Fue Aristóteles quien dijo que el hombre es un animal polÃtico (zoón politikón), pero se equivocaba. ¿No serÃa más exacto decir que es un rumiante tribal?
Miro alrededor y veo lo mismo que veÃan los conquistadores de Vandalia cuando profanaron el Amazonas y los exploradores británicos cuando llegaron a Tanganika: tribus y más tribus. Las hay por doquier.
Mienten quienes dicen que las culturas primitivas se están extinguiendo. Al contrario. Nada hay más primitivo y, por ende, más salvaje, en el mal sentido de la palabra, que el mundo actual.
Roqueros, moteros, surferos, blogueros, mochileros, patriotas, nacionalistas, culturistas, submarinistas, senderistas, ecologistas, socialistas, sindicalistas, europeÃstas, madridistas, tomasistas, pacifistas, opusdeÃstas, islamistas, masones, cineastas, antisistemas, neonazis, punkis, curas, harekrisnas, miembros de gubernamentalÃsimas organizaciones no gubernamentales… Tribus.
Los monos se agrupan; los rumiantes, también; los felinos, no. El tigre, el gato y la pantera siempre van solos. Ése es mi modelo: yo soy (o intento ser) felino sapiens. Nunca he pertenecido a tribus. Ni siquiera en la adolescencia. Fundé y capitaneé, cuando tenÃa nueve o diez años, una banda, la de la Buena Pipa, pero nunca consentà que nadie entrara en ella. Yo era su único miembro. Nunca tuve que enfrentarme a motines.
Acabo de escribir una mentirijilla. Es de escasa monta. Perdónemela el lector. A los dieciocho años ingresé en el partido comunista. Era y es una tribu. Lo hice, más que nada, pour épater. Duré poco en ese rebaño y siempre fui en él oveja negra. Pecados, leves, de juventud.
Los felinos también son salvajes, pero en el buen sentido de la palabra. Salvajes de selva. Salvajes que van de a uno. Salvajes siempre solitarios, nunca solidarios. Salvajes que ni siquiera se reconocen entre sÃ, porque no son primitivos ni tribales. Salvajes que detestan a los monos y a los monicacos, a los rumiantes y a los homÃnidos, a las ovejas blancas y a los supuestos zoones politikones…
DecÃa Leonardo que salvaje es quien se salva. Yo lo intento.
Lo intento, sÃ, pero es en vano. ¿Cuántos tigres quedan en el mundo?
Olviden la pregunta, no vaya a ser que los clonen.
Miro, melancólicamente, alrededor. Kuta está llena de roqueros, de moteros, de surferos, de mochileros, de discotequeros, de turistas en chancletas, de señoras gordas, de bribones y biberones, de gorrones de ONG, de hamburgueserÃas y pizzerÃas… Lo que fue paraÃso es ahora escenario de la guerra de las galaxias globalizadoras.
¿Hay algo más primitivo, más propio de salvajes (en el mal sentido de la palabra), que pintarrajearse el cuerpo con tattoos o perforarse las orejas, la nariz, los labios y las partes antiguamente pudendas con aros, fÃbulas y grapas?
Pienso en el rÃo Congo y en el de Apocalypse Now, pienso en Conrad y en Coppola, pienso en El corazón de las tinieblas. Viajar hoy a Kuta es hacerlo al fondo del horror.
Mundo actual, mundo tribal.
¡Beeee!