivos
Sin ideas, sin doctrina, sin consistencia, trocaron intereses ciudadanos, generales, por un “agitprop” seductor pero hueco, inútil, infructuoso. Radicalizaron su verbo, vistieron de demonio al PP, para esconder una excepcional inoperancia y vinieron los reveses electorales.
Rubalcaba significó un paréntesis, no sé si necesario u oportuno, para encumbrar a alguien a los altares.
Una poderosa federación andaluza aún dejaba ver viejas salpicaduras de corrupción. Su novel y joven presidenta tenía las costuras recientes, faltándole -al mismo tiempo- madurez y carisma. Tan irregular momento llevó a la secretaria general a Pedro Sánchez, un desconocido que granjeaba loas entusiastas debido a su calculada interinidad.
Tremendo desengaño. Yo lo había visto en varias ocasiones como tertuliano y me dejó perplejo al comprobar cómo un individuo tan bisoño pudiera desplegar el sectarismo que destilaban sus intervenciones, no exentas de innegables tics maniqueos. Demasiados vicios para presidir un gobierno nacional.
Sánchez heredó un partido bastante deteriorado, cierto. Precisaba analizar causas, probablemente ideológicas amén de procedimiento, para llevarlo de nuevo a antañones esplendores. Su indigencia, empero, le hizo rodearse de individuos deslucidos, faltos de ideas. Lejos de homologarse con las socialdemocracias europeas, en vez de construir un centro izquierda del siglo veintiuno (inserto en un marco capitalista sensible, aderezado con matices generosos), se deslizó hacia un radicalismo denostado, caduco, que solo interesa a cuatro nostálgicos y al romanticismo veleta de la vanguardia juvenil.
Tal coyuntura se agrava con el natalicio de Podemos. He aquí el fundamento de la estrategia equivocada, letal. Sánchez, junto a su anodino equipo, debiera haber marcado claras diferencias entre un PSOE actual, realista, europeo, y un Podemos de dudoso talante democrático, quimérico, que atesora miseria y tiranía como constata la historia de los populismos. Sin embargo, en trayectoria opuesta, hace pactos con él y legitima su concierto en la democracia española allende de regalarle ayuntamientos principales. ¿Se puede ser más obtuso?
Sánchez, por otro lado, hace guiños para un acuerdo de gobierno. La consecuencia inmediata es perder votos y escaños llevando al partido a un estadio casi testimonial. Por suerte, la fe todavía hace milagros.
Antiguos miembros muy destacados y barones que ven disminuir su poder territorial observan preocupados la demoledora dinámica a que les lleva una dirección inepta e incapaz. Bien es verdad que, en esta ocasión, hay una pugna personal por conseguir el poder utilizando las estratagemas más impúdicas a que puedan agarrarse. Los medios, por su parte, toman también partido de forma descarada por uno u otro contendiente. Casi todos informan adjuntando determinados sesgos que hacen incomprensible la situación. Es triste y vergonzante ver en los platós, reproducido entre los propios invitados, el enfrentamiento político. Pasamos de héroes a villanos sin solución de continuidad, sin dar tiempo a digerir cada punto debatido. El absurdo ha tomado cuerpo en profesionales y adjuntos porque no es posible maldad absoluta ni bondad infinita, insensatez total o cordura plena. Escudriñando debates se observa con qué alegría, quizás desconocimiento, se barajan motivos tan pintorescos como ilusos. Algunos, incluso, se atreven a predecir un futuro en que echaremos de menos a Sánchez. Curioso, diabólico e impenetrable vaticinio. El meollo no se centra en votar NO o abstención a Rajoy, como afirman analistas ingenuos. Preocupa, desde mi punto de vista, el poder general y particular; nada fuera de esto.
He escrito en varias ocasiones que desde aquella afirmación: “Pactaré con todos a excepción de Bildu y PP”, dicho al menos dos años atrás, Sánchez quedaba ilegitimado para presidir el gobierno de todos los españoles. Cronos me ha dado la razón. Se diga cuanto quiera, él es culpable primario del atolladero actual. Su sectarismo, contagiado a adeptos y algún votante, le obliga a un NO necio, nocivo, sin paliativos, que perjudica al ciudadano y al PSOE de forma insultante.
Ese radicalismo, no otra causa, fuerza la desbandada de votos a Podemos, partido que ofrece el oro y el moro ante la nula probabilidad de gobernar. Son, y deberían saberlo, votos de ida y vuelta; pues, de igual a igual me quedo a priori con el malo por conocer. Solo la muchachada, desvalidos necios y algún que otro verso suelto, son capaces de contravenir las enseñanzas del refranero. De esto también tienen buena parte de culpa sus íntimos colaboradores, que… ¡vaya tropa! al decir de Romanones. Espero que le sustituya, si así fuera, alguien con sentido de Estado.
PP y PSOE son dos caras de la misma moneda. En el mundo accidental, civilizado (en cualquier país libre), no existe otra moneda. La historia nos lo enseña. No hay un poder bueno y otro malo; existe el poder que detentan unos pocos y sus efectos que sufrimos muchos.
Lo único que lograremos conseguir, solo en una democracia real, es que dicho poder se muestre clemente, controlado para evitar excesos y arbitrariedades dentro de lo posible. El resto, cualquier ofrecimiento o promesa, cae de lleno en el mundo de Yupi; ese ámbito ficticio, irreal, inventado por gentes que apetecen un poder total, sin contrapesos, tiránico.
Algunos, con signos y gestos sugerentes, magnéticos, dejan mucho que desear; enseñan la patita a poco que se les examine. Estemos ojo avizor y no nos dejemos cautivar por cánticos de sirena, por Yupi.