Aún recuerdo aquellas cartas escritas con colores y con letra redonda, la ilusión que se forjaba en cada rincón de mi casa. Aún recuerdo como mi madre se perdía conmigo entre las enormes estanterías de la tienda de juguetes mientras yo le contaba que soñaba con tener un juego de plastilina o una tejedora para poder hacerme mis propias bufandas de lana. “Escríbelo en la carta a los Reyes Magos” me decía siempre. Con toda decisión redactaba mi carta, sin olvidarme nunca de encargarles una muñeca para mi hermana pequeña, para papá un perfume y como no, un collar para mamá. Después de esto la echaba bien cerrada en el buzón donde el paje real se encargaría de hacerla llegar a sus majestades. Cada 5 de enero me acostaba antes de las 12, y con los zapatos en el salón y un cuenco de agua y turrón encima de la mesa me dormía con nervios, los nervios inocentes de cualquier niño que espera una visita desde Oriente. .
Un día los “niños” de mi generación crecimos, pasamos al otro lado, con todo lo que ello conlleva.
Benditos los ojos de los niños, benditas su ilusión y su inocencia. Siempre que hay niños cerca todo sabe más dulce, todo se ve más tierno, todo se ilustra de ilusión.
Sin embargo, existe otra cara de todo esto. “Compre aquí sus regalos de Navidad y Reyes”, sí, con algo así de lamentable me topé justo a la puerta de un establecimiento comercial mientras paseaba por el centro de mi ciudad.
Señores, los niños no son tontos, los niños leen, los niños piensan. “Compre sus regalos”. Ya casi no existe el papel de paje real, ni los buzones mágicos, ni el cuidado que se le daba antes a estos “pequeños rituales”. “Compre directamente”, porque es lo que importa. El colapso de las grandes superficies y la propaganda masiva protagonizan este desmesurado desmadre de consumo navideño.
Los buzones de sus majestades apenas reciben cartas, al parecer muchos padres se preguntan si estos ya tienen el “WhatsApp” activado. ¿Con cuántos dispositivos electrónicos diferentes e innovadores envueltos en lazos y tarjetas de “deseo que te guste” bordearán su árbol? ¿Cuál será el coste de sus adquisiciones? Sinceramente me da igual, nadie será más que nadie por ello. Pero no olviden un pequeño detalle, no dañen ni jueguen con la ilusión de los más pequeños por seguir a rajatabla sus roles de “vendedores eficientes” y “compradores modélicos”, a sus majestades no les gustaría saber esto.
Recuerden que la ilusión está por encima de todo.