Real Madrid Wolfsburgo
Partidos como el de anoche nos hacen volver a conectarnos con la esencia del madridismo, a recordar las razones por las que elegimos este equipo por encima de otros, a volver a soñar con que todo es posible sin importar la dificultad, sin importar los errores anteriores, siempre hay una oportunidad para levantarse, para seguir luchando, para no rendirse jamás.
Es cierto que años de pusilanimidad y pompa fatua nos han ido hundiendo en nuestra propia vacuidad pero siempre hay un instante, un momento, un verso huidizo que consigue la conexión perfecta con el escudo, con los años de historia, con los títulos que adornaron el camino, pero no por fútbol, en eso siempre hubo otros mejores, sino por épica, por lucha sin cuartel hasta el final.
Y eso fue el partido de anoche, fútbol a ráfagas, equipo simplón a ratos, sueños rotos en instantes y alegría sin límite al final. El Madrid salió al terreno de juego como marcan los cánones de las remontadas, avasallando al rival, robando en campo contrario y atacando con transiciones rápidas y movimiento de balón vertiginoso.
Los alemanes no salían de su campo y eran incapaces de achicar el agua del naufragio al que estaban abocados. Carvajal y Benzemá fueron los mejores en ese momento, el lateral percutiendo por su banda (¡qué crimen que no jugara el partido de ida!) y el delantero dando un tutorial avanzado de como se juega a ésto que todos llamamos fútbol. El gol era cuestión de tiempo y llegó por partida doble, primero en un centro de Carvajal que llegó a Ronaldo tras rechace defensivo y después a la salida de un córner que también remató a gol el portugués.
Ya estaba, eliminatoria empatada y no llevábamos ni siquiera veinte minutos. Entonces apareció el hundimiento de las emociones, el bajón tras el subidón, el no saber por donde tirar. Ya solo quedaba un gol y nadie supo que hacer, seguir atacando en tromba o refugiarse para no encajar un gol que hubiera complicado todo en exceso. Y esa indefinición fue aprovechada por el Wolfsburgo que comenzó a hacerse con el dominio del balón y a crear cierta zozobra, más ilusoria que real, entre el madridismo.
En la segunda mitad el Madrid volvió a ponerse en modo remontada y poco a poco siguió arrinconando al equipo alemán hasta que el tercer gol llegó, ¡por fin!, en un lanzamiento de falta de Ronado, sí, sí, aunque no te lo creas, que contó con la colaboración de la barrera que se abrió al más puro estilo de un equipo juvenil.
De ahí al final todo fue nadar y guardar la ropa, con alguna ocasión madridista que pudo haber sentenciado la eliminatoria y alguna aproximación alemana que podía haber tirado toda la temporada por la borda, pero no pasó, ni lo uno ni lo otro, y todo terminó como estaba, como tenía que acabar según la historia madridista, con el conjunto blanco remontando un resultado que parecía imposible, más allá de la entidad del rival, y unos sueños por seguir convirtiendo en realidad.
Una realidad a la que nos acercamos gracias a la figura de Ronaldo, el mejor goleador de la historia del fútbol mundial, un tipo con ambición extrema que siempre sabe superar sus limitaciones con el trabajo diario y que sigue marcando el ritmo de este equipo, más allá de su pose chulesca e irrisoria, demostrando que las apariencias no siempre nos llevan por el camino de la verdad. Anoche regaló al madridismo tres goles que y enterró de un plumazo a todos esos cronistas, entre los que me incluyo, que alguna vez criticamos sus desapariciones en partidos importantes, ¿qué sabremos nosotros?