Los motivos que inducen a las personas a ser voluntarios son muy variadas y, en la mayoría de las ocasiones, legítimas. Por hablar de grandes grupos podemos señalar las siguientes:
– Altruismo, Filantropía, Solidaridad
– Compromiso político y participación ciudadana
– Motivaciones religiosas
– Tiempo libre
– Huida de crisis y problemas personales
– Conocimiento de otras realidades
– Búsqueda de justicia social
– Sentimientos de culpa
– Búsqueda de relaciones humanas
– Búsqueda de experiencia laboral
– Búsqueda de límites y retos personales.
El voluntario es una persona que busca. A veces, las motivaciones de esa búsqueda son claramente positivas. Otras veces son dudosas, por no decir negativas. Pero lo cierto es que conocer los motivos reales de la persona que llega queriendo ser voluntario, incluso para ella misma, es muy difícil. Por otro lado, raramente existe una sola razón. Más bien se entreveran unas con otras y no es fácil delimitarlas. Lo normal es detectar un conglomerado de sentimientos en los que el voluntario debe profundizar sin complejos de superioridad ni de culpa.
Una persona puede llegar a una organización queriendo ser voluntario porque su padre ha estado enfermo de Alzheimer y, tras su muerte, decide ayudar a familias en la misma situación. Pero, al mismo tiempo, es ama de casa, con sus hijos crecidos y se aburre un poco, y junto a eso siempre le ha interesado ayudar a los demás y no se ha decidido hasta ahora.
Conviene recordar la cita de Unamuno en el capítulo 1 de la Vida de D. Quijote y Sancho: “Hay quienes se empeñan en buscar razones a la locura….”, para concluir con él que la locura, como el voluntariado, no requiere de razones. Mucho más importante que éstas es el objetivo de la búsqueda.
Hay personas que se sienten amilanadas por que sus razones les parecen ‘peores’ e ‘inferiores’ a las de otros compañeros. Por el contrario, muchos se creen ‘únicos’ en sus motivos extraordinarios. Unos se acercan al voluntariado con el espíritu inflamado de sentimientos sublimes y, pasadas dos semanas, se desinflan y abandonan por cualquier motivo. Sin embargo, otros “pasaban por allí, por casualidad”, sin mayores pretensiones y, una vez dentro, descubrieron en el servicio al otro una profundidad humana que les hace alcanzar compromisos y responsabilidades insospechadas.
La motivación, sea cual sea, ha servido de pretexto para tomar la decisión. A partir de ese momento se ha de transformar en un trabajo serio acorde con unos objetivos y con una metodología que contemplen a la persona excluida como protagonista absoluta.
J. C. Gª Fajardo
SOLIDARIOS para el Desarrollo