TodavÃa le estoy dando vueltas a la cabeza. El acta, el acta, el acta… ¿Qué tendrá el acta?, me pregunto. Y llego a la conclusión de que el acta debe estar relacionada con el acto. SÃ, el acto. Ya se imaginan ustedes a qué acto me refiero. Porque es que, visto lo visto, con la posesión del acta aseguran que se consigue el mismo clÃmax que con el desarrollo del acto. Y es que de otra manera no se entiende. No sé. Algún punto debe tener la redacción de semejante certificado (¿el G, dice, amigo?) que provoca en quien lo ostenta un relax, una tranquilidad que no pareciera de este mundo y que traslada de inmediato al poseedor a un plano superior dentro de la pirámide en que está establecida esta lamentable sociedad.
Es entonces, estimados lectores, cuando se produce en ese plano un estado de éxtasis, permanente en algunos casos durante décadas y décadas, en el que los afortunados se desprenden de todo apego terrenal y se elevan y se elevan sin importarles lo más mÃnimo aquello que por debajo se queda. AsÃ, permanecen en un trance continuado en el que, poco a poco y casi sin que el resto nos demos cuenta, la pana, la famosa pana va dejando su paso a los Gucci, Chanel, Louis Vuitton, Armani, Prada, Versace, Dior, Fendi, Valentino, Marc Jacobs, etc. Y ahÃ, en ese medio paraÃso, es donde se dice lo de: “si te vi, no me acuerdoâ€. Ni un detalle de cuando jugábamos a las bolas. Ni un caritativo recuerdo por cuanto nos soplábamos en los exámenes de fÃsica o de matemáticas… En fin, algo. Pero no. Que el estado del que les hablo es levitación pura y dura.
TodavÃa le estoy dando vueltas y más vueltas a la cabeza. El acta, el acta, el acta… ¿Qué tendrá el acta, que hasta las uñas se alargan y las navajas relucen como la plata? Pues que podrÃa ir desgranando todo un poema, de los denominados sociales, como los de Gabriel Celaya, y no saldrÃa todavÃa de la duda, me faltarÃa un puntito aún para comprender en toda su extensión el por qué se disfruta tanto poseyendo un acta. ¿Y tú me lo preguntas? No, no te preocupes, ya ni pregunto, que te responderÃa a la manera del romántico Bécquer: Acta… eres tú. Aunque, como dije antes, visto lo visto y oÃdo lo oÃdo, por lo visto y por lo oÃdo, a mà me da, mire usted, que la plasmación del acta, la consecución del acta debe ser algo asà como llegar al orgasmo sideral, sin duda.