Rajoy: el apático recaudador de impuestos
Existen estilos de gobierno, el de Rajoy consiste en no gobernar o, dicho con otras palabras, refugiarse bajo el portal y esperar a que pase el chaparrón. Apático, desbordado por los acontecimientos, se ha limitado a sentarse bajo la higuera esperando a que maduren los higos, se caigan del árbol y terminen pudriéndose. Entonces los recoge y se los lleva a los extranjeros, que los utilizarán como abono para producir ricos higos en sus propias higueras que luego nos venderán a nosotros.
La política económica de Rajoy, la ausencia de política económica, recuerda a la de los peores gobernantes que pudo tener España y que la dejaron tiritando de miseria y envuelta en harapos, a los austrias. Como a éstos, a Rajoy no se le ha ocurrido, todavía, fomentar la riqueza nacional y utilizar sus recursos monetarios para, en lugar de destruirla, fomentarla. Al revés, entrega a las “empresas” extranjeras los recursos con los que éstas se enriquecen, montan sus industrias y bancos y acaban vendiéndonos sus productos y prestándonos un dinero cuyo origen es el contribuyente español.
Nunca antes, y eso que Zapatero dejó el listón muy alto, tan alto como los austrias, se había conocido un gobernante tan apático. La apatía, en términos sicológicos y políticos, se traduce en términos económicos y sociales en estancamiento y recesión económica. Como si al gobierno de Rajoy le diera exactamente lo mismo o incluso hasta encontrara un cierto placer viendo cómo, cada día que pasa, el país se hunde en las arenas movedizas de la absoluta degradación e incompetencia política. No es que les dé lo mismo que la Sociedad de bienestar se vaya desplomando, es que disfrutan viéndola descomponerse. Y por eso no hacen nada porque disfrutan aspirando el fétido olor de la descomposición. Rajoy se ha plantado, como una efigie egipcia, en el medio de la putrefacción y la huele y la contempla, indiferente e inalterable.
Le da lo mismo que un niño haya sido desahuciado. ¿Sabe usted señor Rajoy, saben los ricos de su gobierno y de su partido? que hemos llegado a tal grado de miseria, económica y moral, insostenible miseria, en la que hay niños desahuciados, niños hambrientos, niños en harapos, niños sin gafas, niños sin médicos, niños sin medicina, niños sin habitación, sin cama, sin cuarto, sin juguetes, niños que ya no creen en los Reyes Magos, sin esperanza, sin futuro, sin nada, niños que ya necesitan un sicólogo porque hasta han quedado sin sonrisa, porque todo lo que crearon sus abuelos y sus padres se lo está usted entregando a los banqueros alemanes para mayor gloria del Capitalismo. Y todo ello a cambio de una palmadita en la espalda con la que le fustiga, de vez en cuando, el FÁ¼hrer alemán, la señora Merkel.
Usted, señor Rajoy, concibe la economía como lo haría la aristocracia feudal laica y clerical. Como a ésta a usted no le preocupa la creación de riqueza que se consigue produciendo para el mercado sino cobrar impuestos, derechos feudales y censos que eran la principal fuente de ingresos de esa aristocracia y ahora, con usted, del Estado. El problema es que con esta política feudal la economía se estanca, inicia un proceso de regresión y condenada a los ciudadanos a la pobreza perpetua y a los banqueros y especuladores a la riqueza perpetua ya que, como los señores feudales, ellos tienen asegurados sus beneficios con los impuestos y diezmos que pagan los ciudadanos.
No se puede justificar por más tiempo la incompetencia del presente gobierno y su apatía en la herencia Zapatero. Eso fue y ya pasó. Si ahora ha decidido tomar las riendas del país no es para disfrutar contemplando su decadencia sino para poner remedios a los males. Esta es su responsabilidad y por su capacidad o incompetencia se le pedirán a usted y a todos los economistas liberales, responsabilidades. Lo que pasa es que, entre todos juntos, no saben. Y sumidos en la incompetencia no dejan de gritar histéricos y con el agua al cuello: ¡Viva el liberalismo económico!, una y mil veces ¡Mueran el liberalismo político y el progreso! Una y otra vez.
Su única solución a la crisis, su política económica, si nos permitimos una licencia literaria, no es otra que la de desmantelar la Sociedad de bienestar en beneficio del Capital financiero y especulativo y en beneficio de los buitres del liberalismo económico preparados para saltar sobre las ruinas del Estado, que construyeron otros, para privatizarlo todo. Como en Rusia, el patrimonio de un pueblo pasará a ser patrimonio de unos pocos. El resto, todos empobrecidos. Y así, en un proceso en el que nos vemos lanzados hacia el pasado nos encontraremos en los comienzos de la revolución industrial. Pero, entonces, privado el trabajador y gran parte de las clases medias y profesionales de su condición de consumidores, reducidos a la condición de supervivientes con un salario de miseria, ¿quién consumirá lo que se produzca? ¿Los extranjeros? ¿La India, China, África, América del Sur? Porque los otros ya tienen cubiertas sus necesidades y éstos viven en la miseria gracias a que adoran a dioses monoteístas. Humanos e inhumanos.
¿Qué será de nosotros, señor Rajoy, si seguimos dependiendo de sus incompetentes manos? Es que ¿no hay más alternativa que el liberalismo económico, la privatización de toda la economía y de toda la riqueza? ¿Es que acaso usted y su millón de asesores aún no se han enterado de que las políticas económicas liberales siempre han servido para lo mismo: enriquecer a unos pocos y empobrecer a millones y desencadenar una profunda crisis social, que se reproduce cíclicamente haciendo acto de presencia con la regularidad de un reloj suizo?
Siempre ocurre lo mismo, que allí donde la privatización de la economía alcanza su punto culminante arruinando a todos los países, aparecen las políticas dirigistas, intervencionistas, estatalistas y planificadoras como única solución para salir del agujero. Siempre ocurre lo mismo. Incluso en países que tenían repugnancia moral y constitucional a la intervención y planificación del Estado, como Inglaterra y Estados Unidos, tuvieron que recurrir a la planificación e intervención del Estado en la economía. Así se salió no sólo del crack de 1929, sino de la debacle de la Segunda Guerra mundial.
Y cómo se salió. Desde la ruina y a partir de la ruina se empezó a construir la Sociedad de bienestar, eso que también se llama Estado de bienestar. Pero ¿sabe por qué? no sólo por la amenaza a la revolución social, a la revolución rusa y las 240 legiones comunistas que Stalin había plantado en el corazón de Alemania, ciertamente, eran una advertencia que hoy ya no da miedo, porque no existe, pero se salió porque los gobiernos en Inglaterra, en Francia, en Italia, en Holanda, en Alemania, ocupada y dividida,… decidieron que el ciudadano, como había probado Keynes, fuera no sólo un esclavo del capitalismo que vendía sus productos en el extranjero, sino un consumidor que compraba, como demostró Ford, los mismos productos que fabricaba. La riqueza, como la solución, no estaban ni fuera ni en la miseria de los trabajadores, sino dentro de cada país y enriqueciendo a los trabajadores. Es que, además, señor Rajoy, de esta manera bien alimentados y con bienestar se desactiva el potencial revolucionario. Allá usted.
¿Sabe usted que hoy en España se podrían crear grandes motores de riqueza sin necesidad de tener que esperar a que todos seamos pobres? Podría tener usted, si no fuera una esfinge, entusiasmarse ante la potencialidad que tiene España de poner en marcha varios motores del crecimiento económico, creando millones de puestos de trabajo y riqueza, riqueza distribuida entre todos. O ¿es que le da vergÁ¼enza que los trabajadores también puedan disfrutar de la vida?
Mire, le voy a proponer varias tareas. Pero antes le voy a proponer una forma de ahorrar sin perjudicar a nadie: ¿no se le ha ocurrido a ningún asesor, economista o inteligencia oscura que si se racionalizara la iluminación pública en carreteras y ciudades se podrían ahorrar cientos de millones de euros? ¿Qué necesidad hay de mantener la iluminación al cien por cien durante las noches en las ciudades y en las carreteras cuando se podría reducir a la mitad y en muchos casos a cero de consumo y, en su lugar, crear patrullas de vigilancia civil por las ciudades, algo así como los serenos pero con tecnología moderna, y crear de esta manera miles de puestos de trabajo? Es una propuesta que, al menos, merece la pena ser estudiada.
Vaya por delante que es necesario dar una solución definitiva a la estructura de la nación española y a la cuestión de las nacionalidades vasca y catalana. Y hay que darla a partir de reconocer el derecho que tienen los pueblos a ser “dueños de su propio destino”, como proclamó la constitución jacobina de 1793. Siento la cita jacobina, pero podría ser aún peor. Sí, señor Rajoy, los pueblos vasco y catalán tienen derecho a decidir por sí mismos, los demás no podemos decidir por ellos porque sería imponerles nuestra voluntad. Si quieren ser españoles, algo que nunca antes nadie les preguntó, lo tienen que decidir ellos y si quieren construir su propia nación, nadie se lo puede impedir. Con todas las consecuencias para unos y para otros.
Y si se quedan, no puede ser a costa de establecer ni privilegios para unos ni daños para otros, o todos iguales o nada. Que la estructura sea federal, sería lo deseable, como en Estados Unidos o Alemania. En cualquier caso, la solución es inaplazable, señor Rajoy. No se siente usted bajo la higuera esperando a que se pudran los higos. En la vida hay cosas que son irreversibles y el deseo de autodeterminación, y no voy a entrar en detalles aquí, lo es. Por qué prolongar la agonía. ¿Para qué?, si al final lo van a conseguir ¿No se murió Franco confiado de que “todo estaba atado y bien atado” mientras que en su propio despacho se estaba preparando, con la colaboración norteamericana y alemana, la transición política? ¿Acaso no creyó Hitler que había construido un imperio para mil años? Y de Austria qué quiere que le diga. Las purgas, señor Rajoy, cuando hay que tragárselas lo mejor es tragárselas cuanto antes. Con su actitud apática acabará usted, señor Rajoy, pudriéndose, contemplándose así mismo en proceso de descomposición sin descomponer su fría, estática e inmutable sonrisa. Indiferente a su propia decadencia, se irá descomponiendo.
Mire, a pesar de su apatía, tenemos ante nosotros tres motores que pueden poner en movimiento la economía, crear millones de puestos de trabajo, elevar el bienestar de los ciudadanos y fortalecer la Sociedad de bienestar. Se los voy a citar y, en otro momento, si quiere se los desarrollo: primero, potenciar el sistema de comunicaciones, construirlo y construirlo ya, entre África y Europa a través del eje Gibraltar, la parte española, y el Pirineo central aragonés. Sólo en torno a este eje se establecerían miles de empresas y se crearían millones de puestos de trabajo; segundo, crear un ministerio de la vivienda con la misión de poner en marcha, con iniciativa estatal o con colaboración privada, la construcción a precios limitados a poco más que el coste de producción, de dos tipos de viviendas: sociales y turistas, muy, muy económicas, poco más que a costes de producción. ¿Sabe por qué? Porque el liberalismo económico sólo sirve para enriquecer a los empresarios y especuladores mientras que la planificación social no tiene otro fin que el bienestar social. Y éste y no llenar la cartera de los ricos debe ser el objetivo del gobierno, de cualquier gobierno.
Y además, es posible. Por su parte, la empresa privada que construya las que quiera. Vamos a equiparar el derecho a la vivienda con el derecho como el de la educación y el de la sanidad y a ponerlo en práctica hasta que ningún ciudadano esté sin vivienda y la tenga garantizada como un derecho. Claro que, no estoy pensando en beneficiar al capital porque las políticas económicas no sólo pueden ser elaboradas desde la perspectiva de los beneficios sino desde las del bienestar social. Y, en tercer lugar, es necesario reducir la jornada de trabajo a 35 horas. Fíjese usted si esto es posible que en apenas dos siglos hemos pasado de una jornada de 16 horas diarias, los niños desde los cinco años también trabajaban 10 horas y sus madres lo mismo, sin vacaciones, ni festivos, ni puentes, a una jornada de 8 horas. Pero ésta se consiguió casi hace un siglo y desde entonces, excepto para los acuerdos del Palais Matignon en la Francia de 1936, seguimos estancados. Los sindicatos y los partidos que se califican de izquierda de los países europeos deberían coordinar sus objetivos porque esto no es una cuestión que se pueda limitar al ámbito nacional. Beneficia a todos los ciudadanos.
Pero para poner en marcha todo esto y alegrarnos con la prosperidad y no haciendo de la vida un vía crucis, es necesario dejar de gritar, ¡Viva el liberalismo económico y la privatización de la riqueza y el bienestar! Porque el liberalismo económico o privatización de la riqueza ha muerto, señor Rajoy, viva la planificación estatal y la libertad y los derechos individuales. El P.P., como ya le ocurrió a la democracia cristiana italiana, acabará siendo dirigido por un gobierno en la sombra formado por Aznar, Esperanza Aguirre y el arzobispo Rouco. En ello están.