Real Madrid 2 – 0 Roma
Si fuera un aficionado al fútbol sin más agradecería la apuesta que ayer realizó el Real Madrid, un equipo que con el marcador claramente a favor permitió un encuentro de toma y daca, atacando y dejando atacar, para acabar aprovechando su mejor pegada de cara al gol para sentenciar la eliminatoria.
Sin embargo, no lo soy, o no sólo, porque también soy madridista, aunque eso ya lo sabes, supongo, y durante los 90 minutos del encuentro no pude de dejar estar con el corazón en un puño ante las claras ocasiones que la Roma tuvo ante la portería de un soberbio Keylor Navas, más allá de que el Madrid las tuviera igual o más claras.
Ello nos llevó a un partido vertiginoso, apasionante para el espectador, con dos equipos en busca del gol, los italianos porque no les quedaba otra y los madridistas para convencer a sus aficionados, un partido principalmente de áreas que nos demostró que el Madrid ha mejorado notablemente arriba pero que atrás sigue dejando mucho que desear.
La aparición de Casemiro como medio centro sirvió para que Kroos y Modric se liberaran algo de su trabajo defensivo y aunque ninguno de los dos brilló, sí que dieron muestras de mayor alegría en su juego, y el equipo lo notó con un juego más rápido en la circulación.
Arriba, Bale parece haber regresado en el mismo punto en el que se marchó y Ronaldo sigue en velocidad de crucero, luciendo un día sí y otro también, demostrando que esta Champions la tiene marcada en el calendario. James, que completó el tridente, estuvo espeso, sin chispa y sin precisión, pendiente todavía de su cura de desintoxicación futbolística.
Pero el problema vino atrás, y no por los defensas en sí, sino por el equilibrio defensivo del equipo. Es cierto que la Roma montó el partido de esa manera, con cuatro delanteros natos, pero no es menos cierto que un equipo que aspira a lo máximo no puede permitir que le generen tantas ocasiones, más que nada porque no siempre se encontrará con delanteros rivales tan inocentes.
Una inocencia que ha perdido definitivamente Lucas Vázquez, en su tarea de opositar a titular, para alegría del madridismo. Salió desde el banquillo y en apenas media hora mejoró todo lo que habíamos visto hasta ese momento. Mostró dinamismo, solidaridad y desborde (el primer gol fue pase suyo tras regatear a un rival), justo lo que un equipo como el Madrid necesita. Ahora depende de Zidane aceptar la realidad u obcecarse en lo políticamente correcto.
En definitiva, el Madrid ya está en cuartos, lugar que se le supone como un mínimo cada temporada, y ahora espera rival confiando en poder afianzar su equilibrio defensivo y mantener el poder atacante.