En meses recientes, dos nuevos trabajos de la “tercera ola feminista” están en boca de todos: Why Women Still Can’t Have it All (Porqué las Mujeres Todavía No Pueden Tenerlo Todo) de Anne-Marie Slaughter y Lean In: Women, Work and the Will to Lead) de Sheryl Sandberg. Los críticos han argumentado que tales “mujeres de élite” están demasiado preocupadas sobre sus propios sentimientos — satisfacción personal, prestigio, comodidad – y muy poco sobre los temas de justicia social.
Específicamente, los críticos están inconformes con la atención insuficiente que Slaughter y Sandberg dan a las desventajas estructurales más fundamentales (medios de vida, remuneración equitativa, condiciones de trabajo) de las mujeres que no son de élite.
Sin embargo, las voces de dichas “mujeres de élite” que plantean estos temas para su debate, son una de las maneras en que las mujeres que viven en el bosque (y otras mujeres que “no son de élite”) pueden fortalecer los esfuerzos para avanzar en temas relacionados de interés para ellas. “Las mujeres de élite” que hablan de la necesidad de ayuda para el cuidado de los niños, de una división más equitativa de las tareas domésticas y una voz política más fuerte, en cierto sentido “dan permiso” a otras para debatir estos temas que son de interés central para las mujeres en una variedad de circunstancias.
Como antropóloga que ha vivido y trabajado con poblaciones rurales a lo largo de los bosques del mundo por más de 40 años, una gran parte de mi atención profesional se ha enfocado en la vida de las mujeres en los bosques tropicales. Estas experiencias me han convencido que estas mujeres no son muy diferentes de las mujeres de élite.
Las mujeres que viven en el bosque se enorgullecen de su trabajo productivo y luchan con el deseo de cuidar mejor a sus niños – lo que nosotros llamamos “balance trabajo-vida”. Durante un año, viví con mujeres Uma’ Jalan de Kenia en el centro lejano de Borneo. Cuando se les dio información sobre control de natalidad, rápidamente comprendieron el potencial de programar los nacimientos cuando los esposos estuvieran presentes (sus hombres con frecuencia partían en búsqueda de dinero a corto plazo), y para reducir el tiempo dedicado a la crianza de sus niños, liberándose para su papel central productivo: proporcionar arroz a sus familias. Ellas están tan dedicadas personalmente a este papel como lo están las mujeres de élite en Norte América a sus carreras profesionales.
Las mujeres del bosque buscan riqueza y prestigio – lo que nosotros llamamos “ambición”. Las mujeres en los bosques de Indonesia son consideradas mejores que los hombres en el cuidado de los recursos familiares. Por lo tanto están involucradas íntimamente en los esfuerzos de la familia para ganar, mantener y algunas veces ocultar la riqueza. En muchas partes de Africa Sub-Sahariana, hombres y mujeres en la misma vivienda mantienen sus ingresos separados; y las mujeres están activamente involucradas en los esfuerzos por ganar dinero con la venta de productos forestales no maderables y productos agrícolas.
“Las mujeres pobres” quieren conocimiento, intimidad y realización personal – lo que nosotros llamamos “anhelo”. El cuidado empleado por las mujeres de Kenia para confeccionar abalorios hermosos va más allá de lo requerido por las normas prácticas. Si bien el prestigio se acrecienta para aquellas que hacen bien este trabajo, también está claro que ellas se sienten orgullosas por la calidad de su trabajo – al igual que nosotros podemos deleitarnos en nuestros esfuerzos profesionales o personales como un elemento de realización personal. Recuerdo también a una mujer joven en los bosques de Jambi, Sumatra, que lloraba cuando contaba que sus padres la habían sacado del colegio para que se case (aunque ella amaba a su esposo); ella anhelaba estudiar, aprender. Trabajó con nuestro proyecto de CIFOR, en parte para cumplir este anhelo de aprender y contribuir.
Las mujeres del bosque, al igual que las mujeres de élite, tienen emergencias relacionadas con el trabajo que pueden interferir con sus responsabilidades familiares. Slaughter enfatizó que tenía que quedarse en la oficina hasta tarde, lo que requería de coordinaciones de emergencia para el cuidado de los niños, y contradecía su deseo de cuidarlos ella misma. Entre las “mujeres pobres” es más probable que las emergencias surjan por las condiciones del clima, guerra o salud deficiente. Pero dichas emergencias no son menos exigentes de la atención incondicional de las mujeres.
Mientras estuve viviendo en Borneo hubo una terrible inundación que arruinó el arroz en el que las mujeres habían trabajado durante tres largos meses. En medio de su desaliento por el esfuerzo perdido y la preocupación acerca de su futuro, tuvieron que recolectar rápidamente la madera que flotaba por la inundación (para usarla como leña): y desde sus canoas, remaron de un lugar a otro para recoger los saltamontes que se estaban dando un festín con los granos de arroz que habían quedado sumergidos. Se tenía que buscar a alguien más – generalmente un anciano o un joven, demasiado enfermo, débil o no capacitado para ayudar en la emergencia – para que cuidara a los niños, lavara la ropa y preparara los alimentos.
¿Cuál es la diferencia, desde el punto de vista del balance trabajo-vida, entre estas emergencias y aquellas que requieren que una mujer de élite regrese a la oficina para una reunión de última hora en la noche?
Una diferencia es que la primera puede ser de vida o muerte para una persona o una familia. Pero la segunda, como lo describe Sandberg tan elocuentemente, puede ser la diferencia entre políticas que perjudican o ayudan a las trabajadoras en una empresa o ciudadanas en un país (dependiendo de la escala en la que estas mujeres de élite contribuyen). El conocimiento que tienen las mujeres de élite sobre los temas que afectan a las mujeres puede tener un efecto dominó (aunque no necesariamente), que influencie positivamente a muchas mujeres que no son de élite.
No hay duda de que se necesita mucho más atención para enfocarse en reformar las estructuras mundiales con el fin de ampliar la justicia social (ver historias recientes en Al-Jazeera y USA Today). Además de lograr mejores vidas para ellas, las mujeres de élite con conciencia de género, mujeres con poder, pueden tener un efecto positivo en las condiciones de trabajo, los salarios y el “balance trabajo-vida” de las mujeres (y hombres) afectados por las políticas que ellas ayudan a formular.
Las desigualdades flagrantes existentes a nivel mundial son una parodia y ciertamente se verán históricamente como una mancha de nuestra era. Pero una forma de empezar a abordar estas desigualdades es que todos nosotros analicemos nuestra propia contribución a las desigualdades de género – como Sandberg y Slaughter lo han hecho con bastante elocuencia – y la comuniquemos para que otros puedan tenerla en cuenta y empiecen a actuar de manera diferente.
Así, las voces de “mujeres de élite” como Sandberg y Slaughter pueden contribuir a abordar la justicia social, a pesar de que ellas no apuntan a sabiendas a tales problemas.
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