Este fin de semana han comenzado los primeros mítines de campaña electoral, perdón, de pre-campaña electoral, en los que se ha comenzado a prometer la luna y a elucubrar el nacimiento de la gallina de los huevos de oro.
Flaco favor hacen los políticos españoles si utilizan la Economía durante su campaña electoral porque consegurián confundir a la opinión pública y perder un tiempo irrecuperable para consolidar los cimientos de la recuperación económica que se vislumbra al final del túnel.
Desde los medios de comunicación debemos exigir de nuestros políticos, así como a nosotros mismos, un ejercicio de responsabilidad para evitar aceptar la tentación de la demagogia y acatar las restricciones de la realidad y del pragmatismo.
Porque todas las fuerzas políticas deben de aceptar que de esta crisis sólo podremos salir todos juntos, uniendo fuerzas que sumen y no que resten, ofreciendo alternativas viables y no castillos en el aire que llenen las portadas de los periódicos pero que luego no generen efectos plausibles.
Hablar de un cambio de modelo económico es muy bonito, no hay duda, muy inspirador, un gran captador de votos, pero carece de todo sentido real. No se puede plantear el combatir una crisis del sistema destruyéndolo, sino que hay que recuperar el sistema con sus reglas, y luego, cuando ya esté en funcionamiento, plantearse una reestructuración de modelo económico. Cualquier otra aproximación no es más que un ejercicio de oratoria.
De la misma forma, repetir una y mil veces que se está en posesión de la solución universal, de la verdad única e irrefutable que conseguirá sacar a este país de la crisis, roza la hilaridad. El PP jugó bien sus cartas en el año 1996, supo privatizar las empresas públicas en el momento adecuado, consiguiendo así el desahogo de las cuentas presupuestarias que necesitaba para cumplir sus objetivos, pero también cometió muchos errores, como el incremento de la precariedad laboral sin atreverse jamás a acometer la reforma laboral que necesitaba el país. En definitiva, Rajoy no puede asegurar que hoy tendría la solución a la crisis, porque los recursos presupuestarios de ahora no son los mismos que entonces, ya no se puede privatizar nada.
De los demás partidos, nada se sabe, todos patalean cuál escolares descontentos, pero ninguno aporta nada nuevo al debate político y económico, por lo que vemos obligados a ceñirnos a la bipolaridad política, con la excepción de alguna que otra aportación interesante de Rosa Díez.
Sin duda, tenemos los políticos que nos merecemos.