Muchas personas que conforman mayorías viven en la creencia de que este Sistema no puede cambiarse, y se resignan. Creen que votando a este o al otro pueden hallar seguridad, libertad o bienestar. ¿Es esta la forma de actuar más adecuada, o estamos ante un enfermo terminal que por más transfusiones que reciba se muere inexorablemente?
No es preciso ser amigo de Kropotkin, Proudhon, Tolstoi, o Marx, por ejemplo, para concluir que el capitalismo, en cualquiera sea su forma de organizarse, ni es protector ni benefactor ni -mucho menos- amigo del pueblo ni del medio ambiente, ni de los animales ni de las ideas de libertad, progreso y bienestar: basta con abrir los ojos para ver lo que nos pasa bajo este supuesto orden mundial, viejo o nuevo, o como quiera que se adjetive. Y lo que vemos siempre es su espíritu de vampiro insaciable ben sea como capitalismo burgués o como neoliberalismo. ¿Se imaginan que uno nombra un administrador de sus bienes y este nos engaña, nos roba, nos empobrece y llama a la policía si le exigimos que nos devuelva lo nuestro? Eso son los gobiernos.
Basta observar ligeramente a nuestro alrededor para ver derrumbarse negocio a negocio, familia a familia y tomar conciencia de que el Estado moderno bajo cualquier cobertura ideológica con la que se camufle no es sino un Estado Protector de Ricos y poderosos en la sombra, cualquiera que sea su “denominación de origen”. Ya se defina como república o como monarquía; como socialista o comunista, liberal o conservador, siempre hay unos arriba y otros abajo; unos con poder y encumbrados en el bienestar, y otros sin poder o con un poder delegado y ficticio malviviendo en el malestar en la exacta proporción inversa al bienestar de los otros.
Los de arriba dicen hablar en nombre de los de abajo pero si estos últimos se muestran disconformes y se mueven porque se sienten engañados o estafados, los de arriba les mandan a la policía o al ejército según estimen de grave la respuesta.
Entre tanto, se les procura atontar por todos los medios para que no se muevan de casa. Y cuando alguien canta las verdades del barquero, le llaman al orden, le hacen la vida imposible, lo silencian o lo eliminan, como se dice al principio. Viejo todo esto como el mundo y sin haber encontrado aún la salida por causa de tanta desunión y tan poco amor como hay en esta humanidad, donde tanto se prodiga eso de mirarse el ombligo e imitar a los ricos y querer tener su poder, que es el sueño de inmensas mayorías abducidas por la propaganda, el miedo y la educación.
En época de crisis como la presente, cada Estado-Madrina correspondiente abre las huchas del dinero de los pueblos, que se supone debe distribuir con justicia entre estos,- más que nada porque es SU hucha- para entregarlas a los ricos como ellos que lloran lágrimas de cocodrilo fingiendo necesidades, pues a falta de transparencia contable, su palabra es suficiente por su pedigrée de clase que le permite gobernar a los gobernantes.
No tuvieron bastante los bancos con cobrar escandalosos precios de usureros por sus préstamos ni bañarse en oro sus directivos; no tuvieron bastante los dueños de las empresas con robar con protección legal la plusvalía a sus trabajadores. La codicia de todos ellos es comparable tan sólo a la desvergonzada actitud de sus Estados- guardaespaldas y benefactores sin límite y siervos a la vez.
Esto es importante mencionarlo, porque la ausencia de transparencia en las cuentas de banqueros y políticos, las fugas de capitales, y el dinero sin retorno de todos ellos y de las tramas mafiosas de sus allegados, y algunos latrocinios más es lo que ha llevado a esta situación. Y ningún Gobierno – tanto da uno que otro- ha puesto luz y taquígrafo a cada banco pedigÁ¼eño para dar a los jueces la ocasión de actuar; ningún Gobierno ha puesto límites a la belicosa OTAN de los EEUU para evitar la sangría de millones diarios que cuesta mantener ejércitos de ocupación por ahí; ningún Gobierno ha puesto en su sitio a esta Iglesia siempre con la mano extendida y le ha negado el derecho a usar la hucha del pueblo a los monseñores. En cuanto todos estos agujeros negros reclaman dinero público se les entrega nuestra hucha en detrimento- claro está- de derechos adquiridos con grandes sacrificios, ayudas sociales, educación, sanidad, uso de energías e industrias ecológicas y otros default que se incluyen en el paquete que llaman REFORMAS o RECORTES. Te quedaste sin la hucha, y eres culpable porque ¿acaso no vivías por encima de tus posibilidades? nos apuntan los de arriba.
Con estas mediadas de acoso y derribo a nuestras economías y derechos, los gobiernos de los ricos pretenden reactivar – dicen cínicamente- la economía. ¿Para qué? para más de lo mismo, para volver a iniciar el circuito infernal, porque si algo tienen claro los de arriba es que no están dispuestos a dejar de estar ahí para seguir haciendo lo mismo.
Como se ha llegado ya demasiado lejos, ahora lo que se pretende con inyectar dinero a los bancos para salvar el sistema es algo así como si a un enfermo en estado terminal se le hacen transfusiones. Es verdad que de momento parece reaccionar, pero como las causas de la enfermedad no se enfrentan, (que es que nos devuelvan la hucha que nos robaron antes y nos roban a diario) sino que demos nuestra sangre al moribundo hasta quedar exhaustos, el enfermo tendrá recaídas sucesivas y cada vez más graves hasta el colapso final, y no solo el suyo que es lo que pretende. ¿Se dieron cuenta de que no hay responsables de robar la salud de este enfermo? Nadie irá ante el juez, excepto Vd. si no paga su hipoteca. Todo es opaco, sucio, amañado, indecente, cruel y una burla a los pueblos del mundo que han caído en la trampa, votan y aceptan el juego.
Parece que el modelo adoptado por la mafiocracia mundial oscilará entre las famosas burbujas de esto o aquello que se irán montando en los países que convengan y con los productos que interesen (alimentos, energía, minerales, autos, etc) y estas sangrías de nuestras arcas cuando las burbujas inevitablemente estallen.
El capitalismo, como todos los sistemas de producción anteriores, ha tocado techo y es incapaz ya de impulsar hacia delante a la sociedad como lo fue en sus inicios, o como la primera burguesía ante el feudalismo, y lo que se va quedando atrás de cada estallido de burbuja no es más progreso, sino destrucción del tejido industrial, paro obrero, miseria, conflictos sociales y toda suerte de problemas derivados, medioambientales incluidos.
Entre tanto no cesan de hablarnos de las elecciones en Estados Unidos, el epicentro de todas las calamidades mundiales, y el candidato que promete más cambios quiere hacernos creer que con él empezará una nueva era. Nada menos. (No pueden escuchar mis carcajadas…).
La Nueva Era sería la era de la conciencia espiritual de una humanidad que se desea liberar de todos los yugos, de un Planeta liberado de todos los venenos del alma y ecológicos. Sería la era de la paz y de la alegría de vivir, de la justicia, unidad y hermandad entre todas las personas y naciones. Para los creyentes libres, sería un mundo donde se hicieran realidad las leyes divinas: Un reino de amor y armonía.
El que se proclama hoy como Nuevo orden Mundial es lo opuesto a esa Nueva Era. Para hacerla posible se precisan cambios en la conciencia de cada uno de nosotros. Nadie nos va a regalar la felicidad, ni el orden, ni la justicia ni la paz: todos ellos son primero estados de conciencia que nacen del cumplimiento de los Mandamientos de Dios, que son leyes de la conciencia universal, no importa qué religión o idea espiritual se tenga, o sin tener ninguna. Quien realiza las leyes de la conciencia las convierte de seguido en bienes sociales, en factor de cambio revolucionario. Y es así como cambia este mundo. Lo demás es hipnotismo social, culto a la personalidad de líderes e intelectuales y autoengaño.
”Busca el Reino de Dios y Su justicia y todo lo demás se te dará por añadidura”, nos dice Jesús. Para muchos esta es la forma de empezar a cambiar el mundo. Otros seguirán preguntándose a quién votar en cada elección, esperando que les regale todo lo que ellos son incapaces de conseguir por sí mismos: su propia libertad, su propia paz, su propia felicidad. Creen que todo eso se lo tiene que dar algún gobierno o alguna persona. Y así nos va.