Vivimos al rebufo de Arturo Mas y su socio de gobierno Oriol Junqueras de ERC. Son ellos quienes están marcando los tiempos en la aventura secesionista catalana, programan el futuro, toman iniciativas y nos dedican todo tipo de insultos, descalificaciones e improperios cuando lo estiman conveniente. En sentido contrario y desconociendo los motivos, el presidente del Gobierno no se manifiesta y continua obsequiándonos con sus incomprensibles silencios, pretendiendo resolver el problema reuniéndose secretamente con Mas en la Moncloa, algo que se oculta a los ciudadanos, quienes se enteran a través de ciertos medios de comunicación que todavía creen y practican la libertad de expresión.
Ninot de Artur Mas en las fallas de Valencia de 2007. Foto: CarquinyolTal como evolucionan los acontecimientos, todo indica que el presidente de la Generalidad, inmerso en su galopante atrofia independentista, está totalmente dispuesto a llegar, aparentemente, hasta las últimas consecuencias. Entretanto, se permite la licencia de manifestar impostadamente que “Cataluña siente afecto por España pero ya no confía en el Estado”. No obstante, cabría pensar que todo lo que está sucediendo, no es responsabilidad exclusiva de Mas. En parte corresponde a la dejación, falta de decisión, incapacidad y ausencia de liderazgo acusado por parte de Rajoy. Consentir que hagamos el ridículo a nivel internacional como han reflejado los mas importantes periódicos no es de recibo. El Gobierno tendría que haber zanjado hace tiempo con autoridad y pedagogía adecuada cualquier tentativa rupturista. Pretender solucionarlo ahora con nuevas concesiones económicas, que permitan llegar a las elecciones generales del 2015 con una España “entera”, supone una compra de voluntades aberrante.
Rajoy dirá lo que quiera, mas bien poco y a destiempo, pero los ciudadanos no pueden seguir soportando las reiteradas amenazas y humillaciones por parte del iluminado Arturo Mas y sus torpes colegas de Gobierno. Ya ha llegado el metafórico momento de dar el puñetazo en la mesa, sacar redaños y que el presidente deje meridianamente claro que la unidad de España, amparada por la Constitución, es sagrada para los que se consideran católicos e inquebrantable para el resto. Un golpe de timón de estas características, cortaría la sangría de votos que a nivel encuestas está padeciendo el PP y devolvería a Rajoy una parte del prestigio perdido por culpa de su permanente acoquinamiento.
Los plebiscitos Sr. Mas, no deben ser confundidos con unas elecciones autonómicas. Claro que si le entretienen, puede celebrar uno en su casa y con sus amigos, o bien montar todo tipo de cadenas, cadenetas, corros y corrillos, pero déjenos tranquilos de una puñetera vez y dedíquese a gobernar y gestionar su ruinosa Comunidad que tanto lo necesita. Nuestro gran problema, entérese de una vez, es poder proporcionar un puesto de trabajo a esos seis millones de españoles que permanecen en paro, de los cuales varios cientos de miles viven en esa región española llamada Cataluña.
Aunque Rajoy pretenda ignorarlo y mire para otro lado como suele hacer, tal como se comentó el el párrafo anterior, los ciudadanos ya tenemos agotado el cupo de insultos por parte de Mas y sus consejeros. Si se siente incapaz de zanjar la pretensión independentista que nos invade, quizá la mejor y más honesta decisión por su parte sería el reconocerlo y presentar la dimisión. De mantenerse en la misma actitud y huero de recursos para superar el trance no queda otra solución. Con su indolencia sería ridículo aspirar a una segunda legislatura e incluso cuestionable si podrá agotar la primera.
Al presidente de la Generalidad, lo que verdaderamente le aterra, forzado por el líder de ERC es saber que su única salida medianamente airosa es defender una “huida hacia delante” que podría representar el final de su carrera política. La osadía de la que hace gala fomentada por sus asesores, le pasará una dura factura como consecuencia de su irreprimible y mal controlada ambición. La postura de no querer recibir a Mas por parte de las máximas autoridades europeas, Barroso y Van Rompuy constituye otro claro desprecio a su deriva independentista. Las bravatas como “no hay marcha atrás” o que “la financiación que recibe Cataluña es una tomadura de pelo” forman parte de su ridícula parafernalia como los “bonos patrióticos”, cuando ni siquiera puede hacer frente al pago de intreses.
El llevar al Congreso de los Diputados la consulta sobre el derecho a la autodeterminación, cavará su propia tumba en función del mayoritario rechazo que sufrirá dicha propuesta. Para muchos de los que siendo residentes en Cataluña no son partidarios de la independencia, no deja de ser una torpe maniobra del presidente de la Generalidad para intentar justificarse ante la ciudadanía, culpando a “la España que nos roba” de no poder acceder a la tan deseada autodeterminación. La trama es demasiado burda pero tampoco se puede esperar muchos más de estos limitados políticos.
Paradójicamente, cuanto mas insiste el líder catalán en hacer mención de las elecciones plebiscitarias, parece dar la sensación de poseer la fórmula mágica para alcanzar la independencia. Una más de sus delirantes fantasías pero en este casó de limitadísimo recorrido. Su estrategia preferida consiste en ejercer un permanente amedrentamiento de Mariano Rajoy para obligarle a modificar toda la política fiscal actual por otra infinitamente mas beneficiosa para Cataluña, unido a diversas reivindicaciones que les han sido negadas siempre. Arturo Mas considera que Rajoy, al sentirse presa del miedo y la prudencia que le impiden tomar decisiones, terminará accediendo a todas las peticiones del Gobierno catalán, que Mas venderá posteriormente como la “negociación del siglo”, a través de una campaña orquestada y apoyada por todos los medios de comunicación, a los que tanto mima y considera económicamente…. Lo que queda pendiente es que podrá ofrecerle a Junqueras para que acepte la citada estrategia, advirtiéndole que ERC en solitario tendría dificultades para gobernar.
Distinta historia será lo que podrá contar Rajoy a los restantes presidentes de las CC.AA. para que admitan el agravio comparativo que supondrá un tratamiento altamente diferenciado para Cataluña. Lo cierto es que para “Marianito el Breve” no es tan halagÁ¼eño el futuro como lo estan pintando todos sus ministros y restantes voceros oficiales. Son muchos los que piensan que en algunos aspectos falta a la verdad y en otros elude contestar para no comprometerse. Los españoles están siendo castigados excesivamente, no baja el gasto público ni los impuestos y el crédito tampoco llega a empresas y familias, todo lo cual provoca que la ciudadanía se muestre excesivamente escéptica. Partidos políticos y sindicatos se encuentran totalmente desprestigiados y la corrupción es como “el rayo que no cesa”. De Mariano Rajoy se esperaba mucho más pero está resultando un fiasco. Ha defraudado demasiado y si en efecto quiere recuperar su imagen tendrá que arriesgar y comprometerse mucho mas.
A criterio de los «enterados», en Moncloa la primera preocupación pasa por comunicar a los ciudadanos que España ya ha superado la terrible recesión; citar el «Caso Barcenas» es pecado y el debate catalán solo es cuestión de tiempo. La oposición opina que se equivocan y critican muy duramente la pasividad de Rajoy, pero lo triste es que ellos tampoco terminan de aclararse ni saben que hacer.