Llegó al poder hace ahora un año con la firme promesa de hacer realidad la recuperación económica al grito de “que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”, y millones de españoles le creyeron. Y aunque hoy tiene un 12% menos de feligreses (según la última encuesta del CIS), todavía existe un 32% de españoles que mantienen la fe en Mariano Rajoy: ya se sabe que la fe es ciega.
Las cartas credenciales de un año al frente del Gobierno hablan por sí solas: casi seis millones de parados (la cifra más elevada de toda la democracia), con un 25,02% de tasa de paro, habiendo generado casi 800.000 desempleos sólo en el último año, un PIB en caída libre que suma un descenso del 1,6% durante el mandato de Rajoy, unas subidas de impuestos, sin precedentes, a las clases trabajadoras y a los pequeños empresarios (cuando en campaña había prometido la rebaja del IRPF y la no subida de impuestos), la congelación del S.M.I. y de los sueldos de funcionarios, con medidas de recortes en pagas navideñas, la salvaje reforma laboral, la emigración galopante de nuestros mejores jóvenes, la subida indecente de gas, electricidad y combustibles, el incremento en las tasas universitarias y judiciales que han hecho ver a togas manifestándose, el copago farmacéutico, el costoso rescate de la banca española (y el más que seguro rescate total de la economía española), el asumido incumplimiento de déficit público que este año alcanzará el 8% y el desmantelamiento total del estado del bienestar (educación, sanidad, cultura y asistencia social).
La calle se ha convertido en un termómetro del malestar social, con dos huelgas generales y más de 29.000 manifestaciones callejeras de ciudadanos de todo pelaje: jueces, sanitarios, policías, víctimas de terrorismo, bomberos, estudiantes, desahuciados y hasta yayoflautas.
Los que no entienden de polítiqueos, sino de cuartos y maravedises, no tienen mejor opinión. Los mercados han puesto nota a la gestión de Rajoy: en este año el Ibex cae un 5,4% y la prima de riesgo mantiene el pulso al Gobierno, habiendo marcado máximos históricos (como el de 638 puntos básicos en julio).
Pero lo peor de todo no es lo que ha pasado, sino el color del horizonte, pues a los más de 60.000 millones de recortes dispuestos para el año 2012 con la finalidad de lograr la consolidación fiscal exigida por Alemania, el Ejecutivo ha remitido a Bruselas su Plan de Reformas Estructurales, donde se concluye que el grueso de las medidas, las de mayor calado por ser de carácter estructural, están por llegar: 102.149 millones de ajuste para el periodo 2012-2014 que llevarán a la ruina y al cierre a miles de pequeños empresarios y a la desesperación a millones de familias.
Una angustia que tiene como protagonista al mismo personaje que anunciaba, fumándose un gran cohíbas, que “del Prestige salen unos pequeños hilitos …. eeeeh … eeeh … hay cuatro en concreto … con aspecto de plastilina”, cuando el butrón abierto en el casco del barco inundaba con miles de toneladas de fueloil las costas gallegas, provocando el que ha sido el peor desastre ecológico de la historia de España.
Aunque nunca la desvelaron, Rajoy y su equipo aseguraban tener la fórmula para sacarnos del socavón. Ellos traerían una época dorada y feliz, como esas bucólicas estampas de portada de las revistas de los Testigos de Jehová. Un año después estamos mucho peor que antes, a la deriva, sin rumbo y sin esperanza de llegar a ningún puerto.
Rajoy no sólo incumple las promesas, sino que a este ritmo capitaneará la zozobra de España que será, para desgracia de todos, algo más que inminente.