Bajo el lema de recorta que algo queda los dirigentes autonómicos del Partido Popular y de Convergencia i Unió se están lanzando a una campaña terrorífica de recortes abrumadores que están condenando a la economía privada, por estrangulamiento financiero, y a los ciudadanos, por estrangulamiento social, con lo que todo acabará por revertir de manera negativa en el progreso social y económico de nuestro país.
La demagogia fácil de los datos estadísticos observados con la frialdad del estadista palaciego muestran excesos en el gasto en educación y en sanidad en todas y cada una de las Comunidades Autónomas, ante lo cuál lo fácil es recortar, tirar de tijera y eliminar gastos de manera rápida. Sin embargo, un recorte en sanidad o en educación va más allá del ahorro inmediato que puede llegar a provocar en el corto plazo y se acaba convirtiendo en un nefasto pozo sin fondo en el medio y largo plazo.
Y es que un recorte económico es el recurso fácil de los ineficientes. Las partidas de educación y sanidad se han utilizado de manera ineficaz durante décadas, con el único objetivo del exceso y de la parafernalia, lo cuál lleva a pensar que nos encontramos ante partidas de gasto superfluo, lo cuál es cierto en el sentido que se le ha dado al gasto, no en el gasto en sí mismo. Si la inversión económica que se ha realizado se hubiera implementado de manera eficiente nadie diría que es un gasto superfluo y nadie se atrevería a aplicar la tijera. Es una cuestión de elección no de inversión.
Los recortes, por otro lado, sí podrían aplicarse en otras partidas menos beneficiosas para la sociedad en su conjunto y que hasta ahora no se han querido tocar, de manera sorprendente. Por ejemplo, los gastos de comunicación y propaganda de las Comunidades Autónomas chirrían en esta época de crisis, y no generan ningún bien directo para la sociedad en su conjunto, más allá del adoctrinamiento de los votantes del partido de turno en el poder, o, puestos a recortar, ¿por qué no recortamos en defensa? ¿O en duplicidad de funciones? O puestos a recortar, ¿por qué no recortamos consejerías?
En definitiva, cualquier recorte puede ser válido, salvo el que se aplica a sanidad y educación, donde sí se puede reorganizar el gasto, pero no recortarlo.