Real Madrid 4 – 0 Sevilla
En las comedias románticas el guapo siempre se lleva a la rubia tras pasar por toda una serie de visicitudes, en ocasiones graciosas, en otras dramáticas, pero siempre superables gracias a su tremenda belleza estética y su capacidad para utilizar sus armas en los momentos determinantes. Pues algo así es lo que es un partido del Madrid en el Bernabéu, salvo el derbi madrileño, deshonrosa excepción.
Todo empieza con el guapo besando a la chica, con el Madrid marcando, en esta ocasión Benzemá, soberbio partido el suyo. Después, cuando todo parece que va a ser sencillo la cosa se complica, ayer como consecuencia de la falta de pólvora, quien lo iba a decir, del once madridista que a pesar de gozar de ocasiones de todos los colores fue incapaz de marcar el segundo gol. Entonces, el infortunio aparece en forma de penalti absurdo, y el guapo torna en héroe, de nuevo, con la parada.
Ahí ya empieza la cuesta abajo, aparecen las citas románticas, los besos descarados y las escenas de sexo descarnizadas, tamizadas para el buen ojo de todos los públicos, gol, tras gol y gol adicional, con algún que otro traspiés sin importancia para recuperar la atención del público, y, al final, todos felices y a otra cosa mariposa.
Ahora bien, los que hemos mamado horas y horas de fútbol, en perjuicio de nuestro matrimonio, benditas santas, sabemos que lo que viene ahora poco tiene que ver con la comedia romántica y sí más con el cine bélico, con guerras entre trincheras enemigas, infiltrados en forma de árbitros y fallos clamorosos que condenan o santifican en esta y en todas las vidas, eternas, o no.
Zidane lo sabe, y por eso está apostando por Casemiro, jugador valioso en todos los aspectos, porque roba y suelta, pero al compañero, no al rival, para que de solidez al centro del campo a la vez que consigue dos cuestiones fundamentales en el fútbol de hoy en día, completar un trío de centrocampistas en el terreno de juego y dotar de mayor libertad a Kroos y Modric, en detrimento de Isco y James, que ellos mismos se han hundido en la miseria con su pusilanimidad.
Pero, sin duda, la delgada línea roja que diferenciará el éxito del fracaso del Madrid en esta temporada vendrá marcada por la capacidad de la BBC de correr hacia atrás. Si son capaces de apoyar al equipo en las transiciones defensivas las opciones del Madrid de ganar la undécima se multiplican, si se limitan a su aportación ofensiva, me temo que cualquier equipo de campanillas acabará con los sueños etéreos de la afición.
De momento el Barcelona será la primera vara de medir para este Real Madrid renovado, en ánimo más que en otra cosa, y que dejará constancia de sus opciones finales en los 90 minutos más cruciales de su temporada. Una victoria dispará el ánimo y reactivará la cofradía del clavo ardiendo, una derrota ahondará en la herida y provocará daños irreparables, todo en 90 minutos, el cielo o el infierno, ¡qué bonito es el deporte!