Las redes sociales del ciberespacio son a la vez una herramienta útil y un instrumento para satisfacer los ideales narcisistas de la sociedad moderna.
Las redes sociales son el espejo de la juventud. Ejemplos como los de Facebook (con 110 millones de perfiles activos), MySpace o Tuenti se han convertido en una herramienta útil y sencilla con la que muchos jóvenes de diversos puntos del planeta pueden entablar relaciones interpersonales online. Los usuarios crean versiones idealizadas de ellos mismos en las que sacan a relucir sus mejores virtudes con el afán de gustar a su entorno en la red.
Un estudio psicológico de la Universidad de Los Ángeles (UCLA), basado en las actitudes de estudiantes universitarios de Estados Unidos ante esta nueva forma de comunicación, asegura que este tipo de redes contribuye al desarrollo de la personalidad del individuo. “Las redes sociales se han convertido en una forma más de desarrollo personal. La identidad, las relaciones románticas y sexuales, todo queda reflejado en internet”, afirma Patricia Greenfield, co-autora de la investigación junto con Adriana Manago.
Manuel Castells, catedrático de sociología y urbanismo en la Universidad de Berkeley (California) y autor de referencia en el estudio de la sociedad de la información, describió hace años una de las mayores paradojas de nuestro tiempo.
La identidad como principio básico de vida y de movilización social en la era de la globalización. “Desde las trincheras de la identidad, que dan seguridad y calor humano se pueden encontrar nuevas formas de relación con este mundo insólito e impredecible. La gente construye lo que es y lo que siente a partir de su experiencia y de sus códigos culturales”, sostiene el sociólogo manchego en 1997, cuando a buen seguro no había oído hablar todavía del “fenómeno Facebook”. Más de una década después, el concepto de identidad adquiere una nueva dimensión por medio de la expansión global de la red de redes.
A pesar de la magnitud inabarcable de Internet, el objetivo que busca la mayoría de los jóvenes no es establecer contacto con extraños sino ampliar y reforzar sus relaciones y amistades que ya mantienen en la vida real. Las plataformas locales como Skyrock (Francia), StudiVZ (Alemania), Hyves (Holanda) o Xianonei (China) ganan terreno en detrimento de las más extendidas porque permiten una interacción más cercana y homogénea favorecida por otros factores como la lengua y los propios contenidos a los que dan acceso. La reafirmación del yo es una vez más un resultado esperado por sus participantes que tratan de acercarse a su personalidad ideal.
Pero el anverso de la moneda esconde un efecto contraproducente. La convergencia de la identidad real con su proyección digital en los ámbitos locales puede suponer un serio problema dada la escasa protección a la que está sujeta la información personal que introducen los internautas. Un peligro que muchos no tienen en cuenta y que podría volverse en su contra si es esa información es usada en los procesos de selección laboral o incluso como fraude identitario. Las agencias de protección de datos han puesto el grito en el cielo contra los responsables de estos “círculos de socialización” para que informen a sus usuarios de los peligros que corren y para que cuenten con su consentimiento expreso. Mientras tanto, según los informes de los investigadores de la UCLA, un elevado porcentaje de los padres no saben a qué se dedican sus hijos cuando utilizan estas revolucionarias herramientas de interconexión.
Horas y horas delante de un ordenador con la intención de construir la imagen personal que mejor se refleje en el perfil social que verán los demás. Así es la rutina diaria de millones de personas en todo el mundo. Internet es hoy la misma respuesta complaciente que los hermanos Grimm daban a la madrastra de Blancanieves a través del espejo mágico para satisfacer sus ideales narcisistas. En el reino de las redes sociales todos quieren ser los más bellos aunque solo sea a través de su álter ego virtual. Ahora más que nunca, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación, los cuentos de hadas se hacen realidad.
David Rodríguez Seoane
Periodista