En teoría los políticos electos cada cierto tiempo son representantes del pueblo, donde reside el poder del Estado, pero pretendo explicar que el verdadero poder no varía independientemente de las decisiones del pueblo.
En Estados Unidos la existencia de “lobbies” no es ningún secreto y significa una presión sobre las votaciones en los campos que pudiesen perjudicarles o beneficiarles. Esto significa que el poder en realidad es de quienes poseen la riqueza suficiente para establecer grupos de presión a los políticos. Por otra parte los políticos suelen poseer elevados niveles de riqueza personal o ser financiado por ricos cuya afinidad así lo disponga.
En España podemos observar como las “recomendaciones” de la Unión Europea prácticamente deben ser acatadas, al igual que en el resto de Europa, pero solo una pequeña parte de su poder está en manos de españoles, los cuales son designados por sus partidos políticos. Pero esto es casi inevitable, ya que la misma Unión Europea estableció esto en la adhesión de España y Portugal.
Pero en España también existen “lobbies” que establecen estrategias de “cambio de favores” para ejercer presión en las iniciativas políticas, yendo desde grandes constructoras y bancos hasta una menor escala.
¿Se puede cambiar esto? Es muy difícil cambiar a quienes han ejercido el poder real desde hace varias décadas o aun más, pero el apoyo que ofrecen a los diversos partidos políticos va en función de las posibilidades de que logren mayor o menor apoyo popular, en forma de donaciones u otras formulas de compensación. Han aparecido iniciativas que suponen un desafío a esta situación, como la del grupo de ciudadanos que gobierna el Ayuntamiento de Torrelodones, donde, en principio, no existen grupos de presión o “lobbies”, y algún otro ejemplo.
La realidad es que el poder está en manos de quienes siempre ha estado, y es necesario plantearnos si no sería mejor para todos que el poder fuese el que la democracia y el pueblo otorgue, estableciendo que la única vía de financiación de los sindicatos y partidos políticos fueran las aportaciones de sus afiliados o, en todo caso, la recibida de entidades públicas.
Los gastos de publicidad o propaganda serian similares para los partidos políticos y se podría realizar una campaña de equidad para que los partidos políticos pequeños no fuesen discriminados por falta de un presupuesto justo ante una campaña de elecciones. Se podría hablar también de lo difícil que es para un pequeño partido político llegar a comunicar sus ideas para lograr vencer a los grandes partidos y el establecer garantías de promesas electorales y programas políticos, al igual que la publicidad de cualquier producto comercial.
Es fácil creer que no hay posibilidad de cambio de esta situación o bien optar por soluciones poco democráticas y es posible que algunos apunten soluciones irreales. Mi única pretensión es mostrar la realidad en la que nos encontramos, para que al menos quienes lean esto puedan formarse una opinión y, con suerte, si se aúnan muchas voluntades, pueda cambiarse en todo o en parte, para construir una democracia mejor.