Esta ley traerá como principal consecuencia inmediata una disminución de la presión callejera ejercida contra el gobierno del señor Raúl Castro ya que numerosos opositores optarán por el exilio.
Recientemente se aprobó la nueva ley de emigración que a pesar de sus reales limitaciones, actualiza y aligera las regulaciones de movimiento que durante más de 50 años habían restringido la libre circulación de personas entre la isla y el resto del mundo.
Esta ley traerá como principal consecuencia inmediata una disminución de la presión callejera ejercida contra el gobierno del señor Raúl Castro ya que numerosos opositores optarán por el exilio. Esta afirmación no implica en modo algunos juicios de ningún signo. Como ha sucedido ya con frecuencia en la historia reciente de la isla, se trata de una realidad objetiva que se explica por varias razones; la primera de ellas -y sin dudas la más importante- el sentimiento legítimo que llevan dentro todos los seres humanos, es decir, el de que cada sacrifico individual tiene los límites que impone la razón práctica. Esta disposición insuperable, supone más confines incluso, que otras nociones de índole elevada, como el amor a la patria o el compromiso con la libertad; por sólo poner estos dos ejemplos que se suelen citar en primer lugar a la hora de marcar el compromiso político de una persona, no sólo en Cuba, sino en cualquier otro país que se enfrente a problemáticas sociales equivalentes. Altos principios que por lo general son antepuestos en orden inverso ante la opinión pública y que con frecuencia ignoran -o quisieran ser ignorados- por los propios interesados. Prueba de ello es que hasta hoy siempre ha habido más opositores fuera del país que dentro de él.
Claro que pueden aducirse cien razones y hasta mil ejemplos de personas que han sacrificado (con éxito quiero decir, que no han sido asesinadas durante el proceso) una gran parte de su existencia en nombre de ideales más elevados y que se han convertido en símbolos vivientes de éstos, al menos mientras que la situación política que ha dado origen a su acción se mantiene vigente. El más reciente es el caso de la opositora San Suu Kyi, quien durante más de 10 años vivió exiliada dentro de su propio país, sin aceptar el compromiso del exilio como solución inmediata.
Otros brillantes símbolos de la resistencia ciudadana del pasado siglo, han consumido luego su capital político en el ejercicio del poder que como se sabe, genera siempre inconformidad e incomprensión, pero sobre todo mucha envidia por parte de aquellos que lo han perdido o se desvelan por conquistarlo. Es el caso de Lech Walesa quién fue acusado de ser un colaborador de la policía política comunista y Vaclav Havel, a quien se le reprochó haber reconstituido una gran parte del patrimonio familiar confiscado por los comunistas durante la guerra fría.
¿Significa todo esto que los valientes opositores cubanos, que han manifestado su deseo de beneficiar de esta nueva ley para viajar -temporal o definitivamente- son los hipócritas oportunistas que nos suele pintar la propaganda oficial? Por supuesto que no, pero al final por muy honestos, sinceros o buenos que sean, y en ausencia de verdaderos espacios democráticos dentro de la isla, a saber: prensa independiente, acceso libre a la información y libertad de asociación y de reunión, el resultado final será el anunciado al principio de este papel; es decir, la prolongación del régimen, puesto que sus principales oponentes ya no estarán allí para hacerse escuchar o para constituir el embrión de una nueva sociedad civil si llegara el momento.
Para aquellos que cuentan con entrar y salir será todavía peor, puesto que se les presentará ante la opinión como unos aprovechadores y vividores de la cosa política; en poco tiempo los más paradigmáticos quedarán completamente desprestigiados ante el resto de la población –la poca que les conoce-, esa parte mayoritaria de la nación menos conectada con las ayudas exteriores de fondos privados o gubernamentales que justamente han sustentado la acción política dentro del país hasta el momento. Servirán con las mejores intenciones, de pasto fácil a la propaganda oficial, la que como ya viene sucediendo, ni tarda ni perezosa, antepondrá sus posibilidades de viajar y el nivel de vida alcanzado gracias a sus actividades opositoras, a las difíciles condiciones materiales en las que se mantiene el resto de la población; específicamente las minorías y todos aquellos que no pueden escaparse enseguida, limitados por los precios en moneda convertible, inalcanzables por el momento para sus modestos bolsillos.
De ese modo el tiempo irá pasando y el cambio por fin llegará. Pero no lo provocará ni la fuerza moral ni el sacrificio de unos pocos valientes, sino el propio progreso de la propiedad privada, de la iniciativa individual, ambas medio liberadas recientemente, las únicas que poco a poco (con otras medidas más radicales que sin dudas terminarán por imponerse) serán capaz de generar riqueza y bienestar, como ha sucedido ya en los antiguos países comunistas que inspiran el modelo cubano en la actualidad: Vietnam y China.
Y si mientras tanto por alguna casualidad de la vida se descubre petróleo en el área costera nacional, podemos imaginar sin dificultad la perpetuación en el poder del partido gobernante –con nuevas caras, claro- por un largo tiempo. Algo semejante ocurrió en México donde un solo partido gobernó ininterrumpidamente distribuyendo prebendas y dádivas durante más de 70 años. Dadas las premisas expuestas, y vistas las perspectivas futuras, los cubanos han tomado discretamente, tal vez ajenos a ello, este año el camino para construir la dictadura perfecta.
Terrible disyuntiva futura para los opositores sinceros que viven dentro de Cuba. Por mi parte ni desencanto, ni llamado egoísta a un sacrifico -que no profeso- sino pura realidad objetiva que constato, como solía afirmar mi profesor de materialismo dialéctico. Maquiavélica jugarreta del pragmático tirano que dirige los destinos de la isla. Un hombre que si le sale la jugada que planea, podrá presentarse muy pronto ante la nueva conferencia de la CELAC (La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) con el hábito de un reformista de genio y ¿quién sabe? hasta como salvador de la patria entre sus propios acólitos, que de ditirambos anda siempre el mundo lleno, así como de cortesanos dispuestos a lanzarlos a las coronas de los poderosos.