Enciendan sus sentidos, apaguen la televisión, bajen a la calle y observen. Observen por unos minutos toda la gente que se mueve. ¿A dónde irán? ¿Qué harán? ¿A qué se dedicarán? ¿Serán felices? Todo tipo de sub-tramas pueden nacer en nuestras cabezas tras un tiempo de observación. Ahora imaginen por un momento que estamos en una isla, sí todas esas personas (incluidos ustedes), se encuentran en una pequeña isla. Pero se la voy a describir. Se trata de un lugar donde las personas trabajan, se ganan honradamente su dinero, se muestran preparadas, tienen unos objetivos claros en la vida. También sufren, no siempre hay trabajo, es duro hacer frente a los gastos y más de una vez hay que privarse de ciertas comodidades. Pero poco a poco, en base a pequeñas metas, se va avanzando, se reivindican derechos, se lucha, y en definitiva, se sobrevive.
Pero existen otros tipos de isla, con menos clase y maneras. En ellas se planta un saco de 15-20 personajes. Y digo personajes porque no tienen otro nombre. Es entonces cuando empieza el juego y en ese momento alguien presiona el “record” de la cámara de video y las imágenes llegan directamente a las pantallas de televisión. Nuestros personajes deberán aprovechar todos los recursos que la isla les ofrece para alimentarse, asearse, vestirse, pernoctar… y también de vez en cuando pasan una serie de pruebas. Lo que viene siendo sobrevivir. Pobrecitos. Porque nadie hoy en día hace eso ¿eh? Un padre o una madre de familia no trabajan (o buscan trabajo) durante horas y sin descanso para sacar adelante a sus hijos y poder darles educación, alimento, techo… ¡NO! Eso no son pruebas diarias, ni obstáculos, ni supone ningún esfuerzo. Eso solo lo hacen los que salen en la tele, solo ellos.
Volviendo al juego, es importante saber que si empiezan 20 o 15 “supervivientes”, poco a poco irán viendo qué tipo de barrabasadas harán para que sus compañeros salgan menos gloriosos que ellos. Eso ya sin contar con los entresijos amorosos que se traigan, con sus trifulcas, reconciliaciones, y si me apuras, con sus escenas picantonas incluidas, ¿genial eh?
Una cosa está clara, y es que en este juego ganan (más) los últimos que sean nominados de la isla. Que no significa que los primeros no ganen, (pregúntenle a sus bancos.) Á‰stos “listos” desmeritados suelen pertenecer bien al mundo rosa, o bien a programas de similar calaña. Un día a la semana, otra serie de personajes que no tuvieron el honor de viajar a esa isla o que ya pasaron por ella en otras ediciones, se sientan en unas cómodas sillas de un plató de televisión y conectan en directo con nuestros supervivientes. Entonces se llevan a cabo una serie de debates, unos vocean, otros lloran, los de la pantalla gritan, los del plató contestan…Y bueno, hacen falta grandes especialistas y entendidos para sentarse en esas sillas e ilustrar al personal con su sabiduría. Directamente esas imágenes llegan a nuestras televisiones. Que calidad por favor.
Ahora les pido que presionen el OFF y escuchen lo peor de todo, hace unos días tuve el placer de despertarme con una aterradora noticia que afirmaba que el sueldo promedio de cada “inteligente celebridad” de la isla, rondaba entre los 10.000 y 20.000 euros semanales. En ese momento apagué la radio, y me di cuenta de que para ser más o menos reconocido en este país, hay que trabajar poco, cobrar mucho, y convertirse en “carne de telebasura”, nada de Carreras Universitarias, nada de trabajar dignamente, dentro de poco se acabará por enseñar eso en las escuelas. ¡Y es que, así nos va!
De nuevo pienso en aquellos padres de familia, aquellos trabajadores, aquellos jóvenes que viven su lucha diaria por sobrevivir a una sociedad que a menudo va marcha atrás. ¿De verdad tienen que tragarse eso? ¿Les pagan a ellos por sobrevivir? No, más bien son ellos los que tienen que pagar por hacerlo.
¿Quiénes son los verdaderos supervivientes? ¿Ellos?
Tal vez seamos los “ciudadanos de a pie” los que vivimos en una isla permanente en medio de un mar de hipócritas.
Señoras y señores, aprendamos a pulsar a tiempo el botón rojo del mando a televisión, no permitamos que se rían de nosotros.