Dicen que la sabiduría popular engloba, al menos, una masiva aquiescencia; por tanto (tras su imposible constatación contable) recibe así etiqueta de certidumbre. Los tiempos que vivimos son ingratamente turbadores cuando debiéramos estar curados de espanto. Secundamos el arraigo de un tierno eslogan, “hoy más que ayer pero menos que mañana”. Lo perverso, pese a todo, es esa indeterminación referida tanto al tiempo cuanto a la magnitud. Parece no tomar reposo ni fin.
Tabla de contenido ocultarYa casi no cuesta levantarnos con el ánimo presto a digerir cualquier noticia por extravagante que sea. Cada jornada nos va haciendo permeables e inmunes, paradójicamente, a crudas reseñas que acompañan con excesiva frecuencia el desayuno.
Ayer -siempre utilizamos ciertos vocablos para referir un pasado inmediato- divulgaron la operación Taula en Valencia. Hoy, esa narcótica y anodina resolución de la Audiencia de Palma que obligará a la infanta Cristina sentarse de nuevo en el banquillo. El primer asunto refuerza los argumentos del PSOE para justificar su negativa a mantener diálogos con el PP. Olvidan que Pedro Sánchez, un mayo lejano, advirtió su repugnancia a pactar con aquel y con Bildu, colocando a ambos en el mismo plano. Luego suavizó rencores a Bildu. Algunos, con tics alarmantes, se refieren al sumario valenciano adjetivándolo de “trama criminal” y demandan jocosamente la disolución del Partido Popular. Produce vergÁ¼enza ajena tanto desahogo en una hueste que debe acreditar su presumida virginidad más allá de la excelente mercadotecnia.
No cabe duda que la corrupción, toda ella, ilegitima para regir los destinos del país
Por tal motivo, Rajoy y otros muchos debieran dejar paso a gente impoluta. Ahora mismo son una rémora fundamental.
Sin embargo, hemos de tener en cuenta que la corrupción presenta diversas caras. El individuo considera malsana, peor, aquella que afecta al tesoro público, el latrocinio continuado de quienes aseguran servir a la sociedad. Ignoran esa perversión sutil de mentes, de conciencias, que afectan a los usos democráticos hasta deteriorar gravemente sus pilares fundamentales. Desde mi punto de vista, esta corrupción es mucho más infame porque degrada el sistema ahogando las libertades individuales con dogmas maniqueos, totalitarios, y trayendo a menudo miseria perpetua. Asimismo, los corruptos amasan pequeñas fortunas; los dictadores generalmente atesoran inmensas riquezas sobre una explotación económica y carencia de libertades.
Pedro Sánchez, inhábil, se ha cerrado cualquier posibilidad de pervivencia. Desde hace tiempo va preparando su defunción política que llegará a poco. Nada estrategas, sus asesores le llevan de error en error. El principal es crearle un antagonista equivocado. Desconozco quien le genera la idea de lucha desaforada contra el PP cuando solo es rival ideológico; es decir, confortable adversario. El auténtico enemigo, quien le socava votantes, es Podemos. Encima para no romper puentes cara al futuro hipotético, le proporciona pedigrí democrático. El propio Sánchez calcula que revivir el Frente Popular le llevará a la Moncloa. Craso error. Se han topado con una camarilla que les da mil vueltas en lo que, antaño, ellos fueron auténticos peritos: la agitación y propaganda. Un ejemplo reciente es aquella emponzoñada propuesta de gobierno que les hicieron no ha mucho. De pasada eliminaban a PSOE e IU, quedándose únicos representantes de la zurda española. Son perniciosos compañeros de viaje. Sombríos si un día consiguieran el poder.
Nuestra sociedad no es radical
Por este motivo, siempre han ganado las elecciones partidos de centro izquierda o derecha, sin paroxismos. Asqueado de corrupción y crisis, el votante se crispa, se trastorna, lo suficiente para votar a un partido que todavía considera pulcro, lejos del totalitarismo, porque nadie -ni medios ni prohombres- lo ha dicho. Si el PSOE, en vez de cargar silencioso con el apelativo “casta”, hubiera enfatizado el carácter estalinista de Podemos, hoy tendría más diputados que el PP y podría gobernar con el apoyo estricto de Ciudadanos. Definitivamente la comisión ejecutiva erró el tiro de manera clara. Y no pueden echarle culpas a la vieja guardia preocupada por un futuro incierto para el partido. Falsos e insolentes.
A Sánchez y su ejecutiva les quedan días
Si pacta con Podemos, desaparece él junto al PSOE. Si hubiera elecciones de nuevo, con toda probabilidad habría otro candidato menos sectario, capaz de armonizar intereses particulares, partidarios y nacionales. Le queda como solución menos negativa, quizás, pasar a la oposición con el pacto PP-Ciudadanos bajo una exigencia rotunda de cambios sustanciales que fortalezcan la democracia, haya verdadera voluntad de contrición -a la par que de penitencia- y eliminen para siempre el peligro de los populismos en sus diferentes siglas y manifestaciones. He ahí el hombre de Estado que esperan socialistas y españoles.
Este PSOE retomaría por fin un camino abandonado que le transportaba a la confluencia con los socialdemócratas europeos y que el necio Zapatero, irresponsablemente, quebró marginando a media nación con etiquetas tan demoledoras como falsas. De aquellos polvos estos lodos para España y para un partido en absoluto declive. Ojalá los abrojos se transformen en hierbabuena capaz de aliviar dolores e irritaciones. Pese a todo, no olvidemos a UPyD, perfecto eslabón si, por unos u otros, se rompiera la cadena.